La homilía, actualización viviente – IV de la palabra de Dios – Tercer domingo del Tiempo Ordinario
- Ciclo C
- Sunday January 27th, 1980
La homilía, actualización viviente – IV de la palabra de Dios – Tercer domingo del Tiempo Ordinario
HOMILIAS 1980 Lecturas:Nehemías: 8. 2-4a. 5-6. 8-10
Corintios: 12, 12-30
Lucas: 1, 1-4; 4, 14-21
Queridos hermanos:
ATENTADO CONTRA LA Y.S.A.X.
Gracias a Dios puedo decir también: estimados radio-oyentes, porque esperamos que la bomba que quiso silenciar nuestra radio no lo ha logrado todavía y estamos haciendo llegar la voz de la Iglesia a través de esa emisora que quiere estar precisamente al servicio de la palabra de Dios…
MENSAJE DE SOLIDARIDAD
Les agradezco esta manifestación de solidaridad a la que quiero unir varios mensajes que han llegado; por ejemplo, por no alargarme más, el de las Hermanas del equipo pastoral de Tepecoyo: “Lamentando pérdida emisora, voz orientadora de la Iglesia, pueblo cristiano nos solidarizamos Arquidiócesis, ofreciéndole ofrenda dominical parroquia unión de oraciones”. Así también quiero agradecer varias expresiones de solidaridad de emisoras que han protestado por este gesto brutal de querer callar con la fuerza, la verdad de Dios.
UNA BELLA OPORTUNIDAD PARA RENDIR
HOMENAJE A LA PALABRA DE DIOS
Y digo que las lecturas nos hacen precisamente el marco para, en esta situación de ultraje al instrumento de la palabra de la Iglesia, rendir homenaje a lo que constituye el alma de nuestros mensajes: la Palabra de Dios.
HOY LAS LECTURAS NOS PRESENTAN EL CASO DE DOS HOMILIAS:
La homilía de Esdras y los Levitas en medio del pueblo de Israel al retornar del destierro, leyendo la palabra y explicándola; y, sobre todo, el evangelio donde está la homilía más sublime que se ha pronunciado cuando Cristo, cerrando el libro, dice: “Estas cosas se han cumplido hoy”. Esa es la homilía: decir que la palabra de Dios no es lectura de tiempos pasados sino palabra viva, espíritu que hoy se está cumpliendo aquí. De allí el esfuerzo de aplicar el mensaje eterno de Dios a las circunstancias concretas del pueblo.
Es pues, una bella oportunidad para hacer hoy un comentario sobre lo que es la homilía ya que, gracias a Dios, a través de esa palabra estamos haciendo una catequesis y tratando de ser lo que debe ser la homilía: la explicación sencilla de la palabra eterna y la aplicación concreta de esa palabra que es luz, es fuerza, ilumina, consuela, orienta.
CONCILIO VATICANO II: PAPEL DE LA HOMILIA:
El concilio Vaticano II, que ha impulsado la renovación actual de la Iglesia, nos dice cual es el papel de la homilía: “Se recomienda encarecidamente, como parte de la misma liturgia- como parte de la misma liturgia es parte de la misa-, la homilía, en la cual se exponen durante el ciclo del año litúrgico, a partir de los textos sagrados, los misterios de la fe y las normas de la vida cristiana. Más aún, en las misas que se celebren los domingos y fiestas de precepto con asistencia del pueblo, nunca se omita, si no es por causa grave”. (S.C. 52) Aquí se nos dice, pues, como tiene que ser, a partir de la palabra de Dios. El tema no lo inventa el que predica, sino, la palabra de Dios lo impone: habla de ésto, di ésto a mi pueblo. El predicador lo que hace es aplicar esa palabra esa palabra al pueblo, a la asamblea que se ha reunido con el fin de que se iluminen sus realidades; y sobre todo ésto: de que el pueblo celebre esa palabra en el sacramento de la Eucaristía. Toda la Biblia y toda la predicación, es en torno del gran misterio salvador de Cristo que culminó en su muerte y su resurrección.
