- Semanario Chaparrastique
- Saturday February 17th, 1945
No.1558 Págs. 1 y 4 – EL PAPA Y LAS VOCACIONES
Por Cristo
Por la Iglesia
Por el Papa
Tocando el apremiante problema de las vocaciones sacerdotales y religiosas, el Padre Santo ha llamado a los corazones de los jóvenes esposos con los más poderosos argumentos del orden natural y sobrenatural.
Ya a terminar su mensaje augusto y a sus razonamientos se coronaran con esta trilogía magnífica, que para un cristiano son el argumento supremo: Cristo, la Iglesia, el Papa.
Ayudad a la Esposa de Cristo, distinguido esposos ayudad a Cristo, Salvador de los hombres.
Ayudadle hasta con los hijos de vuestra sangre; ayudadnos a Nos su Vicario indigno, pero en cuyo corazón llevamos a todos los hombre como hijos vuestros, ya sean ovejas unidas en el único ovil o descarriadas por áridas llanuras: a todos debemos dar el camino, la verdad y la vida que en Cristo.
Haced que vuestros hijos y vuestras hijas crezcan en aquella fe que es victoriosa que vence al mundo; no sofoquéis en su alma el espíritu que viene del cielo; alimentando aquella fe no fingida sino sincera que según el Apóstol San Pablo tenía su querido discípulo Timoteo, porque ya antes había sido la fe de sus progenitores.
No seáis avaros con Dios: de la bendición que el conceda a vuestro nido, dadle aquella porción que os pida.
Hoy en las palabras del Padre de toda la cristiandad, la angustia del Divino Jesús cuando dilatando sus ojos grandes sobre los campos amarillentos de espigas maduras, descubrió la mies inmensa de las almas sin obreros: Muchas es la mies…pocos los obreros.
* * *
La esposa de Cristo, la Iglesia, católica por esencia, lleva en su ser una fuerza de dilatación que le imprimió su Esposo, el Redentor de los hombres.
Y la Iglesia católica, no puede estar tranquila mientras sus lábaros de pacíficas conquistas no se dilaten sobre toda la humanidad.
Pero la Esposa de Cristo necesita hijos adalides de sus conquistas, que empuñando con brazos robustos la bandera de la religión, con fe clara y espíritu intrépido, la defiendan y la propaguen por todo el mundo.
De los hogares cristianos van a salir los colaboradores de tan grande empresa. De los hijos de la Iglesia, la Iglesia tiene derecho a escoger sus conquistadores. Y nadie tiene derecho a sofocar ese “espíritu que viene del cielo, la vocación.
La vocación que es el supremo honor que Dios hace a una familia escoger de “los hijos de su sangre” los colaboradores de la Divina Esposa de Cristo.
Y Cristo? El Salvador de los hombre, cuyo único anhelo fue traer a los mortales la vida, la redención. Y que ha querido sacar de entre los hombres, los repartidores de la redención a los hombres.
Con qué orgullo apostólico pudo exclamar S. Pablo : “Somos colaboradores de Dios”, “Ministros de Cristo”.
Si los hogares cristianos comprendieran bien la invitación de Cristo; si la falsa aristocracia comprendiera este honor; si más que el brillo efímero de su posición social o de sus riquezas relativas, o de sus pretensiones mundanas, apreciará esta verdadera aristocracia del espíritu, esta sólida riqueza del cielo…de que distinta manera recibirían las íntimas confidencias de un hijo, de una hija a quien Cristo llama para su colaborador…
Y el Papa? Como Cristo siente en su corazón el peso de toda la humanidad. Como el jefe de un ejército conquistador señala a cada soldado su puesto de combate. Y sintiéndose responsable de señalar a toda la humanidad el camino, la verdad y la vida, llama a colaborar con él en la misión más divina que Dios ha confiado a los hombres.
Y con esa preocupación apostólica, el Papa termina levantando al cielo sus brazos blancos…
“No os parezca pues, importuno, queridos esposos si a la bendición Apostólica que os impartimos con toda la efusión de Nuestro corazón de Padre para vosotros y desde ahora también para vuestros hijos que vendrán a circundarnos. Nos, acompañamos esta oración: que entre esos hijos, el Divino Maestro, si así le place, os conceda el honor y la gracia de escoger su porción y os de la fe y el amor para no rechazarla y cultivarla, mas aún, para agradecérsela, no sólo como el mejor de sus beneficios, sino también como la prenda más segura de sus predilecciones hacia vosotros y del premio que os prepara el cielo”.
O.A.R.