O.A.R.
En la montaña del Sinaí Dios escribió en piedra la carta magna de las relaciones entre el Creador y la Criatura. Y como piedra sillar del divino código el Señor manda que se le reconozca por Dios y por Señor: «Soy el Señor Dios tuyo…».
Por consiguiente el primer precepto ordena al hombre reconocer como ser racional y libre este dominio, esta dependencia. Ese reconocimiento se efectúa ante todo por la oración. Orar es un deber primordial en el hombre. Un deber que es al mismo tiempo un honor y una fuente de energía.
Pero cuántos son los hombres que cumplen este deber?. Amables lectores: vosotros habéis orado hoy?…y ayer…? Y todos los días…? Tal vez de la mayoría de los hombres podrán oírse apreciaciones muy despectivas respecto de la oración. Yo quisiera responder hoy a esas objeciones, y como quisiera responder hoy a esa objeciones, y como quisiera que los hombres comprendieran el valor altiso de esa energía que están perdiendo al descuidar la oración.
Primera objeción. No tengo tiempo para rezar. Si la mayoría de la gente no reza porque haya renegado de la oración, sino porque en su agitada vida no cabe un lugarcito de calma para concentrarse a orar; si acaso pasan delante de una Iglesia entran unos minutos y de verdad rezan, pero no tienen una oración metódica de la mañana y de la noche, ni rezan antes de emprender a sus empresas, sus negocios, para pedir la bendición de Dios ante sus dudas y dificultades. No tienen tiempo para orar.
Realmente la vida moderna ha robado el tiempo a los valores espirituales: la carrera vertiginosa de la vida sigue el ritmo de la edad maquinaria que vivimos. El hombres está orgulloso de este adelanto técnico…sin embargo es necesario detenerse de vez en cuando unos minutos para orar. Realmente la máquina es necesaria para ayudar al hombre; para quitarle un excesivo trabajo corporal. Pero hay del hombre cuando la máquina se adueña de él…cuando la lanza y no le permite pararse…una parada de cinco minutos para rezar, y para sentir que es hombre durante estos breves instantes»! (Mons.Thot). No tienes tiempo para concentrarte cinco minutos después de tu jornada de trabajo y darle gracias a dios por la salud, por el empleo, por la ganancia que te ha proporcionado? No tienes tiempo para dirigir tu mente al Creador durante unos cinco minutos cuando vas a salir de casa a emprender tu rutinario trabajo?- Porque por más competente que seas en tu oficio o por más necesario que sea tu trabajo para tu vida, no debes olvidar que solamente el hombre que ora sabrá contestar a las grandes cuestiones de la vida.
El hombre que no tiene tiempo para orar se ha hecho una máquina…solo es hombre el hombre que se sobrepone a la máquina y al vértigo moderno para sentirse en la serenidad de la plegaria un hijo de Dios.
El hombre que no tiene tiempo para orar, esta condenado por el primer mandamiento: no tiene tiempo porque está rindiendo culto al trabajo, al negocio, al deporte, al placer…es un idólatra de esos ídolos modernos y contradice al Divino Legislador que dijo: no tendrás otros dioses delante de mí.
Más irracional todavía es una segunda objeción. Yo no rezo porque me cansé de pedirle a Dios y no me concede lo que le pido. A veces esta objeción tiene visos de verdadera blasfemia o de resentimiento con el Creador.
Por ejemplo hay personas que parecían piadosas y que hoy se han alejado de toda plegaria porque murió un ser querido por cuya salud pidieron a Dios. Y entonces ¿hemos de decir acaso que es mentiroso Jesucristo cuando dijo bajo juramento: cuanto pidiereis al Padre en mi nombre os lo concederá? No. Los que así se quejan son pobre gente miope que ha hecho de la oración una simple operación de cálculo humano; con miras muy rastreras quisieran que Dios que tiene visión infinita mirara solo nuestro pequeño capricho. Nosotros los pobres humanos todo lo hacemos por los resultados prácticos: el político, el comerciante obrero, el soldado, el pedagogo…todos quisiéramos ver el resultado inmediato de nuestras acciones, y si no vemos ya la cosecha, perdemos el ánimo. Pero la política de la oración es radicalmente distinta de la política humana; y querer medir la eficacia de la oración por los resultados exteriores y querer medir la eficacia de la oración por los resultados exteriores aparentes es desconocer por completo la naturaleza de la oración. Pero comprenderemos muchas negativas de Dios a nuestras plegarias si tenemos en cuenta esta comparación; un niño pide a su madre: dame tu mano…y la madre se la alarga para ayudarle; dame un bocado tengo hambre…y la madre le da con cariño un pedazo de pan…
Pero su hijo ve unas frutas venenosas y las pide a su madre…¿se la daría la madre solo por complacerlo? No se las da profesamente porque lo ama- Aplaquémoslo: Dios eterno y cuya providencia se entiende a todo el mundo y a la eternidad, juzga muchas veces frutas venenosas, el objeto de nuestras ardientes plegarias.
Otras veces Dios aplaza sus favores, pero vendrán. Dicen que en las antiguas tumbas egipcias encontraron junto a las momias algunos granos de trigo, sepultados desde hace cuatro mil años; quien iba a pensar que al sembrarlo, germinaron aquellas semillas de cuatro mil años…y quien le iba a decir aquella santa madre del siglo IV que la conversión de su hijo mundano le iba a constar dieciséis años de oración y lágrimas? Pero Santa Mónica logró que el mundano se convierta en el gran San Agustín.
No.No oramos en vaNo. La semilla de cuatro mil años es símbolo de una plegaria que ora no por cálculo humano sino por el deber de orar y esperar la hora de Dios. – Finalmente hay una tercera objeción de gente de buena voluntad, a veces piadosa pero que dicen: Yo quisiera rezar pero no puedo. Vivo tan preocupado por mil pensamientos, soy tan ignorante, que me es posible sugerirme en esta devota adoración de Dios. Esta buena gente desconoce la voluntad de Dios. Olvidan que para hablar con un padre o con un amigo no hace falta ser sabio. Debíamos de comprender que todas nuestras palabras, todos nuestros pensamientos y todas nuestras obras, cuando se hacen con la mejor voluntad y con el único deseo de la gloria de Dios…ya son oración.
Termino con el gracioso cuento del payaso que se hizo monje, y no sabiendo orar como sus hermanos, inventó una nueva plegaria: cuando la Iglesia quedaba sola, él se vestía sus antiguos trajes de payaso e iba a darle función a la Virgen. Cuando el abad pensaba que aquel monje se había hecho loco e iba a reprenderlo, vio que la estatua de la Virgen tendía su mano para limpiar el candoroso rostro del monje payaso.
Y soy el Señor Dios tuyo…Sí, para cumplir el grave deber de oración solo hace falta tener mucha fe y muy buena voluntad para el Creador.