LA HOMILIA ACTUALIZA A CRISTO
En la misa, donde Cristo nos dejó el memorial de su muerte y su resurrección, la lectura de cualquier parte de la Biblia se centra en ese misterio. De allí, que el predicador tiene que, al mismo tiempo que ilumina las realidades, los caminos del pueblo, orientar como en la homilía de Esdras para que al terminar diga: “amén, amén, alabemos y demos gloria al Señor!” y nos unamos en el Santo Sacrificio de la Misa.
LA HOMILIA ENTABLA UN DIALOGO CON DIOS E ILUMINA LAS REALIDADES
La homilía es un discurso de carácter sagrado, litúrgico, que lleva el corazón del hombre, del oyente, a la fe en Dios, a la alabanza de Dios, a la celebración de la redención que se hace presente en el sacrificio eucarístico: predicamos y celebramos. Por eso, la misa no queda completa si sólo venimos a oír y no nos quedamos a la parte eucarística.
Lo principal no es la predicación, ésto no es más que el camino; lo principal es el momento en que adoramos a Cristo y nuestra fe se entrega a él, iluminados con esa palabra, y desde allí vamos a salir al mundo a realizar esa palabra. Se oye la palabra, se acomoda a la realidad, se celebra y se alimenta en la vida de Cristo y lleva el compromiso del hombre a su deber, a su hogar, a sus servicios en el mundo para que sea verdaderamente vida según Dios.
AÑO LITURGICO: DESPLIEGA EL MISTERIO DE CRISTO
La homilía actualiza la presencia de Cristo; y, por eso, en el trayecto del año litúrgico la Iglesia ha organizado tan maravillosamente la celebración de este misterio en el que ahora estamos ya: en el Tiempo Ordinario. Se llama Tiempo Ordinario al tiempo en que no hay celebraciones de carácter especial.
TIEMPOS FUERTES
Son tres los momentos especiales del año litúrgico: el que acabamos de terminar, Tiempo de Navidad; el que vamos a comenzar dentro de pocos días, Tiempo de Cuaresma; y el que sigue a la Cuaresma, el Tiempo de la Pascua, la Resurrección del Señor, que se celebra durante 50 días.
TIEMPO ORDINARIO
Aparte de estos tres momentos fuertes, todo lo demás se llama Tiempo Ordinario. Termina el ciclo de Navidad, y mientras no comienza la Cuaresma se ponen las semanas y domingos del Tiempo Ordinario. Cuando termina la Pascua con la fiesta de Pentecostés hasta comenzar nuevamente la preparación de Navidad, continúa el Tiempo Ordinario. En el Tiempo Ordinario no hay un misterio especial, es el misterio en conjunto de Cristo el que celebramos. Y, por eso, cada año se toman evangelios distintos.
Hoy que la Iglesia ha acomodado una más abundante lectura de la Biblia, este año le toca al evangelio de San Lucas, el tercer evangelio. Y precisamente de allí, de esa lectura que se ha hecho, del prólogo; el principio de San Lucas y el principio del ministerio de Cristo, voy a tomar el tema de esta homilía que nos dá a conocer más el espíritu de este evangelio que ojalá, queridos hermanos, fuera el evangelio del año para todos. No sólo cuando venimos a misa sino allá en nuestras casas leamos, pero con profundidad, el tercer evangelio que es el de este año. Titularía yo así, pues, para que le demos una síntesis al pensamiento:
LA HOMILIA, ACTUALIZACION VIVIENTE
DE LA PALABRA DE DIOS
La homilía, actualización, es decir, que hace presente, actual, como si estuviera sucediendo ahora, con toda su fuerza viva, la palabra de Dios aquí entre nosotros; es realidad de Cristo que vive a través de su palabra. Y la voy a exponer esta idea en estos tres puntos.
1o. Jesús es la Homilía viviente de la revelación del Padre
(La misma persona de Cristo es como una homilía perenne de la revelación de padre, la voluntad eterna de Dios se hace humana, se envuelve de carne de hombre y vive aquí, en Cristo, aún cuando no habla, está hablando, es la perenne homilía de Dios).
2o. La Iglesia es la prolongación siempre actual y operante de la Homilía de Jesús
(Jesús está predicando mediante su Iglesia. La Iglesia es la prolongación de la homilía que Cristo inició allá en Nazaret: “El espíritu del Señor sobre mí”, lo puede seguir diciendo la Iglesia y en cada momento como yo lo puedo decir ahora en este domingo 27 de enero de 1980, aquí en la Basílica, a las 8 de la mañana: “esto se cumple hoy aquí”. Aquí está presente la palabra de Dios, la Iglesia son ustedes, soy yo, somos la continuación de la homilía viva que es Cristo Nuestro Señor).
