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Las tres condiciones para entrar en el Reino de Dios

Las tres condiciones para entrar en el Reino de Dios
HOMILIAS 1979 28º Domingo del Tiempo Ordinario
14 de Octubre de 1979

Sabiduría: 7, 7-11
Hebreos: 4, 12-13
Marcos: 10, 17030

Queridos hermanos:

-Introducción

La segunda lectura que han escuchado hoy describe la verdadera actitud de un cristiano que va a misa el domingo. Es una carta escrita para los cristianos que se habían convertido del judaísmo pero que, en hora de persecución y al sentir la nostalgia de su antigua religión judía, corrían grave peligro de apostatar de su fe. A éstos es a quienes se dirige esta carta cuyos capítulos 3 y 4 serían una lectura bellísima para este tiempo de los cristianos salvadoreños.

Los capítulos 3 y 4 (Hebreos) comparan el peregrinar del desierto… camino de la liberación hacia el “Descanso”.

El autor de la carta se remonta a los orígenes del pueblo hebreo cuando Moisés los sacó de Egipto; durante cuarenta años tuvieron que atravesar el desierto para llegar a la tierra prometida. Ese episodio del Exodo sirvió luego también en el Antiguo Testamento, como motivación de esperanza cuando los israelitas fueron deportados a otro destierro: a Babilonia. Los profetas recordaban el prodigio de Dios que los había sacado de Egipto, que tuvieran confianza, que sucederían un nuevo Exodo de Babilonia hacia la Tierra Santa.

Esa misma comparación es la que usa San Pablo en estos dos capítulos pero, ya no refiriéndola al pueblo judío, sino a los judíos convertidos ya -como nosotros- al cristianismo. Les dice: “Todo aquello no era más que figura: la liberación de Egipto, el caminar por el desierto, el llegar al Descanso del Señor”. Así se llamaba la tierra prometida: ¡el Descanso del Señor!. Es figura de esta liberación que el pueblo cristiano va luchando por obtener del pecado. La larga peregrinación por el desierto es nuestra vida, donde hay muchas tentaciones contra la fidelidad, contra la confianza, contra el poder de Dios. ¿Recuerdan cuando junto a las rocas del desierto tenían sed y se amotinaban contra Moisés porque los había sacado de Egipto? Fue una hora dura en la peregrinación y por eso se llamó aquel lugar el “Lugar de la Tentación”. Sin embargo, Dios hizo prodigios, hizo  brotar agua de la roca y continúo la peregrinación.

-Sentido del “Descanso”… “Día del Señor”
Nuestro descanso no es la tierra prometida, nuestro descanso es el cielo, el santuario donde este nuevo Moisés, Jesús, ha penetrado con toda la redención abriendo la puerta a todos los que quieran ser salvos.

-No todos entraron
Pero así, como los peregrinos del desierto, no todos llegaron a la tierra del descanso, porque por sus pecados Dios setenció a muerte a muchos israelitas que salieron de Egipto y no tuvieron la dicha de llegar a la meta de la peregrinación.

-Sólo entraron los que creyeron y perseveraron
Pero los que tuvieron fe y los que nacieron en el desierto durante los cuarenta años y se asociaron a aquel pueblo de fe y de esperanza en la promesa de Dios, llegan al descanso.

Entonces, la Carta a los Hebreos nos recuerda un salmo que conmemora este hecho y dice: “Pues si hoy oís la voz del Señor, ¡no endurezcáis vuestros corazones!” Es aquí donde encaja este pasaje que se ha leído, donde nos dice que: “La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. Juzgan los deseos e intenciones del corazón. Nada se oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas”. Con esta motivación San Pablo quiere animar a los cristianos a no desfallecer en la fe, porque la palabra de Dios que nos va alimentando, domingo a domingo y siempre que reflexionamos en familia o en comunidad la Sagrada Escritura, es palabra que alimenta, es palabra que juzga, es palabra como espada que penetra a la intimidad del corazón, hasta donde se distingue alma y espíritu. Una distinción bastante discutida en la Biblia, pero parece que quiere decir: si el hombre no es sólo cuerpo y alma, sino que esa alma, parte espiritual del hombre, se abre en una capacidad para recibir un espíritu nuevo, la vida divina de Dios, pues, hasta allá penetra esa palabra, precisamente para llenar esa potencialidad del hombre que sólo Dios puede llenar.

