El profeta presencia de Dios en la sociedad
- Ciclo B
- Sunday July 8th, 1979
El profeta presencia de Dios en la sociedad
HOMILIAS 1979
14º Domingo del Tiempo Ordinario
8 de julio de 1979
Lecturas:
Ezequiel: 2, 2-5
II Corintios: 12, 7-10
Marcos; 6, 1-6
Queridos hermanos, estimados radioyentes:
Ventaja de asistir a misa hoy
La ventaja de asistir a misa todos los domingos creo que hoy, en este ambiente en que vive nuestra patria, es mayor. No sólo constituye en el orden natural una verdadera terapia -es como dejar la llanura de aire corrompido para levantarse a una cumbre y ponerse muy cerca de Dios- sino, sobre todo, inspirados por la fe venimos a vivir de nuevo la alianza que Dios ha hecho con el pueblo. Como miembros de un pueblo en alianza con Dios, nuestra misa dominical supone una revisión tanto de los derechos que tenemos frente a Dios que nos ha prometido ser nuestro Dios, tratarnos como un amigo cuando platica con otro amigo; así como también, y, sobre todo, el revisar nuestros deberes para con Dios. No sea que el Señor nos vaya a rechazar como un pueblo que no ha sido fiel a su alianza.
Cada domingo esta presencia de la Catedral, llena ante Dios, es un consuelo. También es un consuelo cuando uno piensa que a través de la radio -son muchas las comunidades parroquiales, comunidades de base, gente cristiana que no puede venir a misa- y que desde su lecho de enfermedad, o desde su chocita pobre que no puede dejar porque no tiene ni siquiera para la camioneta, esta gente buena está reflexionando con nosotros; aún frente a ese mundo también de auditorio que nos oye para criticarnos y para esperar en que sorprender la predicación.
Es toda una esperanza en ese contraste de que Cristo no puede ser indiferente a ningún hombre; o se le tributa el homenaje del amor, del seguimiento, de la piedad, de la obediencia o también se le tributa eso que resulta un homenaje: el odio, la marginación, la calumnia, el desprecio, el rechazo. Si no valiera la pena seríamos más bien indiferentes, pero ante Cristo nadie puede ser indiferente. Y esta palabra que lo está representando corre la misma suerte: el homenaje del amor que yo les agradezco profundamente, y el homenaje del odio, que también se los agradezco profundamente.
-Somos el pueblo consagrado de Dios
Cabalmente, en la revisión de las lecturas bíblicas que son las que iluminan nuestra reflexión y nuestra realidad, encontramos hoy un tema en el que todos estamos interesados; porque vuelvo a repetir; somos el pueblo consagrado a Dios. Distingamos siempre ésto: cuando decimos el pueblo de Dios no aludimos al pueblo en general. Es una pretensión de los grupos humanos quererse constituir en intérpretes del pueblo. El pueblo es muy autónomo, muy variado, muy pluriforme. Nadie puede arrogarse: “Yo soy la voz del Pueblo”. Por eso, el pueblo de Dios es el grupo de los seguidores de Dios, es el grupo de los hombres y mujeres que inspirados en una fe, vienen el domingo a inspirar en la palabra divina su conducta; para hacerse más agradables a Dios y, desde su unión con Dios, ser un pueblo que sea luminosidad para el pueblo en general. Esto es la Iglesia.
Yo quisiera que tuviéramos bien clara la idea de que mi predicación y nuestra reflexión mutua es como pueblo de Dios, como grupo bien distinto del pueblo en general. Respetamos las ideologías, los modos de pensar de los que no quieren ser pueblo de Dios, pero desde nuestra identidad de pueblo de Dios si tenemos algo que creer, y exigimos que se nos respete este modo de creer y que se respete la libertad con que Dios nos ha mandado al mundo a amarlo y a proclamar su mensaje a todas partes. La palabra de Dios no puede estar encadenada.
Pero eso, sumerjámonos profundamente hoy, como pueblo de Dios, y los que no se sientan pueblo de Dios porque no tienen fe ni creen en Jesucristo, les agradezco su atención en reflexionar y respeto su modo personal de pensar. Al final me dirán si tienen o no tienen razón.
