GALILEA
O.A.R.
Aún me parece un sueño. Era peregrino de tierra Santa. Y las emociones del Carmelo me parecían la voz de Dios a Moisés que recordaban conmovedora actualidad: «El lugar en que estás en tierra santa… (Exodo 3,5).
En efecto un fulgor de santidad parece iluminar los paisajes de aquella jornada de 37 kilómetros hacia el Oriente desde el Carmelo a Nazareth. «Iremos a Nazareth, escribía emocionado San Jerónimo, y según la interpretación de su nombre, veremos allá la flor de la Galilea». (PL 22 491)
Toda la Galilea es un hermoso jardín y un relicario de recuerdos sagrados. Fue la tierra de las tribus de Aser, Neptalí, Zabulón e Isacar. Su configuración ofrece una rica variada de paisajes que pueden agruparse en tres partes: al Norte la «Galilea Superior», formada por las majestuosas alturas del monte Líbano y del Gran Hermón donde anidan los encantos de las nieves perpetuas. Más al sur, hacia la altura del lago de Tiberiades, «la Galilea Inferior» formada por montes más bajos que graciosamente descienden sobre el lago, o sobre la llanura de Esdrelón o en el Jordán, una de estas cumbres, quizá la más alta, es el inmortal Tabor de 562 metros. Y por último, como alfombra de aquellas imponentes cimas de la gran llanura de Esdrelón, llamada la «gran» llanura porque es la más extensa de la Palestina. Yo al verla sentí nostalgia de nuestros encantadores valles del Chaparrastique y del Jiboa.
La llanura de Esdrelón se extiende por 35 kilómetros a las faldas de la cadena del Carmelo y 2 5 kilómetros desde el Tabor hasta Samaria. Pueblos y nombres de conmovedoras remembranzas viven en los alrededores de este valle: Endor, Naím, Jezrael, Baisan, Enganim…y recostada en aquel anfiteatro de montañas, como vigilantes de la llanura, o mejor, según su nombre, como una flor silvestre de este delicioso Jardín de Galilea, está la «Flor de Galilea»…¡Nazareth!
Ninguno de los muchos recuerdos que revolotean en la mente del peregrino al sucar estos paisajes bíblicos, es tan emocionante como ese nombre que, sin embargo, era nada para el Antiguo Testamento. «Acaso de Nazareth puede salir algo bueno?» preguntaba pesimista Natanael.
Y es que aquel torrente Cisson, que atravesamos aquella mañana, sigue arrullando con sus aguas los sonados triunfos de Israel que inmortalizaron Débora y Barac (Libro de los Jueces), y parecen todavía atónitas estas llanuras contemplando las hazañas de los Macabeos. Allí está también Batulia, la hidalga tierra de Judit…y allá los montes de Galboé donde «cayeron los fuertes de Israel», y David lloró la muerte de Saúl y Jonatás…
Pero estas y muchas otras glorias de Galilea, que sería imposible recorda Palidecen cuando el Evangelio de San Lucas ilumina el nombre de Galilea con el más sublime de los relatos: «Fue enviado el ángel Gabriel de parte de Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazareht, a una doncella desposada con un varón llamado José y el nombre de la Virgen era María…» (Lc. 1, 26- 27).
La mayor parte del Evangelio se desarrolla en estas tierras benditas de Galilea; los más dulces años de la vida de Jesús y de la Virgen transcurren en estas llanuras, en estas colinas, en estos lagos. Aun después de resucitado Jesús, recuerda con nostalgia el nombre de Galilea donde da cita a los dichosos galileos que llamó para apóstoles.
Si no fuera por su misma hermosura natural, bien se podía decir por esta predilección de Dios, lo que de Baisán (pueblecito de llanura de Esdrelón) se dijo «Si el paraíso en Palestina, Baisán debe ser su puerta…»
Galilea…jardín de Palestina. Cómo no debías ser tan bella si al crear tus flores y tus cielos Dios fabricaba el jardín donde se abría Nazareth, » la Flor de Galilea», y la Virgen, «la Flor de Nazareth»… y al formar tu lago, tu Tabor, tus llanuras…pensaba Dios en la infancia y en la juventud de su propio Hijo…