Asi invita la Carta a los Hebreos a los cristianos, no sólo a los judíos, sino a nosotros también, convertidos en esta fe, a que nuestra misa del domingo sea de verdad un día de alimento en nuestra vida espiritual. Tiene gran actualidad esta exhortación: domingo, día del Señor, día del descanso, es como una figura que se asoma a la historia tan trabajosa de los hombres para decirles el gran descanso que nos espera. ¡Cada domingo cuando venimos a misa sintamos que de veras la  peregrinación de nuestro desierto se detiene junto a las fuentes de la palabra y nos alimenta! Procuremos alimentarnos para que la semana que comienza nos encuentre optimistas, animados.

-Actualidad… eficacia… profundidad
Que ninguno se vaya a quedar en la peregrinación del desierto, que nadie vaya a apostatar de la confianza en el Señor. Asi llegamos a ese Dios que nos va platicando en el diálogo de la palabra divina durante nuestra liturgia de la palabra hasta el día en que su palabra viva, penetrando hasta lo más profundo de nuestras intenciones nos juzgue y nos dé un lugar en su descanso eterno. Que no vayamos a ser de los excluídos del descanso, que no vayamos a ser de los que murieron en el desierto y no llegaron a la tierra prometida.

Esta es mi gran peregrinación como pastor y esto es lo que ustedes mismos me animan con su atención, con su perseverancia, con el deseo de ir alimentándonos -ustedes y yo- de estas palabras divinas. Así le hemos rendido homenaje hoy a la segunda lectura; y con esa fe en la palabra de Dios y esa confianza de serle siempre fieles a pesar de las tentaciones y de las persecuciones, de los halagos o dificultades del mundo, nos asomamos hoy a estudiar un problema de mucha actualidad que lo enfocan el evangelio y la primera lectura.

-El problema de este domingo… actualidad para la crisis del país.
El problema de gran actualidad que creo que es la causa de la crisis de nuestro país- como lo hemos señalado tantas veces – es un problema de jerarquía de valores. Hay quienes le conceden el valor absoluto a las riquezas, a la propiedad, al poder político, a las cosas de la tierra. En cambio, hoy, Cristo nos enseña que el único valor absoluto es Dios, su seguimiento.

Por eso, en mi cuarta carta pastoral yo digo que entre los servicios que la Iglesia está prestando hoy a la crisis de El Salvador esta gran contribución: de denunciar las idolatrías de nuestra sociedad, de relativisar lo que muchos adoran como ídolos y como absoluto. A eso viene la palabra de Cristo hoy: ¡a quitar un gran estorbo para implantar al Reino de Dios!

Si aquí se predica, queridos hermanos, con toda la claridad que sin duda duele a los idólatras de las cosas de la tierra, no es por hacer un mal ni hacer demagogia, es porque Cristo nos manda a sus predicadores a anunciar el verdadero Reino de Dios entre los hombres, y a denunciar todo pecado que se oponga al Reino de Dios… A eso nos llama hoy la misa de este domingo cuando en sus lecturas podemos encontrar como tema de nuestra reflexión ésto:

LAS TRES CONDICIONES PARA ENTRAR EN EL REINO DE DIOS

1.    Cumplir los mandamientos.

2.    Espíritu de pobreza y desprendimiento.

3.    Seguimiento de Jesús. (lo principal)

Aqui sintetizo la palabra divina; y ojalá que yo, el primero, y ustedes conmigo nos convirtamos de verdad al Reino de Dios. ¡Y en medio de tantas bagatelas que nos hacen perder la perspectiva de lo divino, no nos perdamos!, sino que sepamos poner todo lo que el mundo considera como absoluto, como gran valor, como la cúspide de la jerarquía de los intereses, en su puesto; no como ídolos para adorarlos, sino como sirvientes del hombres para alcanzar el Reino de Dios.

