El próximo 28 de Mayo será el día del Seminario. Enfoquemos con este motivo ese eterno signo de contradicción que se llama EL SACERDOTE.
Pedimos para el seminario; pedimos para formar nuevo sacerdote. Cabe pues preguntar si es que todavía son necesarios los sacerdotes, o si acaso va llegando la hora en que las nuevas luces de una civilización laica sin Dios ni religión, construirán un mundo sin la fatídica sombra negra del sacerdote?
Sin embargo el mundo, sin saberlo muchas veces, siente la necesidad de Dios. Y el sacerdote es el hombre entresacado de los hombres para que se ocupe en las cosas de Dios en nombre de los hombres.
Hay problemas que no se resolverán con todas las asambleas ni con todos los laboratorios: los problemas íntimos de cada uNo. Y ese sacerdote el especialista de la conciencia.
Hay una simpatía popular que no es de los políticos, ni aún de aquellos que se dicen elegidos por sufragio popular porque en la hora de las campañas electorales se fingieron amigos del pueblo. El sacerdote es el verdadero duelo de los pueblos. Sin necesidad de recurrir a elecciones cada pueblo sabe que un hombre es el suyo, a quien los niños siguen por una especie de instinto ingenuo propio de su edad y a quien los hombres llevan sus preocupaciones más trascendentales con una confianza que jamás tendrían para con sus «candidatos». El sacerdote es el verdadero demócrata. Y ante la realidad de esta democracia sincera, descansa satisfecho el corazón sacerdotal aún cuando con abierta injusticia se le despoja de sus derechos ciudadanos. Ciudadano el de todo el mundo, sabe que es el hombre que el mundo necesita, y que en sus manos está la última palabra de los hombres, porque no son sus manos simples manos de hombre sino que en ellas se proyecta la justa, la bondadosa, la omnipotente mano de Dios.
Por eso pedimos para formar sacerdotes.
Y pedimos para el seminario no como quien pide para un centro de caridad.
Los seminaristas son pobres, pero su pobreza no está reñida con aquella aristocracia espiritual que les hace prepararse para ser los futuros hombres que el mundo necesita. Son pobres pero su pobreza no impide a su inteligencia y a su voluntad especializarse en las ciencias de Dios para ser los futuros doctores de los pueblos y los jueces futuros de las conciencias. El seminarista se prepara para tan alta dignidad y al pedir una limosna para sus sostenimiento pedimos también que esa limosna se de con respeto y con cariño. Con el mismo cariño y con el mismo respeto con que vemos nuestra misma conciencia que un día estará sujeta a él.
Que la limosna despectiva.. esa que se tira como quien echa un mendrugo a un perro, mejor se queda en las cajas acaudaladas donde duermen como en un infierno, aquellas que Cristo llamó demonios de iniquidad.
Dar al seminario es dar ala Iglesia para que forme los futuros dirigentes de las almas. Y las almas y la Iglesia se merecen todo nuestro cariño y todo nuestro respeto.
O.A.R.