3o. Los efectos mesiánicos y salvíficos en los hombres de la Homilía de Cristo
(Unos la aceptan y son felices, otros la rechazan y se obstinan en su maldad)
1. JESUS ES LA HOMILIA VIVIENTE DE LA REVELACION DEL PADRE
a) La Homilía más sublime: El Episodio
Digamos ante todo que Jesús es la homilía viviente de la revelación de Dios. El episodio es emocionante, lo ha leído el evangelio, fijémonos bien. Cristo, llegando a la sinagoga de Nazaret, su pueblo, tomando un asiento en el estrado donde están los maestros de Israel y según la costumbre- que ahora se repite cuando llamamos a alguno del pueblo que venga a leer la lectura de Dios y si tiene que explicar algo explique- invitan a Jesús.
EXPECTATIVA DE TODA LA SINAGOGA
Y tomando el rollo- no eran libros como los modernos sino rollos de pergaminos- escoge o hace que el sacristán le escoja un pasaje que él va a comentar, el de Isaías. Lo lee el mismo Cristo. ¡Qué honor para Isaías leído por Jesucristo, y honor más grande, todavía, cuando enrollando el pergamino- es una expresión muy significativa la que dice el evangelio hoy-: “Y enrollando el libro lo devolvió al que le ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él”.
Es una expresión que dice más de lo que es un momento histórico. Ustedes saben que en el evangelio hay que buscar profundidades teológicas que el autor del evangelio quiere decir en una frase inspirada en un momento histórico. “Toda la sinagoga tenía los ojos puestos en él”, es como un decir: todo el mundo sólo espera de Cristo la palabra que puede salvar. El va a decir la verdad que el mundo necesita, todos tenemos esa ansia; lo estamos viendo, estamos esperando que diga él la palabra que nos manda decir el Señor.
Y el comentario de Cristo, bien sencillo pero bien profundo nos dice: “Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír”. ¿Qué es lo que acabáis de oír? Pues que el espíritu del Señor está sobre mí y que me ha enviado con la fuerza del Espíritu, como dice el evangelio a continuación: “Yendo a su ciudad con la fuerza del Espíritu”.
b) Cristo culmina la Revelación
Cristo se presenta aquí como la revelación del Padre, el complemento de toda la revelación. Cristo nos lo presenta el Concilio, en el Documento sobre la Revelación, como el que culmina la revelación. Les leo ésto porque estas palabras insustituibles vale saborearlas y sentir el honor y la dicha de haber conocido a Jesucristo. Dice: “El Padre envió a su Hijo, la Palabra eterna, que alumbra todo hombre, para que habitara entre los hombres y les contara la intimidad de Dios. Jesucristo, Palabra hecha carne, “Hombre enviado a los hombres”, habla las palabras de Dios y realiza la obra de la salvación que el Padre le encargó. Quien ve a Jesucristo; pues él, con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su muerte y gloriosa resurrección, con el envío del Espíritu de la verdad, lleva a plenitud toda la revelación y la confirma con testimonio divino”. (DV,4).
c) Por el espíritu es fuerza de Dios
Conocer a Cristo es conocer a Dios. Cristo es la homilía que nos está explicando continuamente que Dios es amor, que Dios es fuerza, que está sobre él; el Espíritu del Señor, que él es la palabra divina, es la presencia de Dios entre los hombres.
EL EVANGELIO NO ES BIOGRAFIA
Entonces Jesucristo y el evangelio no son dos cosas distintas. El evangelio no es una biografía de Cristo. Para San Pablo, el evangelio es la fuerza viviente de Dios. Leer el evangelio no es como leer un libro cualquiera, hay que llenarse de fe y hacer que se destaque vivo Jesucristo, revelación del Padre. Sentir, aunque sea en el silencio, sin que nadie hable, en la fe profunda del corazón, que Cristo es homilía de Dios que me está predicando y que estoy tratando de llenarme de esa fuerza divina que ha venido en Cristo Jesús.
