Prensa Escrita

No.1558 Págs. 1 y 4 – EL PAPA Y LAS VOCACIONES

Por Cristo
Por la Iglesia
Por el Papa
Tocando el apremiante problema de las vocaciones sacerdotales y religiosas, el Padre Santo ha llamado a los corazones de los jóvenes esposos con los más poderosos argumentos del orden natural y sobrenatural.
Ya a terminar su mensaje augusto y a sus razonamientos se coronaran con esta trilogía magnífica, que para un cristiano son el argumento supremo: Cristo, la Iglesia, el Papa.
Ayudad a la Esposa de Cristo, distinguido esposos ayudad a Cristo, Salvador de los hombres.
Ayudadle hasta con los hijos de vuestra sangre; ayudadnos a Nos su Vicario indigno, pero en cuyo corazón llevamos a todos los hombre como hijos vuestros, ya sean ovejas unidas en el único ovil o descarriadas por áridas llanuras: a todos debemos dar el camino, la verdad y la vida que en Cristo.
Haced que vuestros hijos y vuestras hijas crezcan en aquella fe que es victoriosa que vence al mundo; no sofoquéis en su alma el espíritu que viene del cielo; alimentando aquella fe no fingida sino sincera que según el Apóstol San Pablo tenía su querido discípulo Timoteo, porque ya antes había sido la fe de sus progenitores.
No seáis avaros con Dios: de la bendición que el conceda a vuestro nido, dadle aquella porción que os pida.
Hoy en las palabras del Padre de toda la cristiandad, la angustia del Divino Jesús cuando dilatando sus ojos grandes sobre los campos amarillentos de espigas maduras, descubrió la mies inmensa de las almas sin obreros: Muchas es la mies…pocos los obreros.
* * *
La esposa de Cristo, la Iglesia, católica por esencia, lleva en su ser una fuerza de dilatación que le imprimió su Esposo, el Redentor de los hombres.
Y la Iglesia católica, no puede estar tranquila mientras sus lábaros de pacíficas conquistas no se dilaten sobre toda la humanidad.
Pero la Esposa de Cristo necesita hijos adalides de sus conquistas, que empuñando con brazos robustos la bandera de la religión, con fe clara y espíritu intrépido, la defiendan y la propaguen por todo el mundo.
De los hogares cristianos van a salir los colaboradores de tan grande empresa. De los hijos de la Iglesia, la Iglesia tiene derecho a escoger sus conquistadores. Y nadie tiene derecho a sofocar ese “espíritu que viene del cielo, la vocación.
La vocación que es el supremo honor que Dios hace a una familia escoger de “los hijos de su sangre” los colaboradores de la Divina Esposa de Cristo.
Y Cristo? El Salvador de los hombre, cuyo único anhelo fue traer a los mortales la vida, la redención. Y que ha querido sacar de entre los hombres, los repartidores de la redención a los hombres.
Con qué orgullo apostólico pudo exclamar S. Pablo : “Somos colaboradores de Dios”, “Ministros de Cristo”.
Si los hogares cristianos comprendieran bien la invitación de Cristo; si la falsa aristocracia comprendiera este honor; si más que el brillo efímero de su posición social o de sus riquezas relativas, o de sus pretensiones mundanas, apreciará esta verdadera aristocracia del espíritu, esta sólida riqueza del cielo…de que distinta manera recibirían las íntimas confidencias de un hijo, de una hija a quien Cristo llama para su colaborador…
Y el Papa? Como Cristo siente en su corazón el peso de toda la humanidad. Como el jefe de un ejército conquistador señala a cada soldado su puesto de combate. Y sintiéndose responsable de señalar a toda la humanidad el camino, la verdad y la vida, llama a colaborar con él en la misión más divina que Dios ha confiado a los hombres.
Y con esa preocupación apostólica, el Papa termina levantando al cielo sus brazos blancos…
“No os parezca pues, importuno, queridos esposos si a la bendición Apostólica que os impartimos con toda la efusión de Nuestro corazón de Padre para vosotros y desde ahora también para vuestros hijos que vendrán a circundarnos. Nos, acompañamos esta oración: que entre esos hijos, el Divino Maestro, si así le place, os conceda el honor y la gracia de escoger su porción y os de la fe y el amor para no rechazarla y cultivarla, mas aún, para agradecérsela, no sólo como el mejor de sus beneficios, sino también como la prenda más segura de sus predilecciones hacia vosotros y del premio que os prepara el cielo”.
O.A.R.

