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No.2139 Pág. 1 – En la Tierra Prometida

EL MAR DE JESUS
Cuando tuve la dicha de conocer el lago de Tiberiades, se me ocurrió que sus aguas copiaron algo de la mirada de Jesús…
Así debían ser aquellos ojos como la Paz acogedora de este lago…y así como los ojos del Maestro fulguraron a veces con la ira tremenda para fustigar la hipocresía y la envidia de sus enemigos, así también en ciertas tardes la paz del Tiberiades desaparece bajo inesperada s tempestades que intimida hasta sus más valientes pescadores. Este «Mar de Jesús» aprendió a mirar con la profundidad de aquellos ojos; y así como se escondían tras aquellas divinas miradas los profundos misterios…el peregrino quisiera que este lago hablara para contar linfas…cómo era su voz…cómo era la paz de sus sueños, reclinado sobre estas lanchas…cómo era su majestad cuando esparcía su doctrina y sus milagros en estas playas.
Lo que casi se siente en estas costas, es la voz tremenda de sus maldiciones que condujo a la nada las ciudades florecientes que poblaban estos terrenos hoy desiertos.
«Ay de ti, Corozaim, ay de ti, Betsaida…
y tu Cafarnaúm hasta el abismo vas a ser abatida…»
Antes de caer abrumadas bajo la maldición de Jesús, florecieron aquí diez o más ciudades importantes: Tiberiades, Magdala, Cafarnaúm, Corozaím en la ribera occidental, Betsaida, Gerdesa, Gimala, Hippos en la costa oriental. La multitud de sus lanchas daba entonces vida y colorido a esta simpática superficie del lago de 21 kilómetros de largo por 11 de ancho, con una profundidad de hasta 45 metros. El rasgo principal de este lago de Jesús es estar a 212 metros bajo el nivel del mar Mediterráneo. Aquí descansa el río Jordán que viene desde las faldas del gran Hermón, entra al lago por el ángulo norte y luego sale por el suroeste para seguir bajando hasta la profunda depresión del Mar Muerto. En tiempos de Jesús estos paisajes eran más fértiles. Una exuberante vegetación descendía de esos montes y colinas y se explayaba sobre todo en la sonriente llanura de la desembocadura del Jordán y la oeste en la llanura de Genesaret.
A todo este conjunto de atravtives naturales se juntaban ventajas comerciales y políticos muy importantes. Cerca de Cafarnaúm pasaba la famosa «Vía Marís», que unía la Mesopotamia y el Egipto; pasaba también por Cafarnaúm el camino de Betsadia Julias por donde llegaba el comercio de la letrarquía de Herodes Filipo; por esto existía allí una aduana en cuya mesa de impuestos estaba un día un cobrador llamado Mateo que abandonó su puesto cuando el Maestro lo invitó a hacerse apóstol: «ven y sígueme».
A este centro trascendental del mundo oriental de entonces, llegaba Jesús un día, expulsado de Nazaret por sus propios paisanos, para difundir desde allí sus divinas enseñanzas del Reino de los cielos. Por lo cual el nombre de Cafarnaúm pasaría al Cafarnaúm pasaría al Evangelio con el envidiable apelativo de la «Ciudad de Jesús» que tal vez residiría ahí en la casa de Pedro y Andrés, los hermanos pescadores que habían nacido en la vecina Betsaida.
Este amanecer del Evangelio en las rientes riberas de Tiberiades, fue profetizado por Isaías siete siglos antes…» se llenará de gloria este país que cae hacia la Galilea de los gentiles, camino del mar. El pueblo que andaba en tinieblas verá un gran resplandor, a los que habitaban el país del as sombras de muerte resplandecerá la luz».

Hoy solo queda en pie la historia ciudad de Tiberiades con sus 10,000 habitantes casi todos judíos. Su nombre, como el del lago, tuvo origen del emperador romano Tiberio. Fue capital de la tetrarquía de Galilea. Después de la toma de Jerusalén se estableció allí en sanedrín. En el siglo VI tuvo origen aquí la famosa puntuación «masotérica» para la lectura hebraica de la Biblia. Romanos, árabes, judíos y cruzados, barajaron su historia durante siglos. Hoy su moderna reconstrucción después del aluvión de 1934 la ha hecho el más pintoresco balneario del lago. Barcas, redes, pescadores, venta de peces, etc, hace pensar en los tiempos de Jesús y sus apóstoles.
Pero fuera de este alegre rincón, todo se ha consumido en una solemne soledad. Apenas unos beduinos plantan sus tiendas en la solitaria ribera y por la noche cantan sus lúgubres canturrias. De la famosa Magdala, ciudad de la pecadora redimida, solo se adivina el sitio. En Cafarnaúm solo quedan las ruinas de piedra de las hermosas sinagogas que construyó el piadoso centurión cuya fe alabó Jesús; es emocionante leer sentado sobre estas piedras el capítulo VI del Evangelio de San Juan fue aquí donde Jesús pronunció su divina promesa de la eucaristía que escandalizó a muchos pero que afirmó la fe de Pedro que dijo: a quién iremos Señor, si sólo tú tienes palabras de vida eterna?…
Desde la tranquila soledad de la basílica de las bienaventuranzas, donde nos hospedamos…o bogando bajo el crepúsculo en una lancha…cómo se comprende la nostalgia que debieron sentir los apóstoles al recordar más tarde, este risueño país del Evangelio. Nostalgia que parece sentirse en aquellos relatos abundantes: «Jesús caminaba sobre el Mar de Galilea…Jesús dio orden de pasar a la otra orilla…y subiendo a una lancha pasó el lago para regresar a su ciudad…aquel día, Jesús salió de casa y fue a sentarse junto al mar…Jesús se fue solo en una barca a un lugar desierto…Y la pesca milagrosa…Y la tempestad calmada…Y la aparición nocturna en que parecía un fantasma del mar…y sobre todo aquel angelical relato de la triple confesión con que Pedro lavó su apostasía y fue consagrado Supremo Pastor de la iglesia. Una iglesia en Tiberiades dedicada a S.
Este lago tuvo muchos nombres: mar de Kineret (como aún lo llama el Estado de Israel «Jam Kinneret») Lago de Tiberiades (como sigue llamándolo Jordania «Barh Tabarijah»), lago de Genesaret o Genesser, Mar de Galilea…Pero para un cristiano ningún nombre llena tanto como poderlo llamar: «El mar de Jesús».

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