Después de lamentar la inesperada conflagración de la catedral metropolitana (para la que algunos ingenuamente pidieron dobles y procesiones de duelo…!) mucho anima al espíritu nacional el optimismo con que han reaccionado las autoridades eclesiásticas y el pueblo católico.
Porque, aunque cuando el gobierno preste su ayuda, es el pueblo cireneo fiel de estas empresas de la Iglesia. Y ene este caso debe ser todo el pueblo salvadoreño, porque se trata del símbolo nacional de nuestra fe.
Y la desgracia sucede cuando San Miguel comienza a organizar su mayor esfuerzo del año en pro de nuestra catedral: las «entradas», y por otra parte ha sido un año de desgracia para pueblos generosos que siempre colaboraron en nuestras «entradas» Jucuapa, Chinameca, Santiago de María, Berlín…
La catedral de San Miguel por tanto no puede esperar hoy mucho de otros pueblos. A cambio de una protección especial que nos ha prodigado la Virgen de la Paz en este año de tanto dolor…los migueleños deben ser más generosos para su santuario.
Los trabajos se han llevado adelante. Todo el año se ha trabajado por contratas. La solicitud que los barrios hicieron de destinar sus colectas a los trabajos del encielado, ha sido plenamente atendida, Doña. Lidia de Arguello es testigo y administradora de esta obra. Si se trabajó en la torre sur, fue con fondos especiales del Sr. Obispo. El comité de obreros por su parte nada ya en busca de las maderas para las dos puertas de la fachada.
Las «entradas» pues, de este año, nos sorprenden por un lado de un ambiente de ruinas y de dolor…pero por otro lado ofrecen perspectivas de optimismo: la catedral adelanta. Pero quienes quisieran verla ya acabada, aun sin dar ellos nada…recuerden estas dos proporciones: la magnitud de la obra…y la poca generosidad de sus donativos.
O.A.R.