1. CUMPLIR LOS MANDAMIENTOS

a) Pintoresca narración del evangelio de Marcos. La palabra va a sondear la sinceridad

Es pintoresca la narración del evangelio de hoy. Imagínense ustedes un joven- San Marcos no dice “un joven”, pero en el paralelo de San Mateo dice que era “un joven”- que corre y se arrodilla ante Cristo y le hace la pregunta más interesante que un hombre puede hacerle a Dios: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”.

-“Ya sabes los mandamientos”
Jesús contestó: “¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre”.

¡Que bella lección de catequesis le dá Cristo al joven ansioso de encontrar el camino de la salvación! Ojalá todos nosotros viniéramos con este espíritu a la misa del domingo: Maestro bueno, ¿qué debemos de hacer para salir de esta crisis del país? Maestro bueno, Tú que calmabas tempestades, ¿por qué no se calma esta hora de crímenes y de violencias en la patria? ¿Qué debo de hacer yo para ser feliz en medio de tanta desgracia? ¿Qué es lo que me dará la tranquilidad de mi conciencia, de mi familia, de mi sociedad? Y no encontraríamos otra respuesta por primera línea que esta de Cristo: “Nadie es bueno más que Dios”. ¡Qué confesión más bella de la bondad!

¡Dios es la fuente de la bondad! Y si hay algo bueno en la tierra es porque refleja a Dios. Si mi madre fue buena, es porque Dios le dio esa capacidad de bondad; si mi amigo es bueno, si hay en la tierra gente buena- y la hay de verdad-; ya Cristo orienta, es que: “Toda es bondad derivada de la única fuente; sólo Dios es el bueno por excelencia”; todos los demás son buenos por participación. Pero pueden también dejar de participar de esa bondad, porque nadie la tiene como esencia de su ser y la bondad se convierte en maldad.

Llega a decir un dicho: “corruptio optimi péssima”. -La corrupción de lo mejor es lo peor-. Cuando un hombre que ha sido bueno pierde la esencia de la bondad, se hace más cruel. Dicen que Nerón al principio no tenía valor de matar un animalito, era demasiado bueno. Y, después, no se estremecía de ver quemar a los cristianos en antorchas humanas. ¡Es peligroso perder la bondad! Cuando no se tiene en cuenta que sólo de Dios deriva la bondad del corazón, el hombre que se olvida de Dios comienza a oscurecerse en la bondad. Sólo Dios es bueno, no te olvides. Si quieres ser bueno, lo primero es esto: cree en Dios. Y cree en Dios no en una forma teórica. Ese Dios que te ha creado, y te dá inteligencia, vida, corazón, familia, tiene una ley: guarda sus mandamientos. Este es el camino de la vida eterna: guarda los mandamientos. Y comienza Cristo a enumerarle los mandamientos.

-“Deterioro moral” (cuarta carta pastoral)

Sería bueno, en esta mañana en que estamos conociendo los caminos de la bondad y del bien, recordar que en nuestra cuarta carta pastoral- con la ayuda de todos ustedes que me dieron sus sugerencias cuando la encuesta- sacamos esta tremenda conclusión: “Nuestro deterioro moral es evidente. Por todas partes encontramos imperante lo que el Señor llamó el misterio de la iniquidad. Y el deber pastoral de la Iglesia no puede dejar de denunciar ese reino del pecado y llamar con apremia a la responsabilidad personal de cada uno y de cada grupo familiar y social, así como también, y sobre todo, a los hombres y grupos de poder que directa e indirectamente se benefician de esta situación y que son los que tienen en sus manos los medios más eficaces para poner remedio a tanto deterioro” (21). Y enumeramos aquí las grandes lacras de nuestra sociedad, ya sea en el orden administrativo público como en el orden privado. Yo creo que no es necesario resolver este pantano porque todos somos testigos de que aquí, cada semana, nos encontramos con hechos que verdaderamente son el reino del pecado.

-Examinemos a esa luz nuestro ambiente.
Divertido…, ¡cuando los pecadores se pelean entre sí, como se sacan los trapos sucios!

