Skip to content Skip to sidebar Skip to footer

No.1949 Pág. 1 – LA IGLESIA ENGENDRADORA DE ESCUELAS

Para recordar a los católicos el grave
Deber de ayudar a la escuela católica.
Ya se abren las matrículas. Ya comenzarán las aulas y las calles a alegrarse con la bulliciosa alegría de los escolares y colegiales.
Pero qué pocos católicos piensan en la responsabilidad de que la mayoría de ese mundo estudiantil va a recibir un año más la enseñanza sin Dios. Pobres primaveras de la vida sobre las que no brillará en la plenitud del cielo el sol de toda sabiduría, el «Deus scientiarum» (Dios de las Ciencias).
Hemos de confesar con tristeza que el catolicismo de muchos de nuestros católicos es un catolicismo mutilado. Comprenden que se pida para hacer un templo, para eregir un altar, para comprar el vestido de un santo…pero pocos comprenden la trascendencia de una ayuda para la escuela católica que en cierto sentido vale mas que el templo y que el altar y que el rico vestuario o cortinaje de una Iglesia. Porque mientras nos preocupemos solo de construir y adornar nuestras Iglesias y altares, pueda ser que los enemigos de la fe, el laicismo en concreto, nos esté llevando la niñez y la juventud y nos deje vacías nuestras Iglesias y sin adoradores nuestros altares.
Así ha comprendido en todos los siglos la Iglesia. Fiel a la misión educativa que le confió su Fundador Divino, «enseñad a todas las gentes», la Iglesia Católica» ha sabido reunir alrededor de sí centenares, millares y millones de alumnos de su misión educadora, no solo en el campo de su educación, sino también en el de la instrucción verdadera y propiamente tal. Porque si tantos tesoros de cultura, civilización y literatura han podido ser conservados, débese a la actitud de la Iglesia, y que aún en los tiempos más remotos y bárbaros, ha sabido hacer brillar tanta luz en el campo de las letras, de la filosofía, del arte y particularmente de la arquitectura.
Hasta aquel lejano tiempo medieval en que eran tan numerosos los monasterios, los conventos, las Iglesias, las colegiatas, los cabildos, catedrales y no catedrales, junto a cada una de esas instituciones había un hogar escolar, un hogar de Instrucción y educación cristiana. Y a todo esto hay que añadir las universidades todas, universidades esparcidas por todos los países y siempre por iniciativa y bajo la vigilancia de la Santa Sede y de la Iglesia…

En nuestros días, en sus misiones, esparce millares de las escuelas en todas las regiones y países aún no cristiano, desde las orillas del Ganges hasta el río Amarrillo, las grandes islas y archipiélagos del océano, desde el continente negro hasta la tierra del fuego y la helada Alaska» (Pío XI, Encíclica Divinis Illlus»).
A quien comprende la gravedad del problema, no le extrañarán estas palabras terminantes con que los Papas encarecen a los Católicos el deber de sostener las escuelas católicas:
Dice Pío XI: «Los católicos no trabajarán nunca lo suficiente, aún a precio de grandes sacrificios, en sostener y defender las escuelas». (1.c)
Dice León XIII: «Procurad que en ninguna parte falten escuelas donde los niños sean cuidadosamente instruidos en las verdades santas y en sus deberes para con Dios: donde aprenderán a conocer perfectamente a la Iglesia y a escuchar sus enseñanzas». (Nobilísima gallarum gens).
Que lástima entonces que algunos de nuestros católicos ignoren esta noble trayectoria de la Iglesia, engendradora de escuelas. Que lástima que con un juicio ignorante o mezquino o egoísta pongan trabas cuando la Iglesia trata de eregir un colegio católico o abrir una escuela católica. Gracias a Dios que frente a esa pequeñez de espíritu podemos felicitad a católicos generosos que patrocinan a la Iglesia en su noble fecundidad de engendrar la verdadera escuela: la escuela de Dios.
En San Miguel, gracias al tesón infatigable de unas religiosas, se están haciendo eco a aquella primavera de la educación católica que florece en San Salvador, con sus modernas construcciones de colegios católicos. El Colegio de Nuestra Señora de la Paz de San Miguel, pese al mezquino afán de los pigmeos, se va convirtiendo en una realidad cuyos alcances se aquilataron mejor fuera de San Miguel.
El Instituto Católico de Oriente abrirá con la perenne juventud de la Congregación Marista también este año sus aulas a la juventud migueleña. La Casa Nacional del Niño dará también educación con Dios a más de doscientos huérfanos. En el «Amparo de la Joven», bajo las blancas alas de las Hijas de la Caridad se dará con espíritu católico los seis grados de primaria.
Y en una forma más modesta, pero muy cerca del alma del pueblo pobre, para gloria del convento del Calvario, la escuelita del Sagrado Corazón, dirigida por el Párroco y religiosas Josefinas instalará allá sus cuatro grados, gracias al apoyo de católicos comprensivos, que sueñan cosechar un día de este humilde granito de mostaza una verdadera escuela de artes y oficios.
En el mundo bullicioso de tantos alumnos de la escuela sin Dios, esos cinco oasis de la educación católica serán este año en San Miguel la proyección gloriosa de esa noble trayectoria de la Iglesia: ser engendradora de escuelas.
O.A.R.

Leave a comment