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No.1818 Pág. 1 – EL SALMO DE HOY

«Por qué se embravecen las naciones
Y los pueblos maquinan proyectos vanos?»
La peregrinidad de la Sagrada Escritura ha descrito, desde los tiempos del Rey David en su salmo 2, las vanas luchas de nuestro laicismo que hoy como entonces, pretende el mismo ideal: desterrar a Dios de la vida oficial.
«Se levantan contra el Señor y contra su Cristo:
Rompamos sus ataduras;
Arrojemos lejos de nosotros su yugo».
Cubriendo la malicia con capa de libertad, como dice el Apóstol San Pedro, proclama el liberalismo independencia hasta de Dios…Así es de insensata la sabiduría cuando se aleja de Dios: los que proclaman libertad hasta Dios, se han sentado en sus curules para querer imponer su asqueroso laicismo. Destronar a Dios y colocar en su lugar el laicismo: total, siempre bajo un yugo y unas coyundas.
Pero «Aquel que reina en los cielos se ríe de ellos
Se mofa de ellos el Señor»
Ante el Dios inconmovible que tiene poder en el cielo y en la tierra y en cuya mano omnipotente está el destino de los Estados y de los pueblos, ante Dios que ha impreso su ley en el corazón de los hombres, que pigmeos y miserables aparecen los legisladores laicos. Qué pigmeos e impotentes aparecen en la historia todas las legislaciones laicas ante el paso triunfal de la Iglesia.
Basta ver en nuestra patria. Después de tanto tiempo de conatos laicos pueblos, ahí esta la vida exuberante del catolicismo en modernas satisfacciones de esplendido triunfo. Muchos pueblos ignoran los vaivenes de la política, los nombres de los actores de esa comedia, etc. Pero una cosa no olvidan porqué la llevan en el alma: las fiestas, los acontecimientos, la vida de su Iglesia católica que fue ayer, es hoy y será por los siglos.
Pigmeos del laicismo salvadoreño: sois dignos de lástima! El que reina en los cielos y en la Iglesia se ríe de vosotros. Sabed que toda nuestra saña no tronchará nunca los triunfos de Dios.
De Dios no se ríe nadie! Las logias, el liberalismo, etc. Podrán tener por un tiempo el imperio de sus intrigas tenebrosas, pero sobre su caducidad, se cantarán los triunfos definitivos del Señor.
«Les hablará en su indignación,
los llenará de terror con su saña…
los regirá con cetro de hierro
los desmenuzará como un vaso de alfarero».
Y el salmo que parece escrito para nuestros días como una amonestación concluye:
«Ahora pues, oh reyes, entendedlo:
dejáos enseñar vosotros los que juzgáis la tierra
Servid al Señor con temor
Regocijáos en El contemblor
Abrazad la buena doctrina; no sea que al fin se irrite el Señor
Y parezcáis descarriados de la senda de la justicia
Cuando de aquí a poco se inflamare su ira
Bienaventurados todos aquellos que ponen en El su confianza».
Legisladores de la futura Constitución, sóis sirvientes!
Sirvientes del Señor de cuya voluntad procede toda ley. Sirvientes del pueblo cuyo bien común debe ser vuestro ideal.
«Servid con temor». Vuestros buenos sueldos, vuestras franquicias, vuestras prerrogativas no son – no deben ser- una ganga personal. Son el «salario de vuestro servicio».
Servir es hacer la voluntad del amo. No vuestro capricho ni los intereses de la logia debe inspiraros, sino la voluntad de aquella Ley Eterna que es norma insustituible de toda justicia, y los intereses del pueblo -de todo el pueblo salvadoreño que es religioso por esencia.-
Y no lo decimos por temor a que el laicismo pueda quebrantar los triunfos de Dios y el paso victorioso de la Iglesia- la experiencia ha probado lo contrario- sino porque es vuestra obligación reconocer los derechos de Dios, si no queréis «parecer descarriados de la senda de la justicia».
O.A.R.

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