Ha salido hoy contra las disposiciones de los impuestos a los cafetaleros y algodoneros una denuncia que tal vez para muchos es una tremenda sorpresa: El Hotel Presidente, en enero de 1977, se comenzó con un presupuesto inicial de 12 millones de colones. Un mes después, tuvo que ser ampliado a 18 millones de colones. Y cuando se inauguraba, eran 30 millones de colones.

Cuando hubo que hacerle un agregado, se aumentaron 9 millones más de colones. Y así resultó un hotel de 39 millones de colones. La empresa privada, que echa en cara este despilfarro, dice que: “Otro hotel pudo arreglar con una diferencia de 26 millones de colones”. ¿No les parece, hermanos, un ultraje a la pobreza de nuestra patria esta danza de millones?…

Me alegro, también, de que en esta hora en que hemos dicho que todos tienen que pronunciar y decir una palabra, si no es de anuncio del Reino de Dios, por lo menos de denuncia de las ofensas contra la Ley de Dios. Hemos visto un pronunciamiento de la Sociedad Dental de El Salvador ante la realidad nacional, y entre otras cosas como parece un comentario al “¡guarda los mandamientos!”: “Ante un estado de cosas en donde prevalece lo injusto sobre lo justo, con una larga cadena de gobiernos cada vez más impopulares, con un gran capital. Salvo contadas excepciones, carente de sensibilidad social con una ley que sólo es aplicable a unos pero no a otros y ante clases sociales, unas que lo tienen todo y otras a las que les falta todo…- y luego menciona- El capital retrógrado debe convencerse de que ya no es un señor feudal. Tiene que ser humano y tratar a sus empleados, por humildes que sean, con la dignidad y el respeto que como hombres se merecen. No nos equivoquemos al asegurar que el dinero y el poder e influencias que éste genera, a muchos endiosan, a tal grado que se vuelven insensibles al dolor y a las necesidades de los que trabajan para ellos”…

Citaré después otras proclamaciones que me parecen sumamente válidas para decir como Cristo tiene razón: ¡un retorno a los mandamientos!. Donde no se robe, donde no se adultere, donde no se endiosen las criaturas o los hombres, donde todos reconozcamos: sólo Dios es bueno y sólo el que cumple su ley también se hace bueno. Y todo aquel que mata, que tortura, que traiciona la Ley de Dio es malo. Y si quiere salvarse y entrar al Reino, tiene que arrepentirse; y, convertido, ser obediente a la Ley de Dios. Este es el primer camino: ¡los mandamientos de la Ley de Dios!

Que bueno sería aquí, más que predicar, ponernos todos a reflexionar en silencio: ¿en qué materia desobedezco a la Ley de Dios? Cuántas causas de maldad quitaríamos de nuestra sociedad si todos los que estamos aquí nos convirtiéramos de nuestras desobediencias a la Ley de Dios y saliéramos a hacer, ya de aquí en adelante, la verdad, la justicia, el amor, todo aquello que nos pide la Ley de Dios. Es indispensable, queridos hermanos, y la Ley de Dios no es una cosa de supererogación. Está en la misa esencia del hombre a tal punto que no es Dios a quien le interesa que obedezcamos su ley. Somos nosotros mismos lo que, desobedeciendo la Ley de Dios, nos destruimos. Una sociedad donde, en vez de imperar la Ley de Dios, el decálogo, los mandamientos, imperan las envidias, los egoísmos, los atropellos, dá por resultado lo que estamos viviendo. Que no nos quepa duda: El Salvador se ha alejado de Dios, y solamente oyendo la respuesta de Cristo al joven podrá encontrar el camino de su salvación: “¡cumple la Ley del Señor!”

b) “Todo eso lo he cumplido desde pequeño”… “Jesús lo miró con cariño”