Por el Espíritu- tengamos en cuenta una maravillosa teología del evangelio de San Lucas- se le llama el evangelio de la oración y del Espíritu Santo, porque es el evangelio que más destaca a Cristo en oración, en comunión con el Padre; y es el que continuamente está diciendo que Cristo era llevado por el espíritu.
Por eso, cuando Lucas, el mismo autor del tercer evangelio, escribe también los hechos de los Apóstoles aparece que aquel mismo Espíritu que animó a Cristo en la redención, es el mismo Espíritu que Cristo trasfundió a esta Iglesia que continúa en los viajes de San Pablo, en las cárceles de Pedro, en la oración de las comunidades cristianas.
Cristo sigue viviente gracias al Espíritu. “El Espíritu sobre mí, ésto se cumple hoy, comienza la era del cristianismo, aquí comienza una fase de historia que es ya la plenitud de los tiempos”. El Espíritu Dios, se ha hecho espíritu también del hombre que lo quiera recibir.
2. LA IGLESIA ES LA PROLONGACION SIEMPRE ACTUAL
Y OPERANTE DE LA HOMILIA DE JESUS
a) La verdad de la Iglesia se funda en la verdad de los hechos del Evangelio
En primer lugar, la verdad de la Iglesia depende de la verdad de Cristo. “Seríamos -dice San Pablo- unos grandes ilusos, unos grandes mentirosos si estuviéramos predicando a Cristo y Cristo no fuera lo que nosotros decimos”.
-PROLOGO DE SAN LUCAS: “SIGUIENDO LAS TRADICIONES
TRANSMITIDAS”
Por eso, en el prólogo de San Lucas, que hemos leído hoy, se destaca precisamente esa idea. ¿Qué quiso hacer Lucas cuando escribió el evangelio? Relatar los hechos: “siguiendo las tradiciones transmitidas por los que primero fueron testigos oculares… Yo, por eso, quiero también comprobarlo todo desde el principio escribírtelos por su orden, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido”.
En estas horas en que todo parece relativo, en que todo es confusión, en que nada es verdad, ¡qué sólida suena esta palabra del evangelio! El evangelio le dá una consistencia eterna a la Iglesia. Por eso hemos repetido: “la Iglesia no vive de coyunturas, la Iglesia vive de la eterna realidad que se realizó, y que los testigos oculares presenciaron y que los hombres transmitieron en tradiciones vivas, iluminados por la presencia del Espíritu.
RELATO DE LOS HECHOS QUE SE HAN VERIFICADO ENTRE NOSOTROS
¿Cuáles fueron esos hechos? Son los que va a comenzar a contar. A partir de aquella entrada a la sinagoga, Cristo inicia una predicación, y consuma una redención y resucita, y todo eso que constituye el “kerigma”, el anuncio del Reino de Dios, de la venida de Cristo a salvar a los hombres, es precisamente esa realidad que se llama Iglesia, nace de la verdad de los hechos.
Aún históricamente, aún prescindiendo de la inspiración divina, no hay libro tan científicamente comprobado en su autenticidad y veraz en lo que dice, como el evangelio. Veinte siglos en que lo han criticado no sólo amigos sino enemigos para deshacer lo que dice, no han logrado más que darle más brillo a estas palabras de San Lucas.
TESTIMONIO DE QUIENES FUERON TESTIGOS OCULARES
Las realidades que presenciaron los testigos oculares y que nos transmitieron a nosotros, hechos que comprueban la verdad, la solidez de las cosas que tú crees.
Hermanos, no dudemos nunca de la verdad del Evangelio, es peligroso confundirla con tantas promesas falsas de los hombres y creer que el evangelio también nos dejará frustrados y desilucionados. Pero, de verdad, es una palabra muy distinta, por eso les decía que este día que vuelve al aire la Y.S.A.X., puede decir con honor que a través de sus antenas, que han querido deshacer las fuerzas de los hombres, va una palabra que no la puede detener nadie, que vive en la Iglesia, que es realidad sólida en la fe de todo un pueblo, que nadie puede acabar esta palabra…
b) LA COMUNIDAD SE HACE HOMILIA DE JESUS
Pero así como la Iglesia nace del evangelio, en el prólogo de San Luca
aparece otro aspecto precioso: la Iglesia se convierte en mensajera del Evangelio. Se evangeliza para evangelizar.