EL PROFETA
PRESENCIA DE DIOS EN LA SOCIEDAD
1. La iniciativa es de Dios. (él es el que quiere profetas)
2. El profeta es un instrumento de Dios. (él va porque Dios lo manda)
3. La sociedad recibe o rechaza a Dios en la persona del profeta
1. LA INICIATIVA ES DE DIOS
-Como en la alianza, tres protagonistas; Dios, el profeta, el pueblo
a) en la primera lectura encontramos a Ezequiel, uno de los grandes profetas del Antiguo Testamento, confesando esta gran verdad; “El Espíritu entró en mí y oí que me decía; “Hijo de hombre, yo te envío”. ¡Qué bella definición del profeta! El Espíritu entró en mí, yo no soy más que hijo de hombre, hijo de Adán, como se ha traducido también. No somos Dios, no tenemos la verdad absoluta, somos hijos de la tierra. Nuestra única grandeza es la apertura hacia Dios y el decirle como los profetas: “Aquí estoy, Señor, envíame”.
-En todos los casos: vocación -consagración- misión
Pero la iniciativa de enviarte no es tuya; nadie se puede constituir profeta de ningún pueblo mientras Dios no lo llama y mientras Dios no lo consagra y mientras Dios no lo envía. Estas tres cosas unen al profeta con Dios. Y la iniciativa de llamarlo, de consagrarlo, de enviarlo, es únicamente de Dios.
-Necesidad y objetivo
El Concilio Vaticano II explica como es esta iniciativa de Dios, cuando en el documento sobre la divina revelación nos dice: “Quiso Dios con su bondad y sabiduría revelarse a sí mismo y manifestar el Misterio de su voluntad por Cristo, la palabra hecha carne, y con el Espíritu Santo pueden los hombres llegar hasta el Padre y participar de la naturaleza divina. En esta revelación, Dios invisible, movido de amor hacia los hombres como amigos, trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía”. Esta es la iniciativa de Dios, de él arranca toda idea de comunicarse con los hombres, de revelar su misterio infinito. Sus proyectos de salvación no los conociéramos si él voluntariamente no hubiera querido decirnos: “Quiero que conozcan -ya no los llamo siervos sino como amigos- mis proyectos de salvación y mi amor”.
b) el evangelio de hoy nos presenta a Cristo como fuente de profecía. Llega acompañado de sus apóstoles a Nazaret. Es la segunda vez, y esta vez va a tener un desenlace desilusionante, diríamos, un fracaso. Pero lo que me interesa decirles es esta frase de San Marcos. “Empezó a enseñar en la sinagoga”. Esto es ser profeta: enseñar, ser maestro.
-Cristo es la misma Palabra eterna
Ser profeta no solamente quiere decir adivinar el futuro -así es la idea popular que tenemos-, profeta es propiamente el que habla en nombre de otro y Cristo venía no sólo en nombre de otro, sino que él era Dios. El era Dios, él es la Palabra eterna, el Espíritu ungió, uniendo a su Verbo eterno una naturaleza humana con la cual va a hablar un lenguaje que los hombres entendamos; pero su origen, la fuente, es al misma iniciativa de Dios. Cristo, mirémoslo hoy en la reflexión de este domingo, no como un profeta sino como un Dios que ha tomado la iniciativa de venir a traer al mundo la plenitud de la iniciativa de Dios.
c) Pablo mismo recibió de Cristo la vocación, la consagración y la misión para ser profeta de los pueblos gentiles. Cuando los cristianos del tiempo de Pablo sospechaban: “Si éste es un perseguidor, ¿cómo dices que va a ser apóstol?” Cristo dice: “No lo llames perseguidor; yo lo he convertido, yo lo he hecho apóstol para que lleve mi nombre a los pueblos gentiles”. Esta fue la gran misión de Pablo, llevar el evangelio no al judaísmo, que para eso estaba el grupo de los apóstoles. El, el último, el perseguidor, es escogido para una misión más ardua, iniciativa de Cristo: “vete a los pueblos gentiles y predícales la salvación”. Y él dirá: “Yo no soy digno de llamarme apóstol, pero él me escogió y me hizo también apóstol”. Este es el origen del sentido profético; Dios tiene la iniciativa.