Sigue el pintoresco relato del evangelio cuando el joven le dice a Cristo: “¡Todo eso lo he cumplido desde pequeño!”. Y más pintoresco se vuelve el relato cuando Jesús “¡lo miró con cariño!”. ¡El diálogo de la bondad! Ojalá si el Señor me mirara hoy, me mirara con cariño, no me mirara con el reproche con que debió mirar a los hipócritas, a los fariseos, a los adúlteros, a los pecadores. Porque una
irada de Cristo, severa como la que dirigía a sus enemigos, debió ser terrible como un latigazo; pero una mirada de amor de Cristo para un joven que ha cumplido la Ley de Dios es una caricia. No hay más caricia semejante que mirar el rostro de Cristo sonriéndome, satisfecho de que estoy haciendo lo que debo de hacer.

c) “Una cosa te falta”

Y, sin embargo, Cristo le dice una palabra más: “Una cosa te falta”. Aquí hay un reto de Cristo a la bondad natural de los hombres. No basta ser bueno, no basta dejar de hacer el mal, mi cristianismo es algo muy positivo, no es negación. Hay muchos que dicen: “Si yo no mato, yo no robo, yo no le hago mal a nadie”. No basta, ¡te falta mucho todavía!

2.    ESPIRITU DE POBREZA Y DESPRENDIMIENTO

a) “Anda, vende lo que tienes…”

Esta bondad del joven estaba muy manca porque el hecho es que cuando Cristo le dice que es lo que le falta: “…anda, vende lo que tienes, dá el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme”. A estas palabras, “él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico”.

No es que Cristo tenga ojeriza a los ricos, ni la Iglesia, ni la predicación de la Iglesia sea una saña contra los ricos. ¡De ninguna manera! Si nos acaba de decir que: “Lo miró con amor”, y, porque lo quería, le enseña el verdadero camino. La Iglesia si predica también y dice su palabra dura, que ahora va a decir Cristo, no es por mala voluntad, sino para señalar el camino que dá felicidad.

-“Que difícil les va a ser a los ricos…”
“Entonces, Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos- esto ya es como un comentario de este triste episodio: un rico que le tiene miedo al desprendimiento-: “¡Qué difícil les va a los ricos entrar en el Reino de Dios!”. Los discípulos se extrañaron de estas palabras- dice el evangelio -. Era natural, hombres formados en la espiritualidad del Viejo Testamento, que hacía consistir la felicidad, la bendición de Dios en tener mucho: larga vida, felicidad en esta tierra. Pero Cristo viene a poner las cosas en su puesto y a decir que si es verdad que es buena la riqueza y que existe la felicidad también en este mundo, no hay que endiosarla: por eso corrige inmediatamente Cristo a los discípulos que se asustan: “Hijos, qué difícil es entrar en el Reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero”. Esto es lo malo. Tener dinero no es malo pero poner su confianza en el dinero es convertir el dinero en Dios, sólo en Dios hay  que tener confianza. El dinero se pierde, no afianza a nadie. La experiencia de la vida nos dá: el que pone su confianza en las cosas terrenales, nunca es feliz.

“¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero!- y usa la tremenda comparación-: “Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios”. Ellos se espantaron  y comentaban: “Entonces, ¿quién puede salvarse?” Jesús se les quedó mirando y les dijo: “Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios puede todo”. Con ésto está diciendo que puede haber riquezas, donde el hombre se convierta a usar las riquezas al servicio del amor, de la justicia, a hacer el bien. Pero ésto es un milagro, sólo Dios lo puede hacer. Y de verdad si los ricos no pusieran su confianza en el dinero, sino en Dios, y le pidieran la palabra a Dios para usar este dinero, serían santos y harían felices a la tierra…

-Es espíritu de desprendimiento, necesario para la libertad
Sigue, después, un pintoresco diálogo con Pedro, el cual no era rico, era un pobre pescador de las orillas del lago, pero siente la libertad del que lo ha dejado todo, porque no es cuestión de tener mucho o de tener poco. También los que tienen poco pueden estar tan apegados a sus cosas que no tienen libertad de pobres. Y este pobre, que ha dejado lo poco que tenía, le dice: “Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. Jesús dijo: “Os aseguro, que quien deje casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o tierras, por mí y por el evangelio, recibirá ahora en este tiempo, cien veces más… y después la vida eterna”. O sea, que el espíritu de desprendimiento es necesario para tener la verdadera libertad.

