«ADVOCACION NACIONAL»
Congreso Eucarístico de Santa Tecla
Diciembre 26, de 1954
El día 26 de Diciembre, por amable invitación del señor cura y Vicario de Santa Tecla el Padre Francisco J. Méndez, fue una representación del catolicismo migueleño a participar al acto de clausura del Congreso Ecucarístico que se celebró en aquella Parroquia con motivo del primer centenario de la católica fundación de aquella hidalga ciudad.
La comisión migueleña fue portadora de una imagen de la Virgen de la Paz, obsequió Doña Adelina de Zaldaña, solicitada especialmente por dicha parroquia para proclamarla en aquel solemne acto bajo el título de «Advocación Nacional».
Agradeceremos la Vicaría de Santa Tecla el homenaje tributado a la Patrona del Oriente de la República y felicitamos al R. P. Méndez por su comprensiva visión tendiente hacia una marianidad típica salvadoreña.
Publicamos a continuación los conceptos del Panegírico que dijo el Reverendo Romero en tan solemne acto:
El nombre de la paz sonó como canción de cuna en la noche de Belén cuando los ángeles cantaron «Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad».
Por eso un día la elocuencia del Papa León Magno comentaba así ante su pueblo romaro las alegrías navideñas: «En los tesoros de la generosidad divina qué otras cosa podemos encontrar más digna para honrar la presente festividad de la paz?…la paz que en la natividad del Señor fue lo primero que cantaron en su concierto los ángeles. Pues la paz es lo que engendra los hijos de Dios, es nutricia del amor, es madre de la unidad; el objeto propio y el beneficio propio y en beneficio especial de la paz es juntar con Dios a los que segrega del mundo» Hasta aquí San León.
La paz se diría que fue la obsesión del Redentor. La propone como lema de su escudo el nacer y la deja como herencia de sus sacrificios al morir: «mi paz os dejo, mi paz os doy». Fue la paz el saludo que caracterizó sus ideales frente a los hombres: «la paz sea con vosotros». Y de sus labios amoratados por el martirio supremo tomó ese saludo la Iglesia, depositaria auténtica de sus aspiraciones; y por eso la Iglesia hizo de la paz el ambiente de sus plegarias, la meta de sus conquistas, el último saludo a sus hijos al cruzar las fronteras de la eternidad. «descansa en paz».
Por eso los Papas donde quiera que han hallado una expresión o un símbolo de esa paz de Cristo lo han acogido, lo han fomentado, la revisten con todos los esplendores del catolicismo.
Un día…fue en un rincón de nuestra patria donde la Iglesia vio fulgurar el signo de la paz. Fue en la legendaria llanura del Chaparrastique, llanura que Dios extendió como alfombra eshuberante del coloso volcán y donde el capitán Don Luis de Moscoso tuvo tuvo el acierto de iniciar un pueblo que llegaría a ser avanzada acogedora de la patria hacia dos patrias hermanas de Centroamérica y donde otro capitán salvadoreño dice que soñó hacer la capital del pueblo centroamericaNo. En aquel valle que hunde su pasado en la leyenda y se extiende de una bellísima imagen que un 21 de noviembre entraba a tomar posesión de la bellísima imagen que un 21 de noviembre entraba a tomar posesión de la ciudad para ser el alma de su historia y la fibra más delicada de sus cariños.
«Según tradiciones populares antiquísimas y documentos entresacados de archivos municipales de San Miguel publicados en los «Recuerdos Salvadoreños» del Doctor Cevallos» la artística escultura fue encontrada por unos mercaderes en las riberas del mar del sur hace más de tres siglos. La caja fue lanzada a la playa por las olas que la salvaron talvez del naufragio de un barco español. Aquel 21 de noviembre sin año pasaban los mercaderes por San Miguel con el providencial cargamento en los instantes en que una lucha fraticida ensangrentaba el suelo migueleño. Cuentan que circunstancias admirables movieron la atención de los guerreadores hacia la misteriosa caja. Y al admirar las delicadas facciones que desde aquel momento se robaron el corazón de los migueleños, dicen que la muchedumbre olvidó sus rencillas y cayó de rodillas ante la bella imagen pidiendo perdón al «Señor». Y en aquel ambiente de paz formado por la Virgen se dio nombre y altar a la que comenzó a llamarse entonces: «Nuestra Señora de la Paz», Abogada y Patrona del pueblo migueleño.