2. EL PROFETA ES INSTRUMENTO DE DIOS
Yo creo que aqui es donde se explayan más las divinas Escrituras que se han leído hoy.
a) Breve explicación del “profetismo”: anuncia el pensamiento de otro
Siempre existió el profetismo, era una necesidad de toda religión sentir hombres intérpretes de la voluntad de sus dioses aunque fueran falsas religiones. Hubo también profetas -falsos, tal vez- aunque muchas veces -ya lo hemos repetido aquí- la salvación no es exclusiva de la Biblia ni de la Iglesia. Dios tiene mil caminos más, aún valiéndose de las religiones naturales, para llevar, por medio de los hombres inspirados, el mensaje que fue salvación para muchos que no fueron bautizados y que sin duda disfrutarán el cielo, tal vez, hasta más alto que muchos bautizados, porque fueron fieles a escuchar lo que la voz del Espíritu hablaba por medio de esos hombres. Pero aqui nos referimos de manera especial a los profetas clásicos, a los que Dios llamó y nos consta en la Sagrada Biblia: el instrumento de Dios.
b) Dios sigue siendo el principal
Efectos del Espíritu:
-Pone en pie al Hijo de Hombre
Miremos como se presenta Ezequiel hoy: “El Espíritu entró en mí y me puso en pie”. Este es el primer efecto. El hombre no es más que hijo de Adán, barro, criatura, mezclado con las mentiras de la tierra. Si Dios llama a un hijo de la tierra para que abra su capacidad de recibir el Espíritu de Dios, lo primero que este barro siente es que se pone en pie, que se eleva, que hay una dimensión vertical que lo une con un Dios en nombre del cual tiene que hablar.
-Otro afecto: puede decir: “Esto dice el Señor”. Presencia de Dios el profeta, lleno de Espíritu de Dios, va al mundo y realiza lo que hemos dicho como tema de esta homilía: la presencia de Dios en la sociedad, en la historia, en el mundo. Ya no podrán decir que Dios no les ha hablado: “Esto dice el Señor”. Te atiendan o no te atiendan, tú eres presencia del Dios en medio de la sociedad -Dios muchas veces estorba-. No tengas miedo. Pero el pueblo dirá: “Hubo un profeta que nos anunció la presencia de Dios”.
-Capacitado para la misión. El profeta, barro de la tierra que mira la misión que Dios le manda, por ejemplo, cuando Dios le dice a Moisés: “Vete al Faraón, que deje salir a mi pueblo de Egipto”. ¡Qué pequeño se sintió Moisés! “Señor, pero ¿quién soy yo para presentarme al gobernante y sacar a mi pueblo?” Son misiones imposibles, son misiones que exceden exageradamente, infinitamente, algo que sólo Dios puede hacer. Cuando Dios le dice a Jonás: “Vete a predicar a Nínive”, el profeta prefiere huirse. Es tan grande la misión. Y Dios los lleva a la fuerza para cumplir la misión de predicar a Nínive. La primera impresión que el profeta siente es su pequeñez, su inadecuada pequeñez ante la grandeza de la misión. Sin embargo, Dios le dice: “No digas que no puedes. Yo iré contigo”. Nadie se podrá oponer a esta presencia que va con el profeta.
-Esto, naturalmente, trae un peligro de vanidad, y aqui la segunda lectura nos habla como el profeta conjura el peligro de la vanidad. Es tan idéntica su misión con el mensaje de Dios que muchas veces, como a Juan Bautista, creen que él es el Redentor. A Pablo lo querían adorar, a Pedro le querían ofrecer víctimas, y ellos tenían que decir; “No, cuidado, somos hombres simplemente. Adoren a Dios, obedezcan a Dios, que es el que por medio de nosotros, sus instrumentos inadecuados, es el que les habla. No termine en nosotros, persona humana, el homenaje, el respeto, la obediencia; diríjanselo a Dios”.