-Virtudes urgentes: espíritu de pobreza y caridad.
Yo recuerdo, y ayer la leía con mucho gusto, la primera encíclica del Papa Pablo VI cuando hablando de la renovación del mundo señala dos virtudes urgentes: primero, espíritu de pobreza, y, después, la caridad, el amor. Son las dos grandes fallas de nuestro tiempo.

Y cuando habla del espíritu de pobreza-dice” ¿Por qué lo menciono?, porque está tan proclamado en el Santo Evangelio, está tan entrañado en el designio de nuestro destino al Reino de Dios, se ve tan en peligro por la valoración de los bienes en la mentalidad moderna, que es tan necesario para hacernos comprender tantas debilidades y ruinas nuestras en el tiempo y para hacernos, también, comprender cuál deba ser nuestro tenor de vida y cuál el método mejor para anunciar a las almas la religión de Cristo”. Este desprendimiento nos dá la verdadera libertad.

En ese mismo texto el Papa dice por qué el espíritu de pobreza es la verdadera liberación del hombre: “La liberación interior producida por el espíritu de pobreza evangélica nos hace más sensibles y más idóneos ya para comprender los fenómenos humanos vinculados a los factores económicos”.- Nadie puede encontrar la relación que existe entre las desgracias actuales de El Salvador y esta avaricia de las clases poderosas, como el que tiene espíritu de pobreza. El que no tiene espíritu de pobreza no tiene ojos limpios para mirar que el desprendimiento concede una gran libertad y una gran sensibilidad para los grandes problemas económicos y sociales de El Salvador-. “También para dar a la riqueza y al progreso el justo y, con frecuencia, severo aprecio que le conviene”. “El progreso, la riqueza, tiene que ser juzgado por el criterio cristiano y no siempre tiene que ser el criterio absoluto como si todo fuera el progreso. Progreso que deja a tantos en la miseria mientras unos pocos son los que lo disfrutan-. “Para dar a la indigencia el interés más solicito y generoso y, también, para desear que los bienes económicos no sean fuente de luchas, de egoísmos, de orgullo entre los hombres, sino que estén orientados por vías de justicia, de equidad al bien común y, por lo mismo, más abundantemente distribuidos”.

Si el gran origen de nuestros males es la injusticia social, sólo el espíritu de pobreza y de desprendimiento nos puede volver a hacer felices. Por eso Cristo inculca hoy tanto ese espíritu de desprendimiento y de pobreza.

Opción preferencial por los pobres
Cuando el último acontecimiento eclesial grandioso de nuestra América, la reunión de Puebla, señala también un camino para encontrar la felicidad de nuestro pueblo, dice con esta palabra de preferencia: “opción preferencial por los pobres”. No quiere decir que hay que despreciar a los ricos y solamente interesarse por los pobres. Ya he repetido la fórmula de Puebla, que me parece maravillosa; es una invitación a todas las clases sociales, ricos y pobres, a interesarnos como causa propia por el pobre que se identifica con Cristo: “Todo lo que hagas a él a mí lo haces”. ¿Cuando llegará ese día, hermanos, en que de veras nos convirtamos, como Cristo le dice al joven?: “No basta que cumplas los mandamientos, es necesario espíritu de pobreza y de desprendimiento”. Yo les invito a que, así como la palabra de Dios que hoy penetra como espada hasta lo profundo de cada corazón, así analicemos nuestro apego a las cosas de la tierra, muchas o pocas, no importa; el apego es una actitud personal que hace desgraciado al hombre que vive apegado, aunque sea a una miseria de la tierra.

3. SEGUIMIENTO DE JESUS

-Cristo le dice al joven: “Y luego, sígueme”. Esto es lo principal.

– “Quien deje… por mí y por el evangelio
Y cuando le dice a Pedro: “Quien de tierras  y familia y todo por mí y por el evangelio”. O sea que hay un aspecto positivo en la liberación.