Tal es la simpática tradición de nuestra imagen patronal y de nuestro famoso 21 de noviembre que llegó a ser la más famosa y típica feria de Oriente, conocida dentro y fuera del país con el simbólico nombre de «feria de la paz».
No es extraño que el Papa Benedicto XV cuyo pontificado se consumió breve cual lámpara votiva de la paz en medio del fragor de la primera guerra mundial, al oír relatar estas cosas de labios de nuestro inolvidable primer Obispo Monseñor Duelas y Argumedo, haya clavado sus ojos anhelantes de paz en este punto blanco de nuestra patria y decretara para las benditas sienes de la histórica imagen la coronación pontífica. Fue el 21 de noviembre de 1921, entre el estampido de los cañones y las salvas oficiales de la patria, cuyo supremo gobierno se encontraba a los pies de la Virgen de la Paz, cuando la imagen cual augusto centro del entusiasmo de la patria y de las esperanzas de la Iglesia, en aquel mismo lugar donde un lejano día se hizo encontradiza con nuestro pueblo salvadoreño, era coronada con la rica corona que desde entonces cada 21 de noviembre fulgara sobre la manifestación más espléndida de nuestra vida católica.
Fue también Benedicto XV quien concedió a la Diócesis la misa y el oficio propio de la Virgen de la Paz que se celebran el 21 de noviembre, fecha en que tuvo origen la simbólica palma que caracteriza a la Patrona migueleña, pues aquel 21 de septiembre de 1787, después de la tempestad de fuego con el Chaparrastique amenazó destruir la ciudad, cuenta que el pueblo angustiado clavó sus esperanzas en aquellos ojos bondadosos y como respuesta del cielo una blanca palma de nubes, cual número arco iris de la alianza, apareció en el cielo dominante sobre el embravecido coloso.
No es extraño tampoco que nuestro actual Pontífice S. S. Pío XII, nuevo timonel de la paz en el torbellino de la guerra, haya fijado de nuevo sus miradas piadosas en la blanca visión de paz de nuestro Oriente Nacional, y así en el Congreso Eucarístico Nacional de 1942, El Salvador oyó su voz cuando a través de dos mares y de dos continentes ensalzaba nuestros valores nacionales. Y al saludar a Nuestra Señora de la Paz, dijo: que Nuestra Señora de la Paz coronada todavía no hace cinco lustros por nuestro Predecesor Benedicto XV de santa memoria, os coloque a todos bajo el amparo del simbólico ramo que en su iglesia de San Miguel alza con su mano derecha y cuya sombra ansiaríamos ver proyectada sobre el mundo entero.
Y hoy Santa Tecla, esta ciudad señoril que nació el mismo día aniversario del nacimiento del Divino Salvador y el mismo mes y año de la proclamación dogmática de la Inmaculada Concepción de María y que consiente de esas coincidencias históricas y cristianas nació jurando en forma solemne ser siempre fiel al Divino Patrono de la patria y proclamar como segunda patrona a la Inmaculada Madre de Cristo. Hoy , Santa Tecla, entre sus alegrías centenarias y en ambiente de piedad de su Congreso Eucarístico se ha fijado con mirada muy comprensiva y cariñosa en ese mismo símbolo blanco de nuestro Oriente. Y esta vez Santa Tecla ha dicho de Nuestra Señora de la Paz una palabra audaz que ha enardecido de gratitud a aquella diócesis de la Paz: se ha llamado aquí por primera vez ala Virgen de la Paz; «advocación nacional».
