Presbítero Oscar Arnulfo Romero
El culto es racional y necesario.
El culto es para el sentimiento religioso lo mismo que la palabra es para una idea. La palabra es la expresión de una idea, el culto es la expresión de la fe y la vida religiosa. Siendo el hombre espíritu y materia directa materializar sus pensamientos y sentimientos para hacerse comprender una religión de hombres necesita expresar su espíritu con formas sensibles.
Quiero recordar este principio para refutar un doble error: 1º. El error de aquellos que dice que les basta su creencia que les basta su creencia íntima y se partan de todo culto exterior, y manifiestan una vida poco sociable en lo religioso. Esos tales hablan tanto de la religión puramente exterior, que terminan por no tener ninguna religión.
2º. El otro es el de los que admitan solo el esplendor exterior del culto, su música, su simetría, sus coloridos…pero no perciben la idea que con ello se quiere expresar. Es una especie de «materialismo cristiano».
A este grupo podríamos agregar también aquellas personas que demasiado aferradas a tradiciones accidentales, llegan hasta decir que una semana santa ya no sirve porque se suprime alguna procesión…
Lejos de uno y otro error los verdaderos adoradores de Dios, como hombres- espíritu material – se mostraran solidarios con toda celebración religiosa social, procurando que sus sentimientos íntimos vibren al unísino con la majestad del culto que es precisamente la expresión de esos sentimientos.
El culto de la semana santa
No hay en el año eclesiástico un período más denso en sentimientos religiosos que este de la semana santa. Ni hay en toda la historia religiosa un conjunto más sublime que los ritos de semana mayor.
Pero eso hasta lo más rudimentarios sentimientos de piedad, reprochan fuertemente la frivolidad de muchos católicos cristianos que en vez de unirse a la gran manifestación social de la iglesia, no solo se disgregan…sino que se ponen abiertamente en oposición contra esos sentimientos religiosos, pasando su semana santa en lugares indebidos.
Gracias a Dios la Religión católica siempre encontrará quien la comprenda. Esas almas buenas, de verdadera aristocracia: la aristocracia que Cristo nos enseñó a apreciar, la de los sentimientos nobles, la de corazón compasivo…la de piedad tradicional…
Para ellas, las almas que Jesús ama y que aman a Jesús en sufrimiento en estas líneas que quieren esbozar la majestuosa riqueza de la liturgia católica de semana santa.
Domingo de Ramos
Es el triunfo de Jesús. Antes de morir El quiere manifestarse Rey y ser reconocido Mesías en la misma capital de Israel. Pero es en triunfo que termina con presentimientos de tragedia…un triunfo que todavía pertenece a la vida.
Esa mezcla de alegría y tristeza, y tragedia, ha quedado bien expresada en los actos de liturgia de este día.
1º. La bendición de las palmas que mientras se van distribuyendo, se ventila plenamente las caricias de la mañana, y en el pueblo un ambiente festivo en la inocente alegría de los niños de los pueblos.
2º. La procesión que en seguida desfila triunfal y que desde los siglos primeros ya se celebraba en Jerusalén con los mismos sentimientos de hoy. Al regresar a la iglesia, la puerta cerrada presenta una enseñanza oportuna en el cielo que sólo podía abrirse a precio de la sangre de Jesús, presenta una enseñanza oportuna: es el cielo que solo podía abrirse al precio de la sangre de Jesús. De uno y de otro lado se cantó la piadosa insistencia «gloria», alabanza y honor se a ti Cristo Redentor»… y cuyo paso la puerta se abre acogedora también para la multitud. Se dice que este hermoso himno lo compuso Teodul Fo, Obispo de Orleáns, que desde la prisión en Ángeles lo cantaba al pasar por allí del Domingo de Ramos.
3º. Se termina con la misa. Domina entonces un sentimiento de desolación, de angustia en medio de aquellos ornamentos morados a través de aquellas voces sin acompañamiento de órgano, de aquellas ceremonias sin incienso…angustia que culmina a la hora del Evangelio el cual se lee íntegro al relato de la pasión según San Mateo, mientras todos de pie tienen las palmas en sus manos.
Lunes Santo. El domingo de Ramos, Jesús muy tarde regresó a Bethania. Hoy muy temprano vuelve a Jerusalén. En el camino maldice la higuera. En Jerusalén la lucha se encarniza. Por la tarde vuelve a Bethania, la dichosa aldea que recogió sus últimos días y de la cual había Evangelio de hoy.
A través de la misa de hoy se perciben los gemidos íntimos de Jesús inocente que ve acercarse la hora de las tinieblas. La oración pide por la pasión de Cristo fortaleza para nuestras debilidades.
Martes Santo. De nuevo viene Jesús de Bethania a Jerusalén. En el camino ante la higuera marchita y maldecida insiste en la necesidad de la fe. Regresa a Bethania después de nuevas discusiones en la ciudad santa.
Como ayer la liturgia no tiene más que la misma, pero en su literatura se nos inculca que los cristianos debemos gloriarnos en la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. En El está nuestra salud, vida y resurrección, por El fuimos salvados. Se lee el relato de la pasión según San Marcos, quien lo recogió San Pedro, su maestro.