-Aspecto positivo… liberación de algo para algo
La liberación que el cristianismo predica es una liberación de algo que esclaviza para algo que nos hace dignos. Por eso aquellos que solamente hablan de las esclavitudes, de la parte negativa de la liberación, no tienen toda la fuerza que la Iglesia le puede dar a un hombre. Lucha, sí contra las esclavitudes de la tierra, contra la opresión, contra la miseria, contra el hambre. Todo eso es cierto, pero ¿para qué? Para algo, como dice San Pablo en una hermosa frase: “Ser libres para el amor”. Ser libres para algo positivo es esto que Cristo le dice: “Sígueme”. Eso es lo más positivo que puede haber.

-El verdadero liberador es aquel que comprende que si se lucha contra las esclavitudes es porque se va a algo positivo. El episodio que hemos comentado del Exodo es la salida de la esclavitud de Egipto pero para algo positivo, para la tierra prometida, para el descanso, para la dignificación del hombre. Si alguien solamente se contentara con desprenderse estoicamente de sus bienes, pero no lo hiciera con amor y buscando a Dios y a su evangelio, tendríamos algo  muy anormal. Por eso, podemos decir que todos aquellos liberadores, todos aquellos revolucionarios que hacen consistir su lucha sólo en aspectos negativos, violentos, venganzas, odios, acabar con el enemigo; ¡están muy mutilados! Lástima que tanta generosidad se desperdicie tan negativamente.

Una vez un comunista se convirtió al cristianismo porque alguien le dió a leer el evangelio. Después ya cristiano convertido, en una preciosa oración expresaba sus sentimientos: “Señor, ya que te he conocido, te pido dos gracias: una, que le des a la generosidad de mis antiguos camaradas este conocimiento de tí, y a los que ahora son mis compañeros cristianos, que les des la generosidad de mis camaradas”.

-Es lástima que los cristianos, teniendo valores tan positivos, afirmaciones tan rotundas contra las esclavitudes, contra el mal de tierra, seamos indolentes, no usemos el tesoro de este positivo valor: de seguir a Cristo. Es lástima que nuestros ateos, los revolucionarios sin Dios, sean más capaces de sacrificarse por sus causas que nosotros por la gran causa positiva de Cristo. Yo hago un llamamiento para que si de veras somos cristianos y venimos a ratificar nuestra fe en la misa del domingo, sea esa palabra de Dios como espada penetrante; y que no nos deje tranquilos hasta en la división del espíritu y del alma, en las coyunturas más íntimas del ser; que nos problemátice, que nos cuestione, que no nos deje tranquilos dormir mientras no hagamos algo por el Reino de Cristo y su evangelio.

-Con razón aquel joven tuvo miedo de seguir a Cristo. Pensó que sólo con no hacer el mal, cumplir los mandamientos en una manera perezosa, indolente, con eso bastaba. Como hay muchos cristianos que creen juzgar a los demás porque ellos son buenos y son buenos porque no hacen el mal. No es eso lo que quiere Cristo; por algo murió el Señor, por algo más positivo. “Para que ya, nosotros- dice San Pablo no vivamos para nosotros, sino para aquel que murió por nosotros.”

-Sabiduría -Cristo: jerarquía de valores
Hay una ventaja en este seguimiento de Cristo que nos lo hace comprender la primera lectura de hoy. El libro de la Sabiduría, aunque pertenece al Viejo Testamento, ya vislumbrado la sabiduría cristiana. Es de un autor que sin duda estaba imbuido de la mentalidad griega allá en Alejandría y veía ésto que les acabo de decir yo: la cobardía de sus antiguos correligionarios judíos, y, en cambio, una filosofía griega que ganaba más entusiasmo que la misma Biblia. Entonces se dedicó a escoger de la Biblia todas las motivaciones para animar a sus correligionarios, y así sale el libro de la Sabiduría.

Finge una relación de Salomón orándole a Dios, pidiéndole sabiduría: “Supliqué y se me concedió…, invoqué y vino a mí un espíritu de sabiduría. La preferí a los cetros y a los tronos, y en su comparación tuve en nada la riqueza”. Dichoso el hombre que cuando llega a comprender la sabiduría, la riqueza, la infinita belleza de Dios, ya no se embelesa en los oídos de la tierra!