Por eso, San Lucas nos dice que él está recogiendo los testimonios. San Lucas no fue un apóstol, ni siquiera conoció a Cristo, pero fue discípulo de Pablo y estuvo en Roma, y escuchaba a los apóstoles, y escuchaba a las comunidades. Y esto es bello: saber que los evangelios los hicieron las comunidades.
Los evangelios que hoy leemos: de San Mateo, de San Marcos, de San Lucas, de San Juan, son la homilía de las comunidades.
LOS PREDICADORES DE LA PALABRA
Un testigo platicaba con un grupo lo que había visto y daba fe, hasta la sangre, de que era verdad lo que contaba. Y aquella gente creía porque el Espíritu de Dios lo iluminaba también, se evangelizaba. Y teníamos, entonces, una comunidad que había recibido la fe y que se sentía impulsada a llevar la fe gracias al mismo Espíritu que la iluminaba.
ESTILO DE LUCAS
Lucas, precisamente, no es más que un eslabón en esa cadena de la tradición. Lucas no conoció a Cristo, ni vió personalmente los hechos que él cuenta; “… pero -como dice- convencido de la realidad, de la solidez de estas cosas, sé que la comunidad en la que vivo se alimenta de esta fe”; y no puede dudarse de ella. Y en comentarios con las comunidades escribían los evangelistas los preciosos evangelios que han llegado hasta nosotros. Por eso tienen características muy distintas a pesar de contar la misma vida de Cristo; son homilías, reflexiones hechas en contextos históricos reales distintos.
Lucas escribió para paganos, Mateo escribió para judíos, Marcos escribió para romanos. Lucas, escribiendo para paganos, no se preocupa tanto de las fórmulas judías pero si se preocupa de motivos que pueden conmover a cualquier hombre.
CARACTERISTICAS DOCTRINALES
Y por eso, las características doctrinales del evangelio de San Lucas ponen un paralelo entre la actividad de Jesús y el ministerio de la Iglesia. Presentan a Jesús no como la realización de unas profecías judías, sino como un profeta nuevo que va a ver cumplirse lo que él dice en la posteridad de su Iglesia.
Lucas presenta a Cristo como el profeta que lanza al mundo un Reino que no tendrá fin y los años se van encargando de confirmar a este profeta y fundador de la Iglesia. También destaca San Lucas la actuación de Cristo entre los gentiles, entre los pobres, entre los marginados. Esto conmueve más a un pueblo que no ha hecho de esa religión, un privilegio; sino que hace de su conocimiento nuevo de un Cristo, la comprensión para aquel mundo tan despreciado de los esclavos, de los marginados.
SE LE LLAMA EVANGELIO DE LA MISERICORDIA
El evangelio de San Lucas ha tomado nombres preciosísimos; por ejemplo, se le llama el evangelio de la misericordia y de los grandes perdones. En ningún evangelio se cuenta la parábola del Hijo Pródigo, el pecador arrepentido. El evangelio de Lucas es el que expresa mejor la ternura del corazón de Cristo cuando se le acercan los pecadores y los perdona.
SE LE LLAMA EL EVANGELIO DE LOS POBRES
El relato de Belén es pintoresco porque en torno del Cristo que nace, son los pobrecitos, los pastores; los que no tienen porvenir según el mundo, los que le hacen el cortejo al Rey que ha nacido. De allí nace esa opción preferencial por los pobres.
SE LE LLAMA EL EVANGELIO DE LA RENUNCIA ABSOLUTA
Lucas escribiendo para los idólatras del honor y de las riquezas de la tierra, les dice que lo dejen todo por el Reino de Dios. Nadie es tan absoluto en esta renuncia de las cosas para hacer pobres de verdad, como el evangelio de los pobres.
SE LE LLAMA TAMBIEN -YA LES EXPLICABA- EL EVANGELIO
DE LA ORACION Y DEL ESPIRITU SANTO
Porque es el evangelio que presenta mejor la trascendencia de este mensaje evangélico y nos eleva hacia Dios y de Dios hace derivar en la oración los momentos solemnes en que Cristo escoge los apóstoles, se transfigura y va a lanzar la Iglesia por el mundo, fruto de la oración y del espíritu.