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No.1554 Págs. 1 y 4 – Para el Centenario del Seminario

EL PAPA Y LAS VOCACIONES
Por patriotismo
Un motivo poderoso que impele al sacrificio, es el amor a la patria. Como ningún egoísmo es más repugnante que el de aquellos falsos ciudadanos que, pudiendo hacer algo por su patria, se resguardan en su vida muelle a costa talvez de los esfuerzo ajenos.
Pío XII pulsa esta fibra del sentimiento humano, para pedir a los hogares cristiano su colaboración a la obra de las vocaciones.
"Decidme – preguntaba a los jóvenes esposos- ¿podía acaso vuestro orgullo patriota sentirse satisfecho de estar brazo sobre brazo y dejar a los otros todo el paso de los sacrificios que exige la prosperidad y la grandeza de vuestro país?.
"¿Y dónde quedaría la entereza de vuestro sentido cristiano, si quisieseis evadir el honor de concurrir, cooperar y ayudar también vosotros, no solo con donativos materiales, sino también con el don más precioso de los hijos que Dios os conceda, concurrir a la exaltación y propagación de la fe y de la Iglesia católica, en una palabra, al cumplimiento de su divina misión en el mundo en pro de las almas de vuestros hermanos?".
* * *
El hombre debe amar a su patria.
Y cuando el bien de ella lo exige, debe el patriota sacrificarse hasta la vida. Lo contrario seria no ser patriota.
Sin arrancar ese amor a la patria- y más bien robusteciéndolo – el católico debe amar hasta el delirio, hasta el sacrificio, a su Iglesia.
Y como ningún patriotismo está más aquilatado que el que raya en el sacrificio; el amor a la Iglesia toca a su cenit con la entrega generosa del hombre con todo su talento y todo lo que es, a la vida conquistadora de la Iglesia.
Es la vocación correspondida. Es decir al llamamiento de Dios.
* * *
Si con el mismo gesto de las madres espartanas, los hogares cristianos infundieran en sus hijos ese espíritu de generosidad y los enseñaran a amar una vida de continua entrega al servicio de la Iglesia, de una Iglesia que no tiene más ambiciones de conquistar almas para hacerles el bien…y que en esa misión necesita hombres generosos que le ayuden… cómo crecerían los hijos piadosamente valientes y cómo florecerían las vocaciones.
Y aún cuando no resultaran en el hogar vocaciones sacerdotales o religiosas, tendrían la satisfacción de ver jóvenes de fe clara, atalayas valientes para defender su credo y no pingajos su voluntad, veletas de todo viento, capaces de negrar la fe de sus padres ante la sonrisa sarcástica de un desconocido.
* * *
Es que nos hemos acostumbrado a ver la religión como una cosa de sacristía y procesiones y escapularios…Y que se quiere identificar al sacerdote con esa religión entendida a medias.
Y no hemos querido ver, o no se nos ha enseñado que la religión es vida y vida conquistadora y vida que es engrandecimiento del ciudadano porque templa su voluntad, porque da a su cerebro un sistema que apoya en lo inmutable, porque da energías en el deber, porque es comprensiva de todos los sentimientos humanos y capaz de solucionar todos los problemas de la historia.
Y es la religión que predica el sacerdote. Por eso nadie como él hace patria. Y son suicidas las naciones que excluyen o ponen trabas a la libre acción del sacerdote.
Que sepan pues, las familias cristianas, que su ayuda económica al seminario es ayuda al engrandecimiento de la patria.
Pero que sepan sobre todo, que si la vocación sacerdotal o religiosa toca a las puertas del hogar, no tienen derecho a marchitar esa vocación.
Es señal evidente de que Dios necesita de aquella casa un soldado para la vida conquistadora de la iglesia.
Y así como nadie debe negarse a prestar un sacrificio por el bienestar común de la patria…
Nadie, con sus derechos más sagrados, debe negarse a la entrega que Dios solicita para el bien de su Iglesia, que al fin y al cabo, s también el engrandecimiento de la patria.
O.A.R.
Para el Centenario del Seminario

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