Miércoles Santo. Se va perfilando más la tremenda tragedia. Hoy Judas contrata su traición con los sanedritas, quienes buscan ya la oración, Jesús como ayer regresa a Bethania.
La misa de hoy comienza recordando la obediencia de Jesús hasta la muerte. Y con rasgos conmovedores la elocuencia de Isaías profeta nos aproxima la visión del dolor. Quién es ese que viene de Edén y con sus vestidos teñidos de sangre…? Varón de dolores que sabe de miserias…? Se lee hoy la pasión del Señor según San Lucas.
Oficio de tinieblas. El miércoles, jueves y viernes santos, en las iglesias donde hay suficiente persona se canta solemnemente el Oficio de Tinieblas.
Es uno de los tesoros llenarios más sublimes que posee la iglesia.
Se desarrollan en un ambiente de atardecer…sin instrumentos musicales, pero con melodías plañideras y melancólicas. Van transcurriendo uno por uno catorce salmos dolientes…y uno a uno se que se destaca en el presbítero, como para recordar la cobarde fuga de apóstoles y amigos. En lúgubre tonada se han intercalado también las sufridas expresiones de los truenos de Jeremías Profeta…Hasta el único sirio central que representaba a Cristo, es llevado encendido a esconderse ras el altar que es sepulcro, mientras se canta el «Benedictus» Y así…sin luces…la iglesia se sume en una angustia total para cantar de rodillas, como recogiendo todo el dolor de la humanidad, la dolorosa majestad del «Miserere», que en las grandes basílicas constituyen uno de los atractivos más poderosos del pueblo. Al terminar este canto se produce con libros y matracas un ligero fragor que representa las convulsiones del orbe abte la muerte del Señor.
Tal es la estructura del oficio de tinieblas. Pero cada día se recalca una idea. El miércoles se recorre la pasión entera del Señor. El jueves se fija la agonía y la muerte. El viernes se celebran sus exequias y sepultura.
Jueves Santo. Jesús manda a preparar su pascual desde Bethania. Ya tarde baja a Jerusalén, en el cenáculo tiene lugar el lavatorio de los pies, la deserción en Judas, la institución de la Eucaristía, la oración sacerdotal de Jesús…y sale hacia Getsemaní.
La liturgia de este día se desarrolla en cinco partes:
1º. La misa solemne. En un ambiente de blancura hay un despertar de alegría. Ante el recuerdo de su más preciada gloria, la Iglesia parece olvidarse este momento de la pasión del Señor, suena de nuevo el órgano y hasta las campanas en alegrías inusita acompañaron el «Gloria de la misa… Pero no! Al terminar el Gloria, todo se sume de nuevo la angustia: enmudecen hasta el sábado órganos y campanas…las ceremonias solo son amenizadas por voces sin acompañamiento y por monótonos sonidos de matracas. Se consagran dos hostias: una para el sacrificio de hoy y otra que se guarda en el monumento para la comunión de la mañana. Se pide a Dios misericordia recordando la traición de Judas y la penitencia del buen ladrón.
2º. Consagración de los santos óleos. En la catedral el Sr. Obispo interrumpe su misa para consagrar las tres ánforas del santo aceite: óleo de enfermos, óleo catecúmenos y santos crisma que servirán para administrar los sacramentos durante todo el año.
3º. Procesión al monumento. La piedad del os pueblos adorna lo mejor posible con flores naturales y luces; ningún emblema ni recuerdo de la pasión; la urna santa resalta donde queda prisionero el Amor de los amores para recibir adoración de la piadosa caravana de almas…
4º. A continuación los ministros rezan vísperas y van a «despojar los altares» que quedan sin manteles desolados…hasta el sagrado con su puerta abierta la idea de Cristo abandonado al sufrimiento.
5º. Por la tarde se recuerda la humildad. El Maestro en el lavatorio de los pies a los apóstoles. «El mandato nuevo» de Jesús inspira la ceremonial del lavatorio que os améis los unos a los otros» y el coro canta hermosos cantos de caridad cristiana.
Viernes Santo. Jesús ha vivido la más triste de las noches. El huero sufrió el abandono de las noches, el tedio, el pavor y la tristeza hicieron sudar sangre. Y con el beso traidor se desató contra él el poder de las tinieblas. Golpes, insultos, escupidas, etc. Divino Rey que va mendingando de tribunal en tribunal su propia sentencia para rescatarnos. Por fin carga la Cruz y después de penosa agonía muere crucificado; pero manifestando su omnipotencia hasta en la humillación promete el paraíso al Buen Ladrón y en su muerte se obscurece el sol y el orbese obscurece.
Ya nunca se han encontrado en tan poco momentos tanta grandeza, tanta angustia…Ningún lenguaje humano podría expresar estos momentos. Pero he aquí la liturgia católica que emprende esa obra…
La ceremonia comienza confesando la incapacidad de la palabra para expresar todo el dolor de ese día ensombrecido, y por eso…así…silencioso en austero recogimiento, vestido de negro, frente al altar que está desolado…sin manteles, sin flores, sin alfombras, los ministros se postran no solo de rodillas, sino con la frente pegada en la tierra…Nada más elocuente para expresar una angustia infinita!
