Discurso pronunciado por el Pbro. Oscar A. Romero
el domingo 18 de Julio «Día de júbilo nacional»
Excmo. Sr. Obispo
Honorables Autoridades
Distinguido auditorio.
Se me ha encomendado ser el intérprete de este momento en que San Miguel, a la sombra de su regia catedral, una su entusiasmo al júbilo nacional.
La nación entera está de fiesta por una feliz iniciativa de «Defensa Social Salvadoreña». Esa institución benemérita que está luchando denodadamente por la moralidad del pueblo salvadoreño, ha querido poner en pie de triunfo a la nación en este día para celebrar así el cierre de las cantinas.
Y realmente, – sin dejarse llevar de mucho optimismo porque muchas veces hemos sufrido desilusiones -, el motivo es para celebrarse. Este júbilo nacional no es para todos en verdad. Para aquellos que se revuelcan en la charca inmunda del vicio y para los cuales todos los ideales de noble grandeza se han apagado, no es motivo de alegría el cierre de los estancos. Pero para los otros; para los verdaderos patriotas, para los que llevan en el alma una chispa de amor y una lámpara encendida de ideal, para estos sí es motivo de grande regocijo ver que se cierran las puertas vergonzosas donde muchos perdieron salud, fortuna y vergüenza.
Es motivo de alegría la cantina cerrada para la esposa sufrida que vio muchas veces profanada el santuario de su hogar porque al esposo lo hicieron falsos amigos la peor fiera de su hogar. Es motivo de júbilo para la madre buena que lloró mil veces la llegada descompuesta del hijo a quien corrompieron las malas alegrías del estanco. Motivo es de regocijo para la verdadera civilización de la patria el haber borrado de la faz de sus ciudades el espectáculo bochornoso de los estancos donde los hombres peleaban como perros y se revolcaban como cerdos. Justamente se alegra la patria entera, esta pobre patria más ensangrentada mil veces, enlodada y ultrajada a consecuencia de esos abominables astros infernales que hemos tolerado con tanta paciencia…por tanto tiempo.
Día verdaderamente de júbilo para la conciencia de los verdaderos salvadoreños. Puertas de cantinas que se cerraron, son puertas clausuradas al vicio. La patria noble, el alma limpia de El Salvador, está aquí batiendo palmas triunfales sobre esos cristales volcados, sobre esas puertas cerradas el pasado 7 de julio.
Es un canto de redención el de esta mañana. Porque es un paso de liberación el que se ha dado.
Un paso no más…Pero al fin un paso.
Porque si hemos de ser sinceros, nuestra participación en este júbilo nacional no puede ser desbordante.
Se nos ocurre en este día triunfal la escena conmovedora del evangelio que hemos leído los sacerdotes este día en todos los templos. (I) El Evangelio nos cuenta también de un triunfo: El triunfo del domingo del Domingo de Ramos. Pero en medio de aquella apoteosis de Jerusalén hubo unas lágrimas; las divinas lágrimas de Jesús que dieron una sombra de tragedia a la radiante mañana de las palmas. Jesús lloró porque Jerusalén no quiso comprender toda la plenitud de su mensaje de paz y de progreso.
También en este día del júbilo nacional por las cantinas cerradas, la Iglesia de El Salvador no puede presentarse del todo optimista. Y que conste esta declaración por si mañana, a pesar del aguardiente envasado y las cantinas cerradas, sigue adelante en su paso de sangre y vergüenza, el crimen, el desorden y el embrutecimiento de nuestro pueblo. Que si la iglesia aplaude hoy con este homenaje público la actitud del Gobierno al cerrar las cantinas, que conste Ella siempre ve la posibilidad d e un fracaso, mientras por la moralidad de la Patria no se haga algo más, que embotellar guaro y cerrar estancos.
Qué es más profundo el mal de la inmortalidad ambiente. Que la Iglesia lo viene repitiendo desde hace mucho tiempo. Lo que falta es que se levante el destierro a Dios. Que Dios entre de lleno, así como entra el sol en los alones bien ventilados, entre Dios a todas las instituciones oficiales y que todos, gobernantes y súbditos, escuelas y cuarteles, todo el mundo oficial, todo el pueblo salvadoreño sienta que hay algo más firme bajo sus plantas y que pesa algo más serio sobre sus conciencias; LA IDEA DE DIOS. Sin esta idea que es la única garantía de todos los deberes y de todos los derechos, vanas serán todas las medidas.
Oíd al propósito el testimonio del célebre político español. Donoso Cortés:
«No hay más que dos represiones: Una interior y otra exterior, la religiosa o la política.
Estas son de tal naturaleza que cuando el termómetro religioso está subido, el termómetro de la represión está bajo; y cuando el termómetro religioso está bajo, el termómetro político, la represión política, la tiranía está alta. Esta es una ley de la historia.
Si hay reacción religiosa, ya veréis como subiendo el termómetro religioso, comienza a bajar naturalmente, espontáneamente, sin esfuerzo ninguno de los pueblos, ni de los gobiernos, ni de los hombres, el termómetro político hasta señalar el día templado de la libertad de los pueblos. Pero si por el contrario el termómetro religioso sigue bajando, no se a dónde hemos de ir a parar….Cuando la represión religiosa no exista, no habrá bastante con ningún género de gobierno, toda la fuerza será poca» (2).
Al celebrar pues, con moderado júbilo, el cierre de las cantinas, la tristeza de Cristo desterrado de las escuelas, de los cuarteles, de todas las instituciones oficiales, de la educación del pueblo, poner como el domingo de ramos una sombra de tragedia sobre nuestra alegría. Y con el salmo parece repetirnos: «Si Dios nos guarda su ciudad, en vano vigilan todos sus gobernantes». (3).
Esperamos sin embargo que nuestro júbilo nacional sea completo gracias a la actitud seria, desinteresada, noble, de gobiernos más comprensivos de su pueblo. Esperamos que en un día no lejano la Patria creyente de Cristo Salvador en pie de triunfo, cante no sólo las puertas cerradas de los estancos, sino abiertas de par en par las puertas oficiales de las instituciones a Cristo desterrado. Y así no tendrá el «Día nacional de júbilo» dejos de tristeza ni sombra de tragedia. Porque estará Cristo en su trono; y con El no hay que temer ningún fracaso; únicamente bajo su imperio podrá ser realidad eterna la paz y la prosperidad de la Patria y de los hogares salvadoreños, la tranquilidad de la conciencia nacional, de esa paz y progreso que en estrofa patriótica está para cantar esta bizarra juventud aquí a la sombra de los brazos de Cristo Rey:
«De la paz a la dicha suprema siempre noble soñó El Salvador. Fue obtenerla su eterno problema conservarla es su gloria mayor».
(1) Lc. 19, 41, 47
(2) Citado por ECA n. 13p. 4
(3) Salmo 126,2
O.A.R.