El corazón puede traicionarme y no quisiera ser yo, humilde sacerdote a quien tocó la dicha inmensa de ser el custodio de aquel Inapreciable tesoro de la Diócesis, no quisiera ser yo quien comente ese atinado y valiente calificativo «advocación nacional» con que Santa tecla ha honrado a Nuestra Señora de la Paz.
Talvez un día esta voz de Santa Tecla sea comprendida por toda la patria salvadoreña. Y talvez aquel día la emocionante estrofa de nuestro himno patrio que proclama los limpios ideales de paz de la nación, encuentre en la blanca figura de la Virgen de la Paz, el símbolo más acabado del espíritu salvadoreño que «de la paz en la dicha suprema siempre noble soñó El Salvador, fue obtenerla su eterno problema, conservarla es su gloria mayor».
Aquel día, cuando se oiga en toda la Patria esta voz de Santa Tecla, El Salvador católico al presentarse en loe conciertos mundiales para enaltecer los valores típicos de cada país, no andará mendingando a otros lares su manto y sus colores, tendrá una Virgen propia que le hable del rumor de sus propios mares, de la altivez de sus propios volcanes de las tempestades y de la serenidad de sus propios cielos, de los terremotos y de la exuberancia de sus propias tierras, de las angustias de sus propios paisanos y sobre todo de su propio espíritu nacional que fue soñar siempre «de la paz de la dicha suprema» y trabajar denodadamente por ella.
Y bajo el símbolo de esa advocación nacional El Salvador donde quiera que llegara un cumplimiento de su vocación llevaría una réplica de adhesión cariñosa y colaboración entusiasta a la suprema obsesión de Cristo y el anhelo de la Iglesia expresado S. S. Pío XII precisamente hablado de Nuestra Señora de la Paz cuyo simbólico ramo ansía ver proyectado sobre el mundo entero.
Mientras llega esa hora de comprensión para este valor nacional guardado en «su iglesia de San Miguel», hora que ya está anticipando valientemente esta parroquia Santa Tecla, y que ya siente ene l pueblo católico salvadoreño especialmente con motivo de la fiesta de Nuestra Señora de la Paz…mientras esa hora insinuada ya por dos pontífices, queda aquí en Santa Tecla en este histórico templo parroquial, como solemne expresión de su voto por la Reina de la Paz como «advocación nacional», esta imagen, retrato auténtico de la bella escultura migueleña que secundando los deseos del estimado párroco Padre Francisco Méndez fue obsequiada por Doña Adelina de Zaldaña y traída por esta representación de católicos migueleñas.
Los migueleños no olvidaremos nunca este gesto fraternal de mano tendida y corazón abierto con que Santa Tecla, esta ciudad de la Inmaculada, acogió en su alegría centenaria a la bendita Patrona de San Miguel.
Hace un siglo, mientras rebosaba el mundo con el júbilo del nuevo dogma de la Inmaculada, nacía Santa tecla con el juramento de pertenecer siempre a la Virgen Inmaculada. Hoy esta pujante ciudad de cien años ratifica su noble origen católico y mariano promoviendo una intrépida iniciativa hacia una «advocación mariana típicamente nacional».
Providencial destinote Santa Tecla!
En esta patria y en esta época las fuerzas del mal, masonería, laicismo, etc…, descendencia legítima de aquella serpiente que hizo desgraciados a los hombres, asechan los triunfos de Dios y quisieran hasta borrar todo ese brillo de gloria católica que envuelve a los orígenes de nuestra nacionalidad y de nuestros jóvenes pueblos. El auténtico pueblo se salvará ratificando su fe y su confianza en aquella Mujer Bendita que encarna la infalible sentencia de Dios sobre las fuerzas del infierno: ella quebrantará tu cabeza!
Al amparo de una advocación nacional de la Virgen, El Salvador seguirá la gloriosa trayectoria iniciada en su origen católico y mariano, y combatirá con éxito las nobles batallas de sus ideales de paz.