-“Una espina en mi carne”
San Pablo, defendiendo su causa profética, en la segunda carta a los Corintios, hoy, dice que tuvo visiones maravillosas que lo hacen sentirse muy superior a todos los hombres. Ha visto tan cerca la majestad de Dios, el desenlace de la historia, el fin terrible de los malos y desenlace de los buenos. El conoce mejor que nadie esto y se puede sentir casi un Dios; y, sin embargo, dice: “Para que no me engría, para que no me envanezca, para que no me crea más de lo que soy, barro de la tierra, entonces el Señor puso en mi carne, ha metido en mi carne, una espina, un emisario de Satanás que me apalea para que no sea soberbio”.
Es una de las frases más difíciles de la Biblia. ¿Qué era esta espina de la carne? Según los comentaristas más modernos se trata de alguna enfermedad, una enfermedad crónica. Quien sabe si un dolor de vista, ataques que le daban, algún mal de estómago, algo que lo hacía sentirse tan inútil para poder decir: “Lo que se está haciendo no es obra mía, es de Dios; y para que no sea soberbio me ha puesto esa espina”. Miren como se ve la enfermedad, el dolor, la humillación cuando se tiene fe: espina de Satanás, porque es el único que puede poner obstáculos al Reino de Dios.
-La fuerza de la debilidad: “Te basta mi gracia”
Entonces Pablo cuenta, en el pasaje de hoy, que en vista de esta debilidad y de este estorbo, tres veces le dijo al Señor que le retirara ese estímulo de Satanás y el Señor no se lo quitó, sino que le dijo: “Te basta mi gracia, la fuerza se realiza en la debilidad”. ¡Qué revelación más bella para un profeta! No es necesaria la salud. Asi, todo achacoso, eres el instrumento que yo quiero, porque cuanto más débil e inútil parezcas, más lucirá la majestad y la potencia del Señor.
-Alegría de sufrir por Cristo
“Por eso -concluye San Pablo humildemente- muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo”. Hermanos, ¡qué hermosa experiencia es tratar de seguir un poquito a Cristo y a cambio de eso, recibir en el mundo la andanada de insultos, de desconfianzas, de calumnias; las pérdidas de amistades, el tenerlo a uno por sospechoso! Todo eso ya está profetizado y Pablo gozaba como se goza todo aquel que goza en su debilidad. Cuando más inútil aparezca para los hombres, cuanto más despreciable me haga la persecución, cuanto más inútil sea para aquellos que tal vez me creyeron grande y ahora me creen juguete, basura, hoy me lleno de alegría -dice Pablo- porque asi residirá en mí la fuerza de Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. ¡Qué paradojas las del profeta! ¡Cuando soy débil, entonces soy fuerte!
La Iglesia, una misión profética
Es obra de Dios, y por eso no tenemos miedo a la misión profética que el Señor nos ha encomendado. Ya me imagino que alguno dice: “¡Ah, se está creyendo profeta!”. No es que me crea profeta, es que ustedes y yo somos un pueblo profético, es que todo bautizado ha recibido participación en la misión profética de Cristo.
-Cristo lo entrega a los apóstoles y éstos a sus sucesores
Cristo, el gran profeta que vino a traer la consumación de la misión profética, se constituye en el mensajero, en el que envía a los mensajeros, a los apóstoles y, éstos, a sus sucesores, para que el encargo de Cristo llegue hasta el último confín del mundo. Pero no sólo es la jerarquía, sino que también el Concilio Vaticano II, y quiero que reflexionen, queridos hermanos, esta palabra tan hermosa para ustedes: “…El Pueblo Santo de Dios participa también de la función profética de Cristo, difundiendo su testimonio vivo, sobre todo con la vida de fe y caridad, y ofreciendo a Dios el sacrificio de alabanza que es fruto de los labios que confiesan su nombre. La totalidad de los fieles que tienen la unción del Santo no puede equivocarse cuando cree, y esta prerrogativa peculiar suya la manifiesta mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo, cuando desde el obispo hasta el último laico, presta su consentimiento universal a las cosas de fe y costumbre”. Quiere decir que en ustedes, pueblo de Dios, todo eso que ustedes, y en mis sacerdotes, los colaboradores del pueblo de Dios, todo eso que es: obispos, sacerdotes, religiosas, instituciones católicas, fieles, familias cristianas, formamos el pueblo de Dios y Cristo, profeta, nos ha hecho participantes de su misión profética. El Espíritu de Cristo nos ha ungido desde el día de nuestro bautismo y formamos entonces un pueblo que no se puede equivocar en creer. ¡Qué consuelo me dá ésto, hermanos! Ustedes no se equivocan cuando escuchan a su obispo y cuando acuden -con una constancia que a mí me emociona- a la Catedral, a escuchar mi pobre palabra; y no hay un re
hazo, sino al contrario, siento que se acrecienta más en el corazón del pueblo la credibilidad a la palabra de su obispo. Siento que el pueblo es mi profeta, a mí me está enseñando con la unción que el Espíritu ha hecho en su bautismo y que los hace incapaces de aceptar una doctrina equivocada o errónea; ustedes como pueblo la rechazarían, como rechaza el organismo esos cuerpos extraños que se le meten a veces.