Y SE LLAMA TAMBIEN AL EVANGELIO DE SAN LUCAS,
EL EVANGELIO DEL GOZO MESIANICO
Si quieren un mensaje de alegría y de optimismo, lean a San Lucas. Lean con qué alegría se cuenta la gran noticia, la buena noticia de que Dios ha venido y que los pecadores, los marginados, los que necesitan buenas noticias, la tienen allí en el evangelio y que por eso se llama la buena noticia.
La Iglesia, pues, se hace comunidad que trasmite a Cristo, que sigue la homilía de Cristo en el estilo de cada uno. Esto es maravilloso, también, cada comunidad, cada predicador, cada catequista, cada congregación religiosa, cada fisonomía de la Iglesia tiene su propio carisma, su propio modo de ser, pero entre todos contamos la maravilla de que Cristo vive a través de su espíritu, en nosotros.
ES EL ESPIRITU EL QUE CONSTRUYE EL CUERPO DE CRISTO
CON TODOS LOS QUE LE SIGUEN
Aquí quisiera yo que leyéramos de nuevo o simplemente recordáramos la segunda lectura de hoy donde San Pablo, maestro de Lucas, se refiere precisamente a la constitución de esta Iglesia como un cuerpo en que todos somos miembros unos de otros. Cristo es la cabeza y el Espíritu que anima esa cabeza anima también como una misma vida de la cabeza y del cuerpo a todos los miembros que constituimos la Iglesia.
Y por eso, vuelvo a decirles, hermanos, lo que una vez les dije, precisamente ante el temor de quedarnos un día sin radio: El mejor micrófono de Dios es Cristo, y el mejor micrófono de Cristo es la Iglesia, y la Iglesia son todos ustedes. Cada uno de ustedes… desde su propio puesto, desde su propia vocación: la religiosa, el casado, el obispo, el sacerdote, el estudiante, el universitario, el jornalero, el obrero, la señora de mercado, cada uno en su puesto viva intensamente la fe y siéntase en su ambiente “verdadero micrófono de Dios Nuestro Señor”.
Así la Iglesia tendrá siempre una predicación, será siempre homilía aún cuando no tengamos la feliz oportunidad que yo siento cada domingo: de entrar en comunión con tantas comunidades que durante esta semana me han manifestado el deseo de volver a oír esta emisora que casi se ha hecho pan de nuestro pueblo. Pero el día en que las fuerzas del mal nos dejarán sin esta maravilla de que ellos disponen en abundancia, y a la Iglesia se la regatean hasta lo último, sepamos que nada malo nos han hecho, al contrario, seremos entonces más “vivientes micrófonos” del Señor y pronunciaremos por todas partes su palabra…
3. LOS EFECTOS MESIANICOS Y SALVIFICOS EN LOS HOMBRES
DE LA HOMILIA DE CRISTO
Quiero decir por último en mi reflexión homilética, o sea de homilía, los efectos mesiánicos y salvíficos de la homilía. Mesiánicos, es decir, todos los bienes que Cristo trajo. Salvíficos, fuerza de liberación como ninguna la palabra del evangelio.
a) EL EVANGELIO ES LA PREDICACION DE JESUS, Y SE PRESENTA
EN EL EVANGELIO DE SAN LUCAS COMO UNA MISION DE
GRACIA, COMO UNA OFERTA DE SALVACION
¿Cuál fue el texto que Cristo escogió en la abundancia del Viejo Testamento para presentarse en los tiempos mesiánicos? Lucas no sólo quiere contarnos el episodio de Cristo un sábado en la sinagoga de Nazaret. Lucas, al poner este episodio junto a su prólogo del evangelio, nos está queriendo decir: “Se anunciará en el mundo entero quien es Cristo, cuál es su obra, qué viene a decir”.
Y por eso escoge y cuenta con halago- Lucas- el pasaje que Cristo leyó donde están todas las maravillas de la liberación: “El espíritu sobre mí. Porque él me ha ungido! ¡Me ha ungido! Cristo es el Ungido, eso quiere decir Cristo; Cristo o Mesías. Mesías es plabra hebrea que significa lo mismo que Cristo en griego, y en español ungido. Es el Ungido es el que es como asumido, como empapado del Espíritu Santo. El es la plenitud del Espíritu de Dios, el Ungido”.