Después de este silencio aterrador la liturgia se desenvuelve en tres pasos:
1º. Lecturas y oraciones. Dos lecturas del Viejo Testamento que recuerdan el sacrificio pascual y los futuros sufrimientos del Mesías. Y luego el canto de la Pasión de Cristo según San Juan. Tres ministros cantan el emocionante relato: uno representa a Jesús, otro hace de cronista y otro dice las palabras de los personajes que intervinieron. Cuando se narra la muerte del Salvador, todos caen de rodillas.
Inmediatamente, en una forma que viene desde los primeros siglos, prosigue las oraciones. Larga seria de intenciones que la Iglesia, madre de todos, sin olvidar a nadie, coloca aquí a los pies de la Cruz en el día de la redención. Cada intención se anuncia con un toque de maraca para que el pueblo doble la rodilla: por el Papa, por todos los ministros de la Jerarquía eclesiástica, por las vírgenes, por las viudas, por los catecúmenos. Por los enfermos, por los sacerdotes, por la conversión de los herejes, y hasta por los «pérfidos judíos» y por los paganos para que conozcan a Cristo.
2º. Descubrimiento y adoración de la cruz. Tomando enseguida la cruz, comienza a descubrirla a un lado del altar mientras canta «He aquí el leño de Cruz», y ministros y coro prosigue «en el cual pendió la salud del mundo: venid adoremos». Tres veces lo mismo hasta descubrirla por completo en el centro del altar. Y entonces comienza el largo desfile de adoración de la cruz, mientras suenan dolorosos los «improperios» que el coro canta: «pueblo mío qué te he hecho? En qué te he contristado? Respóndeme!», y se narra la triste historia de un pueblo que Dios solo recibió bondades y para Dios solo tuvo ingratitudes.
3º. Misa de presantificados. Se ordena la procesión al monumento, para traer al altar la hostia consagrada ayer. No es misa…es una breve ceremonia «sin principio y sin fin porque el que es principio y fin de las cosas está padeciendo»… Y después de comulgar el celebrante, el altar queda abandonado, hasta la puerta del sagrado…abierta «como quien huye dejando abierta su casa».
Sábado Santo. Muerto Jesús el viernes «reposó» en el sepulcro todo el sábado para resucitar el domingo muy tempraNo.
Para comprender la ceremonia de nuestro sábado santo hay que tener en cuenta que todo esto que hoy se celebra por la mañana del sábado, antiguamente se celebraba por la noche…noche que transcurría entre lecturas y cantos…y los números bautismos de los catecúmenos…Y al despuntar la mañana del domingo se cantaba la Resurrección del Señor. Por motivos que se comprende la Iglesia suspendió ese culto nocturno y lo anticipó a la mañana. Si más tarde se vuelve a la práctica antigua, comprenderemos mejor las preciosas ceremonias que abarcan tres partes:
El Lucernario. En la puerta de la iglesia se saca fuego de un pedernal «fuego nuevo» que representa a Cristo resucitado; se bendice junto con cinco granos de incienso. Y la procesión entra al templo, tres veces se detiene para encender cada vez una de las tres velas del «tricirio»o caña con tres tricirios que representa la Santísima Trinidad glorificada en la Humanidad» de Cristo, cada vez el Diácono canta «Luz de Cristo». Y llegando al altar comienza el mismo diácono a cantar el «Anuncio Pascual, precioso poema lírico que canta a la luz y exalta los misterios de la dichosa noche que ha de terminar con la gloria de la Resurrección.
Tres veces se suspende el canto: la primer apara colocar el Cirio pascual, gruesa candela de cera blanca que simboliza a Cristo resucitado, los cinco granos de incienso en forma de cruz, la segunda para encender el mismo cirio y finalmente para encender con el «fuego nuevo» todas las velas y lámparas en que se consagraba la luz del Señor: El templo quedaba profundamente iluminado.
El bautismo. Sigue la larga lectura de 12 profecías que el Antiguo Testamento presagian nuestro bautismo. Eran oportunas instrucciones para los catecúmenos que estaban para ser bautizados. Luego se bendice la pila bautismal de las parroquias; es recuerdo de la antigua procesión de catecúmenos que se dirigían al bautisterio donde desfilaba hermosa, fantástica la procesión de «neófitos» que cantaban como hoy todavía, las Letanías mayores de los santos.
La misa de gloria. Pone fin a la bella liturgia en que las campanas y el órgano atruenan el espacio en un himno de triunfo a Cristo Resucitado.
Domingo de Resurrección. La liturgia de hoy solo presenta la santa misa, en cuya liturgia condensada de aleluyas y recuerdos triunfales, se aspira una alegre primavera espiritual en que las almas reconciliadas con Dios por los sacramentos pascuales, gozan plenamente las alegrías de la redención.
O.A.R.