-Participación del pueblo de Dios en la misión profética
Es hermoso pensar que tanto la fidelidad que yo trato de llevar al evangelio al predicarles a ustedes, así como la fidelidad con que ustedes quieren ser fieles a Cristo, no a mí, eso como que coincide en la seguridad que hay una infalibilidad que el Concilio la ha proclamado no debida a ninguna fuerza humana, ni a fanatismo, ni a partidismo, sino al Espíritu Santo, que unge al pueblo y a sus jerarcas para que vivan siempre la verdad que Cristo trajo. En este sentido ustedes y yo somos profetas, somos el pueblo profético; y asi, entonces, tenemos la obligación de realizar nuestra misión profética. Todos, queridos hermanos: el padre de familia es profeta de su hogar, la madre de familia es profeta para su esposo y para sus hijos, los jóvenes son profetas en su colegio; todos, si de verdad queremos vivir esta misión de la verdad traída por Cristo para iluminar las mentiras del mundo, tenemos que realizar esta misión tan difícil. Pero contamos que no somos nosotros; nosotros somos mentirosos, nosotros somos proclives al pecado, nosotros somos mal inclinados a las pasiones. ¡Qué mal estaría la Iglesia si sólo reposara sobre fuerzas humanas! Como Ezequiel!, somos barro de la tierra, pero desde el día en que el Señor eleva, nos pone en pie por el bautismo, nos hace hijos de Dios, nos unge con un carisma, con una vocación y nos manda en el conjunto de pueblo de Dios, quien como obispo, quien como párroco, quien como capellán, quien como religiosa, como padre de familia, como jornalero, como profesional. Si de verdad vivimos la belleza de esta fe, todos formamos el pueblo profético de Dios.
Dice el Concilio: “En el mundo viven confundidos los cristianos y los no cristianos, nadie los distingue; sin embargo, en el corazón del cristiano hay una unción que lo hace responsable de ese mundo que tal vez los otros no pueden ver esa responsabilidad”. Yo quisiera apelar esta mañana a esa vocación profética que todos ustedes tienen, hermanos. Y les quisiera decir, como cuando dije una vez: si alguna vez nos quitaran la radio, nos suspendieran el periódico, no nos dejaran hablar, nos mataran a todos los sacerdotes y al obispo también; y quedaran ustedes un pueblo sin sacerdotes, cada uno de ustedes tiene que ser un micrófono de Dios; cada uno de ustedes tiene que ser un mensajero, un profeta; siempre existirá la Iglesia mientras haya un bautizado, y ese único bautizado que quede en el mundo es el que tiene ante el mundo la responsabilidad de mantener en alto la bandera de la verdad del Señor y de su justicia divina.
Por eso dá lástima pensar en la cobardía de tantos cristianos y en la traición de otros bautizados. ¿Pero, que están haciendo, bautizados, en los altos campos de la política?, ¿dónde está su bautismo? Bautizados en las profesiones, en los campos de los obreros, en el mercado; dondequiera que hay un bautizado ahí hay Iglesia, ahí hay profeta, ahí hay que decir algo en nombre de la verdad que ilumina las mentiras de la tierra. No seamos cobardes, no escondamos el talento que Dios nos ha dado desde el día de nuestro bautismo y vivamos de verdad la belleza y la responsabilidad de ser un pueblo profético.