¡ME HA UNGIDO, ME HA ENVIADO PARA DAR LA BUENA NOTICIA A LOS POBRES!
Esta es la misión de Cristo, llevar la buena noticia a los pobres, a los que sólo reciben malas noticias, a los que no sienten más que el atropello de los poderosos, a los que ven pasar por encima de ellos, las riquezas que hacen felices a otros. Para éstos viene el Señor, para hacerlos felices y decirles: no ambicionen, siéntanse dichosos y ricos con el gran don que les trae el que siendo rico se hizo pobre para estar con ustedes y saber que la mejor felicidad es compartir la alegría que Dios siente, con sus pobres.
“ME HA ENVIADO PARA ANUNCIAR A LOS CAUTIVOS LA LIBERTAD; A LOS CIEGOS, LA VISTA. LIBERTAD A LOS OPRIMIDOS;
PARA ANUNCIAR EL AÑO DE GRACIA DEL SEÑOR”
Era el año sabático que todos esperaban con anhelo, porque ese año tenían que devolvérseles todas las cosas que se les habían quitado, y ese año también se cancelaban las deudas y comenzaba como una sociedad nueva. La hora que esperamos en El Salvador, no en gracia de un año sabático, sino en la fuerza de una reestructuración que el pueblo anhela y que va a lograr con el Cristo que ha venido precisamente a anunciar las nuevas sociedades, la buena nueva, los nuevos tiempos…
Por eso no me canso de decir a todos los hombres, sobre todo a los jóvenes que anhelan la liberación de su pueblo, que admiro su sensibilidad social y política pero que me dá lástima que la gasten por caminos que no son los verdaderos; que la Iglesia les está diciendo: por este camino, por el de Cristo. Pongan todo su empeño, toda su entrega, todo su sacrificio, hasta el afán de morir, pero muriendo por la causa de la liberación verdadera que la ha garantizado aquel que está empapado del Espíritu de Dios y que no nos puede dar caminos de engaño, el que puede asumir todas las preocupaciones liberadoras, reivindicativas del pueblo, que son gritos que claman hasta Dios y que Dios tiene que escucharlos. Ojalá todos escucháramos también, que el gran líder de nuestra liberación es este Ungido del Señor que viene a anunciar la buena nueva a los pobres, a dar la libertad a los cautivos, a dar noticia de los desaparecidos, a dar alegría a tantos hogares en luto, a que la sociedad sea nueva como en los años sabáticos de Israel.
b) LA HOMILIA DEBE LLEVAR AL CULTO: ADORACION A DIOS
Otro efecto de la homilía es: despertar la adoración de Dios. Aquí me gusta escuchar la primera lectura, y el marco histórico es conmovedor. Nehemías y Esdras son dos nombres de judíos que regresaron del destierro de Babilonia. Y cuando regresaban, las diversas caravanas se encontraban con una Jerusalén destruida. Había desilusión pero trabajaron la reconstrucción. Siempre ha sido el esfuerzo de los hombres no dejarse dominar por el pesimismo; reconstruir, no destruir. Y reconstruyendo estos hombres, ya terminando su obra, convocan a todo el pueblo que va recuperando su espíritu patriótico. Y es allí cuando se celebra esta solemne asamblea.
Todo el pueblo estaba escuchando a Esdras que, subido en una tarima como en nuestro ambón, leía el Pentateuco, lo escrito por Moisés, que Dios le mandaba a decir a su pueblo. Y les explicaba en forma de sencillas catequesis, qué quiere Dios en ésto, qué quiere decir aquí. La homilía al pueblo, la sencillez de la palabra, sin pretensiones retóricas ni oratorias, simplemente el amor al pueblo para que entienda a Dios y entre en contacto con Dios.
Esto es lo que pretendemos: que yo no sea un estorbo entre el diálogo de ustedes con Dios, sino que en cada corazón despierte la gratitud, el amor, la admiración, el arrepentimiento, el volverse a Dios. Para que una vez terminada la homilía, pudiéramos ver al pueblo, que alzando las manos, poniéndose de pie, respondiendo: “¡Amén!, ¡amén!, y se inclinó y se postró rostro a tierra ante el Señor”.