“No le equiparé a la piedra más preciosa, porque todo el oro a su lado es como un poco de arena y junto a ella la plata vale lo mismo que el barro!” ¡Ah, si el hombre descubriera lo vano que es el oro, lo pobre que es la plata, lo miserable que son los bienes de la tierra cuando no los ilumina la sabiduría de Dios!.

Más aún, dice el sabio: “La preferí a la salud y a la belleza”- hay quienes no idolatran el oro ni el poder pero sí idolatran la belleza, los placeres de la carne, las vanidades de la vida; tampoco eso le parecía, porque le parecía que no tenía esplendor, y toda la belleza y la salud no es como la sabiduría que no tiene ocaso. “La belleza humana, ¿qué es?- dice la Biblia-: flor de heno que a la mañana brilla y a la tarde se seca”. ¡Cuantos hay que están perdiendo por ese zacate las riquezas del cielo!

Al terminar, en la lectura de hoy, dice una cosa bellísima; “Todos los bienes juntos me vinieron con la sabiduría; había en sus manos riquezas incontables”. Sucede ésto curioso: que cuando un avaro no quiere desprenderse de las cosas materiales le parece que ese es todo el tesoro de la vida. No hay cosa más ridícula que un avaro. Por eso dice el Papa en su Encíclica Populorum Progressio: “La avaricia es la figura más elocuente del subdesarrollo moral”. Subdesarrollados los que tienen mucho dinero. Son avaros los que codician, los que quieren sólo las cosas de la tierra. El avaro es miope, no saben que cuando se desprenda de estas cosas por amor al Reino de Dios, sentirá que sus manos se llenan más de riqueza y que brillará con más fulgor, hasta la belleza de la tierra, cuando en esta jerarquía de valores pongamos en primer lugar lo absoluto, Dios nuestro Señor.

Queridos hermanos, estas son las tres condiciones para entrar en el Reino de Dios. Yo quisiera que preguntáramos ahora ¿cómo anda nuestra sociedad? y ¿cómo anda nuestra comunidad Iglesia?; principalmente ésto, porque la palabra de Dios cuestiona al primer destinatario, que es la Iglesia.

Mi sueño al predicar aquí la palabra de Dios y mi agradecimiento más profundo a la atención que ustedes le dispensan, es este: ¡hacer nuestra Iglesia! Esto es lo primero que yo quiero. Construyamos entre todos una Iglesia según el corazón de Cristo, una Iglesia en que cada uno de sus miembros- desde el obispo hasta el niño que se acaba de bautizar hoy- seamos todos miembros de un Reino de Dios y nos capacitemos cada vez más a implantar ese Reino de Dios con el testimonio de nuestra palabra, de nuestra comunidad, de nuestro ejemplo. Somos servidores del Reino de Dios, no lo olvidemos. Cristo nos ha dicho aquí como podemos entrar al Reino de Dios: viviendo en nosotros mismos estas tres condiciones: guardar los mandamientos, espíritu de pobreza y desprendimiento, y, sobre todo, el seguimiento a Jesús, la sabiduría eterna de Dios, que se hizo carne y vivió entre nosotros.

-Dice una cosa muy hermosa el Concilio Vaticano II acerca de esta sabiduría y de este seguimiento de Cristo: “Tiene razón el hombre, participante de la luz de la inteligencia divina, cuando afirma que por virtud de su inteligencia es superior al universo material… Nuestra época, más que ninguna otra, tiene necesidad de esta sabiduría para humanizar todos los nuevos descubrimientos de la humanidad. El destino futuro del mundo corre peligro si no se forman hombres más instruidos en esta sabiduría- miren que elogio más bello para nuestro pueblo-. Debe advertirse -dice el Concilio- a este respecto que muchas naciones económicamente pobres, pero ricas en esta sabiduría, pueden ofrecer a las demás una extraordinaria aportación”. (GS, 15).

¡Esta es nuestra riqueza! Y lo digo con orgullo: de que nuestra gente humilde, o de la ciudad o del campo, nos den esta preciosa aportación de la sabiduría. Hablen ustedes con un campesino, con una viejecita del pueblo, c

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