Quienes se ríen de mí, como si yo fuera un loco creyéndome profeta, debían de reflexionar. Nunca me he creído profeta como en el sentido de único en el pueblo porque sé que ustedes y yo, el pueblo de Dios, formamos el pueblo profético, y mi papel únicamente es excitar en ese pueblo su sentido profético que no lo puedo dar yo, sino que lo ha dado el Espíritu; y cada uno de ustedes puede decir con toda verdad: “El Espíritu entró en mí desde el día del bautismo y me envió a la sociedad salvadoreña, al pueblo de El Salvador”, que si hoy anda tan mal, es porque la misión profética ha fracasado en muchos bautizados. Pero, gracias a Dios, yo quiero decir también, que hay en nuestra Arquidiócesis un despertar profético en la comunidad eclesial de base, en el grupo que reflexiona la palabra de Dios, en esa conciencia crítica que se va formando en nuestro cristianismo que ya no quiere ser un cristianismo de masa, sino un cristianismo consciente que antes de recibir el bautismo recibe una catequesis; que antes de casarse se instruye para saber a qué se compromete y para ser en realidad honor de este pueblo de Dios. Yo me alegro y quiero felicitar a la Iglesia de la Arquidiócesis en estos esfuerzos por despertar el sentido profético de nuestros cristianos. Ese carisma nunca faltará en nosotros.
Cuando moría y estaba aqui tendido el Padre Rafael Palacios, asesinado en Santa Tecla, yo dije que su cadáver seguía predicando una denuncia no sólo hacia afuera de la Iglesia por sus crímenes, sino hacia adentro de la Iglesia por sus pecados. El profeta también denuncia los pecados internos de la Iglesia y, ¿por qué no? Si obispos, papas, sacerdotes, nuncios, religiosas, colegios católicos, estamos formados por hombres, y hombres somos pecadores y necesitamos que alguien nos sirva de profeta también a nosotros para que nos llame a conversión, para que no nos deje instalar una religión como si ya fuera intocable. La religión necesita profetas, y gracias a Dios que los tenemos, porque estaría muy triste una Iglesia que se sintiera tan dueña de la verdad que rechazara todo lo demás. Una Iglesia que sólo condena, una Iglesia que sólo mira pecado en los otros y no mira la viga que lleva en el suyo, no es la auténtica Iglesia de Cristo. Por eso, con cariño de hijo, porque también el hijo le dice a la mamá: “Mamá, llevas una manchita en la cara, ¿te la limpio?; mamá, llevas arrugado el vestido. ¿quieres que te lo arregle?” La mamá por más que la amamos, precisamente porque la amamos, la queremos mejor. Claro que hay manera de criticar, y cuando la crítica se hace contestación, insubordinación, capricho, en la Iglesia, eso está malo. Pero cuando la crítica se hace profetismo, el profeta que le dice también a la Iglesia: “Esto dice el Señor” y le lee el evangelio y tal vez el obispo, el sacerdote no está procediendo conforme el evangelio, tiene que convertirse con el amor con que hemos de amar y seguir a nuestro Señor Jesucristo.
3. LA SOCIEDAD SIENTE LA PRESENCIA DE DIOS EN SUS PROFETAS
Y El Salvador sentiría la presencia de Dios si el pueblo de los bautizados fuéramos verdaderamente santos, profetas. Gracias a Dios, también existe en el hogar un padre santo que es denuncia de los pecados de los hijos. Gracias a Dios que existe también en una fábrica un obrero, un patrono santo que es rechazo contra las injusticias que allí se cometen. Gracias a Dios que queda uno que otro profeta y que va surgiendo también en el pueblo de Dios este sentido crítico, y por eso se siente la presencia de Dios, y la suerte del profeta no puede ser otra que la que ahora nos cuenta la Sagrada Escritura.
-Cristo en su patria por segunda vez… fracaso. Cristo fue a su pueblo, es el último episodio de esta primera parte de San Marcos. Ya había ido y entonces si lo elogiaron pero ahora llega después de que ya se conoce más a fondo lo que él predica, lo que él exige, y esto parece duro a sus paisanos.