Nosotros, terminada la homilía, nos ponemos en oración también y celebramos la eucaristía. Y hoy, cada vez que se celebra un sacramento, se lee la Biblia y se hace una homilía. ¡Hoy es tan solemne la vida sacramental de la Iglesia¡ Para hacer un bautismo interesa que se preparen antes; y después vienen, se lee un pasaje del evangelio, el sacerdote explica. Y sólo cuando ya se ha despertado la fe, se lleva al niño a la pila bautismal para que comprendan los grandes qué es lo que va a pasar. Lo mismo en el matrimonio, que es un rito sacramental, también se lee la palabra de Dios, para los que se van a amar para siempre se sientan inclinados a esperar de Dios la fidelidad en ese amor. Todo es, pues, acercar a Dios.
Yo no pretendo otra cosa, queridos hermanos, y me alegra mucho cuando hay gente sencilla que encuentra en mis palabras precisamente un vehículo para acercarse a Dios, o de un pecador que se ha convertido a Dios. Este es el efecto de la verdadera predicación eclesiástica: la Iglesia, homilía de Cristo, continuando el mensaje de Cristo.
ALEGRIA Y FIESTA EN EL CORAZON
Y produce otra cosa la homilía, que lo cuenta también el libro de Nehemías cuando dice: “Y añadieron los sacerdotes: Andad, hoy es un día consagrado a nuestro Dios. No hagáis duelos ni lloréis- porque el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la ley-. Y añadieron: Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene preparado, pues es un día consagrado a nuestro Dios”. Diríamos que es el espíritu del domingo, el día del Señor, día de alegría, pero de una alegría no egoísta, de alegría que comparte con aquellos que no tienen. Lo que tenemos, compartidlo para sentirnos más felices.
¡Qué hermoso será el día en que una sociedad nueva, en vez de almacenar y guardar egoísticamente, se reparta, se comparta y se divida, y se alegren todos porque todos nos sentimos hijos del mismos Dios! ¿Qué otra cosa quiere la palabra de Dios en este ambiente salvadoreño si no la conversión de todos para que nos sintamos hermanos?
EL EVANGELIO TAMBIEN NOS HACE VER OTRO EFECTO DE LA HOMILIA: UNO FELIZ Y OTRO AMARGO.
El feliz es el que cuenta el pasaje que se ha leído hoy, cuando después nos dice que la gente lo admiraba y se sentía feliz junto a Cristo, porque habían recibido de él la gran revelación.
DENUNCIA DE POCA FE
Pero inmediatamente que Cristo comenzó a explicar en su homilía la denuncia de su pueblo, Nazaret donde él no podía hacer milagros a pesar de tanto que amaba a su pueblo, porque era un pueblo incrédulo, un pueblo que lo confundía con un simple hijo de María, hijo de un hombre. Cristo les dice: “También en otros tiempos hubo profetas en Israel pero no fueron enviados a los israelitas sino que los extranjeros vinieron y aprovecharon el mensaje”. Se sintieron aludidos de que les estaba denunciando la incredulidad, su falsa piedad.
La sinagoga, formalística en su religión, no tolera que le digan que está malo el culto que está haciendo y lo que hicieron fue sacar a empellones al pobre Cristo, llevarlo a la altura que está a la orilla de Nazaret y de allí lo querían despeñar. Pero él, usando su potestad de Dios, pasando por en medio de ellos -todavía no había llegado su hora-, se salva. ¡La suerte de los profetas! Siempre tendrán que decir cosas buenas, y por la felicidad del pueblo señalarles también sus pecados para que se conviertan. Los que son humildes, le atienden y se salvan. Pero los que no, se obstinan y se pierden.
HECHOS DE LA SEMANA
Tenemos su fuente, pues, Jesús homilía de Dios. La Iglesia, homilía de Cristo; y los hombres, recibiendo con amor o con rechazo. Es la hora de ver si nuestra Iglesia de la Arquidiócesis, si nuestras comunidades y nuestro trabajo eclesial, es verdaderamente como un micrófono de Dios ¿tratamos de empaparnos del pensamiento de Cristo?
Los acontecimientos eclesiales de esta semana quizás son tan ricos, como los acontec