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No.2017 Pág. 1 – Moral laica y moral católica.

EL PRIMER MANDAMIENTO
Falsa interpretación protestante
O.A.R.
Cuando Dios promulgó su primer mandamiento en la majestad del monte SINAB, se proclamó el único y terminantemente prohibido la adoración de otros dioses. No tendrás otros dioses delante de mí. No harás para ti imagen de escultura ni figura alguna de las cosas que hay debajo de la tierra. No las adorarás ni rendirás culto. Yo soy el Señor Dios tuyo…»
Hemos de defender que este precepto divino no se pone a la veneración que los católicos tributanos a la Virgen y a los santos. Ya todos comprenden contra quienes defendemos nuestra tesis: los protestantes se saben de memoria este texto y en él quieren ver una condenación de idolatría contra nuestras prácticas tradicionales.
Si un Rey prohibiera que su reino se tributen honores de rey a otro hombre que sea él, ¿quién es tan necio, pregunta el catecismo tridentino, quien es tan necio que crea que el rey prohíbe que se tributen los debidos honores a sus ministros?. Honores de rey se le darían solo a él…pero honores de ministros se pueden tributar a sus ministros. Este es el caso del primer mandamiento y de nuestro culto a los santos. He de decirlo muy claro: la iglesia católica sabe que honores de Dios solo los tributa a Dios. «No tendrás otros dioses delante de mí». Por eso no adora a los santos. La adoración es homenaje que la iglesia ha reservado siempre solo a Dios. Pero eso no quita que «veneremos, amemos y presentemos verdaderos homenajes» a la Madre de Dios y a los santos. Que puede pues bien claro: los católicos solo adoramos a Dios. No adoramos a los santos, veneramos a los santos.
Esta veneración por los santos la misma Biblia nos la enseña. Recuérdese el capítulo 44 del Eclesiástico que comienza así: «Alabemos a los varones gloriosos nuestros padres que vivieron en el curso de las edades; grande gloria les confió el Señor…» y continua una larga serie de santos de antigua Ley. El Cap. 11 de la Epístola de San Pablo a los hebreos parece un eco de las mismas alabanzas a los santos bíblicos.
También es doctrina de la Sagrada Biblia la confianza puesta en los santos y los prodigios que Dios ha hecho por medio de esta confianza. San Pablo en su carta a los romanos (cap. 15, v.30) exhorta a los hermanos en la fe «a que me ayudéis en esta lucha mediante vuestras oraciones a Dios por mí» Y en el Libro IV de los Reyes cap.13, v.21 se cuenta del poder que Dios quiso usar por medio del cadáver del profeta Eliseo a cuyo contacto resucitó un muerto que iban a sepultar en la misma tumba del profeta.
Cuando Dios prohibió tener otros dioses ante sí, se refería a que ningún hombre debe robarle la gloria que solo toca a Dios. Y en el culto o veneración de los santos no roba gloria a Dios ni disminuye en nada la grandeza del único Mediador de los hombres Jesucristo. Los católicos al venerar a nuestros héroes de la santidad referimos nuestras alabanzas, nuestra confianza toda hacia Dios, sabemos que toda la grandeza moral de los santos deriva de Dios y que Dios es como el sol del cual reciben su luz como magnífica constelación de planetas y satélites todos los santos.
Si la belleza de un paisaje, de la tranquilidad de una noche de estrellada, del mundo de la creación l alma puede elevarse a alabar a Dios y poner en su grandeza, en su bondad, en su hermosura divina toda la confianza del corazón humano, con cuánta más razón esos gigantes de santidad que reflejan las bellezas morales de Dios pueden elevar al hombre a alabar a Dios y confiar en El. Y los santos lejos de quitar méritos a Cristo, son las más hermosas estrofas de la redención. Qué es la santidad sino el Evangelio de Cristo hecho vida humana en un individuo concreto?. Los Santos son artistas de la vida modelada conforme al modelo de toda perfección que es Cristo. Y cuántos hombres encontraron alientos para emprender el camino de la imitación de Cristo después de conocer la vida de algún santo. San Agustín, por ejemplo, y San Ignacio Loyola se preguntaron un día: lo que éstos han podido porqué no lo podremos nosotros?. Y fueron aquellas vidas de santo los mejores conquistadores de la gloria de Dios y de Cristo.
Finalmente una razón humana: si se suprimiera el culto de la Virgen y de los santos suprimiríamos una de las más ricas fuentes de la poesía, del ideal y de la fuerza humana. Porque todo eso significa para la humanidad el culto de los santos. La austeridad de los principios eternos del Dios justiciero y omnisciente de la vida eterna, de la responsabilidad ante el juicio de Dios, la hora de la muerte…etc. Se revisten de vida y encanto cuando los encarna una vida humana que vivió en este mundo que yo vivo. Cuántos pueblos…cuántos lienzos, cuántas esculturas, cuántas poesías, cuántas páginas musicales de los demás subidos quilates, cuánta arquitectura había que suprimir en la historia del arte si fuera prohibido el culto de los santos. Nuestros templos católicos quedarían muertos y fríos como los templos de protestantes.
No el culto de los santos no contradice al primer precepto del Decálogo.
No puede ser idolatría esa fuerza vigorosa que despierta en el corazón humano tantas elevaciones hacia el único verdadero Dios. Por el simpático culto de la Virgen, por el culto de los santos se decidieron muchos hombres a imitar a Cristo. Y Cristo es el único que lleva a Dios.

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