Teología de San Marcos (primera parte… misterio del Mesías). En la Teología de San Marcos -que es el evangelio de este año- la primera parte de su evangelio que termina hoy con este desenlace tan triste, la primera parte quiere ser una presentación de Cristo como Mesías. Pocas predicaciones pero muchos hechos. El profeta habla con obras más que con palabras, pero cuando habla, su presencia atrae o rechaza, según la sociedad que lo escucha.
Dudas… ofensa… rechazo. Entonces lo rechazan con dudas como las que hemos escuchado en el evangelio de hoy: “¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos?, ¿no es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José y Judas y Simón, y sus hermanas viven con nosotros aquí? Y desconfiaban de él”. Ven, hasta Cristo recibe la reacción del pueblo. ¡Qué tremendo es esto, la reacción de la sociedad ante el profeta! Hay en todas estas preguntas hasta insultos. Entre los judíos a nadie se le citaba por su mamá, siempre era su padre como para corroborar su legitimidad. Hijo de fulano, eran nombres de varones. Cuando se dice: “¿Que no es éste el hijo de María?”, hay una sugerencia perversa, es como si se dijera en nuestro ambiente la palabra tan común y tan ofensiva: “hijo de…”, una mujer sola. Hasta allá se llegó a insultar a Cristo.
Quiero, de paso, aclarar para aquellos que creen que María tuvo otros hijos y que Jesús tuvo hermanos. Aquí lo dice el evangelio, sus hermanos: Santiago, José, Judas y Simón; pero no vayan a creer que eran hijos de María Santísima. Consta en el evangelio de San Juan que José y Santiago eran hijos de una María, María la de Cleofás. María casada con un hombre llamado Cleofás tenía dos hijos que son estos: José y Santiago; a éstos los llama aquí el evangelio hermanos de Cristo. Como ven, no son hijos de María, sino de otra mujer que tal vez era pariente de María o de José. En el lenguaje oriental se llaman hermanos también a los hijastros, a los parientes cercanos se les llama hermanos. Por eso quitémonos de la cabeza la idea que muchos protestantes difunden que María tuvo otros hijos. Por otra parte, los católicos no podemos creer eso desde luego, que existe un dogma católico que dice que María fue siempre virgen. Para un católico hay que respetar mucho esta verdad de María. No era una cosa indigna que María tuviera otros hijos con su legítimo esposo, ¿qué de malo hay en eso? Sin embargo, los que quieren criticar es porque quieren ofender el honor que nosotros tanto admiramos en María, la Virgen Madre. Pero hay estudios muy a fondo y no es este el propósito especial de esta homilía sino para decir como, cuando no se quiere creer al profeta, se acude a estas dimensiones humanas. ¡Qué poca fe la de los parientes de Jesús!, de no mirar en él algo divino como lo veía su propia Madre Santísima, sino mirar únicamente la circunferencia humana, como si Dios no pudiera tomar, aunque fuera un hombre-barro, de la tierra y ponerlo en pie para que fuera profeta. Y Cristo es más que profeta, pero para que vean la reacción del pueblo ante sus profetas.
-Se explica el fenómeno:
El éxito del profeta no es ser acogido, sino que “sepan que hubo un profeta”. La primera lectura de hoy explica mejor el fenómeno. Cuando Dios llama a Ezequiel, le dice: “Te enviaré a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día. También los hijos son unos testarudos y obstinados; a ellos te envío que les digas: “Esto dice el Señor”. Ellos, te hagan caso o no te hagan caso, pues son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos”. El éxito del profeta no es que se convierta la gente que oye su predicación; si eso sucede, ¡bendito sea Dios! Dios ha logrado su fin por medio de su instrumento, pero si el profeta no logra que esa gente testaruda se convierta, no importa, el éxito está en esto: en que ese pueblo testarudo, pecador, infiel, reconozca por lo menos que hubo un profeta que les habló en nombre de Dios. Y esto es lo terrible de la sociedad. Sociedad que rechaza la palabra del evangelio cuando no está de acuerdo con su egoísmo, cuando no está de acuerdo con sus injusticias; entonces surge el montón de preguntas: “¿Y de dónde le viene a éste la sabiduría?, ¿quién lo está manejando? Eso no es de él”; y todas esas acusaciones tontas que de veras, en vez de entrar adentro, ¿tiene o no tiene razón?, se quedan en un rechazo. Dicen que un buen consejo se recibe aunque sea del diablo, aunque sea el diablo que me está diciendo, no lo debo rechazar.
