- La Prensa Gráfica
- Monday August 14th, 1972
Págs. 7 y 17 PASIÓN Y REDENCIÓN DE UN PUEBLO
Por Monseñor Oscar A. Romero
Obispo Auxiliar de San Salvador
La marcha de la historia solo se entiende proyectándola sobre la pasión de Cristo; y viceversa”.
Esta profunda reflexión teológica de Rahner, describe nuestra recién pasada Semana Santa: ha sido una conjugación de la pasión de Cristo y de la pasión de nuestro pueblo. Transcurrido bajo las inmediatas secuelas de un “golpe armado” y de una cuestionada contienda electoral: sangre del pueblo, dolor de hogares huérfanos, amenazas de muerte, represiones y venganzas partidistas, fugitivos, refugiados, mutuas inculpaciones que hacen más aventurado y peligroso emitir juicios acerca de móviles y culpables…Una verdadera pasión del pueblo, del pobre pueblo que es, en último término, el que tiene que cargar la cruz fabricada por las ambiciones y las rivalidades.
Pero la pasión de un pueblo, por ser transformado en silueta de la pasión del Redentor de los hombres, entraña, como la de Cristo, gérmenes y exigencias de redención y vida nueva. Los responsables del bien común tienen el deber de analizar estas situaciones, no tanto con miras a afianzarse en el poder, sino sobre todo, para buscar las causas que, por ser verdaderas fuentes de malestar, pueden servir de pretexto-nunca de justificación- a los propiciadores del desorden y a los ambiciosos del poder.
Creemos sinceramente que, en esta pasión de nuestra patria, es precisamente la garantía y el fomento de esos dos derechos humanos lo que condiciona la reconquista de nuestro bienestar. No es infundiendo terror ni discriminando como se construye la paz, sino estructurando la vida nacional para una igualdad más justa de todos los hijos de la patria y abriendo cauces más amplios y eficaces para la participación y la colaboración de todos los salvadoreños que de verdad (y no fingidamente) quieran trabajar por el bien de la nación.
Que la pasión del Redentor que dio muerte al pecado en su cuerpo acribillado e hizo posible, con su pascual, la renovación del hombre, se injerte en nuestro viacrusis nacional para destrucción del odio, del egoísmo, de la ambición, de toda clase de injusticia y para hacer renacer el auténtico cambio que solo puede inspirarse en aquel sacrificio y en aquella victoria que hizo sentirse a todos los hombres iguales y hermanos en el abrazo de la cruz, y libre y dignificados en el destino de la común resurrección.