-Cristo confirma: el rico epulón- tienen profetas. Hay una página terrible en el evangelio cuando se condena a un rico y allá en el infierno le manda a decir a sus hermanos. Le dice a Abraham: “Dale permiso a un muerto que les vaya a decir a mis hermanos que no sean como yo he sido, para que no vengan a este lugar”. Oigan la respuesta de Abraham. “No, allá tienen profetas, si no oyen a los profetas, tampoco escucharán a un muerto que resucite”. Es tan pegada la idolatría de la tierra, que el hombre que está idolatrando el oro, el dinero, el poder, el atropello, la injusticia, la pasión, la tiene tan pegada al corazón, que aunque un muerto le hable, no le hace caso; prefiere su dios. Mucho menos oirá la vos de un pobre profeta que en nombre de Dios le manda a decir: “Esto dice el Señor: sé más justo, no atropelles tanto”.
Hay una exclamación en el mismo profeta Ezequiel que yo no quiero perderme la oportunidad de que ustedes la repasen. Ya la conocen, fíjense. Cuando Dios en otro lugar le dice al profeta Ezequiel: “Levántate, vete al campo y allí te hablaré. Me levanté y salí al campo y me dijo: Tú, hijo de hombre, profetiza lo que yo mando a decir, tú oirás las palabras de mi boca y de mi parte los amonestarás. Si yo digo al malvado: vas a morir y tú no le amonestares y no le hablares para retraer al malvado de su perversidad para que viva él, el malvado morirá en su pecado, pero te demandaré a ti su sangre. Más, si habiendo tú amonestado al malvado, no se convierte él de su maldad y de sus perversos caminos, él morirá en su pecado, pero tú habrás salvado tu alma”. Es terrible la misión del profeta; tiene que hablar aunque sepa que no le van a hacer caso. Si no le hacen caso, se perderán por su culpa, pero el profeta salvó su responsabilidad. Hubo quien le dijera: “Esto dice el Señor”. Y si, gracias a Dios, el malvado lo escuchó, se salvará él y también será gloria del profeta que le predicó.
-Dios y su revelación estorban: el pecado causa del mal
No podemos callar, queridos hermanos, como Iglesia profética en un mundo tan corrompido, tan injusto. Sería de veras la realización de aquella comparación tremenda: ¡perros mudos! ¿De qué sirve un perro mudo que no cuida la heredad? Y si queremos saber en América Latina que es lo que pasa, tengo aquí el documento de Puebla para leerles solamente un pensamiento. Ha reconocido Puebla que: “Las angustias y frustraciones que se causan en nuestro pueblo se deben al pecado que tiene dimensiones personales y sociales muy amplias. Y si hay en el pueblo esperanzas y espectativas, nacen de su profundo sentido religioso y de su riqueza humana”. ¡Miren como Puebla elogia y alaba la calidad de nuestros pueblos latinoamericanos! ¡Son dignos de mejor suerte! Un pueblo profundamente religioso, una riqueza humana que sería largo comenzar a enumerar ahora.
Si este pueblo, con tan buenas cualidades, sufre desilusiones, frustraciones, angustias, temores, como los que está sufriendo, Puebla dice: ¿Cuál es la causa? El pecado que tiene dimensiones personales y sociales muy amplias. Entonces, ¿qué le toca hacer a la Iglesia en América Latina? Dice también Puebla: La acción positiva de la Iglesia en defensa de los derechos humanos y su comportamiento con los pobres ha llevado a que grupos económicamente pudientes que se creían adalides del catolicismo se sientan como abandonados por la Iglesia que, según ellos, habría dejado su misión “espiritual”. Bien reflejada la realidad de América Latina, cuando la Iglesia, en su afán de conversión al evangelio, está viendo que su papel está al lado de los pobres, del atropello, del marginado y en nombre de él tiene que hablar, y por él tiene que reclamar; muchas personas que pertenecen a las altas categorías y que se sentían como las dueñas de la Iglesia sienten que la Iglesia las abandona y como que ha olvidado la Iglesia su misión