UNA EXCURSIÓN CON JESUS
O.A.R.
Las dificultades políticas actuales entre árabes y judíos han cerrado varios pasos al peregrino de tierra santa. Sin embargo podemos reconstruir una piadosa excursión espiritual que nos permitirá seguir al Divino Maestro en una de sus más pintorescos y valientes recorridos.
Pongámonos en el marco histórico de Jesús. Aquel discurso sobre el Plan de la vida pronunciado en la sinagoga de Cafarnaúm y la deserción de gran número de discípulos, inició un período de aguda crisis para el divino apostolado del Señor. Se formó un ambiente pesado, hostil cuánto debió sufrir en estos meses el delicado corazón de Cristo. Pero supo aprovechar aquella situación para dejarse en un ambiente de reserva e intimidad a la formación espiritual e intelectual de sus apóstoles y prefirió salirse de «su ciudad», retirándose hacia los confines de Tiro y Sidón. Esta es la única vez que Jesús salió de su Patria Israel a un mondo pagaNo.
Desde Cafarnaúm probablemente se fue hacia el noroeste a Sabed. Todavía está esta pequeña aldea en la que se inicia el somático relato del libro de Tobías. Siguiendo de allí la misma dirección noroeste tocó las playas del Mediterráneo en las cercanías del famoso puerto de Tiro, de donde, por la costa iría al otro puerto más al Norte Sidón. Y aunque quería hacer de ingénito su viaje, dice el evangelio «muchos de tiro y de Sidón oyendo los prodigios que obraba, venían a El (MC. 38) Fue precisamente en esta excursión en tierras paganas cuando tuvo lugar el episodio de la Canenea que con palabras insustituibles relata San Mateo (cap. 15) «Y he aquí que una mujer Cananea, salida de aquellos confines, daba voces diciendo, apiádate de mí, Señor, hijo de David, mi hija está malamente endemoniada. Mas el no le respondió palabra. Y llegándose sus discípulos le rogaban diciendo: despáchala, que viene gritando detrás de nosotros. El respondiendo dijo: no fui enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel. Más ella, llegado se postraba de El diciendo: Señor, socórreme. El respondiendo dijo: no es junto tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos: Ella dijo, Si señor, pues también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces, respondiendo díjole Jesús: oh mujer, grande es tu fe, hágase contigo como quieres. Y quedó sana su hija desde aquella hora.»
Antes de tirarnos de esta cosa mediterránea, echemos una mirada más al sur. La bíblica Acco o Tolemalda. Cuando los cruzados perdieron Jerusalén aquí establecieron la capital del reino latino, puerto de sagrados recuerdos franciscano, por aquí entró San Francisco de Asís cuando llegó su santidad un reino más firme que el que conquistaron las armas. Y cuántos otros cristianos entraron por esta puerto del Oriente o para combatir en esta tierra Prometida.
Pero volvamos a las costas del Líbano para seguir reconstruyendo el recorrido de Jesús. Las playas del Tiberiades eran más queridas para Jesús. Y emprendió su regreso de Sidón dirigiéndose hacia el suroeste, llegaría a las faldas del Gran Hermón. Aquí donde el río Jordán nace y donde están los límites que Dios trazó a la Tierra Prometida, aquí por donde debió entrar hace tantos siglos Abraham cuya generación abundante como las arenas el mar debía llenar estas tierras. Desde Dan hasta Bersabé». Dan es el punto más avanzado del Norte de Palestina. En otra ocasión próxima Jesús subió a estas regiones viviendo en Betsadia, en unos 40 kilómetros, pues por aquí queda también Cesarea de Filipo, la bella ciudad que en honor de César Augusto edificó la tertraca Filoso. Este exuberante rincón fue el escenario de aquel diálogo que culminó con la promesa del Primado: «como llegó Jesús a la región de Cesarea de filipo, preguntaba a sus discípulos diciendo: Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Ellos dijeron: unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros diferentes que Jeremías o uno de los profetas. Díceles: Y vosotros quién decís que soy? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Bienaventurado eres Simón Bar Jona, pues que no es la carne ni la sangre quien te lo reveló sino mi Padre que están en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia y las puertas del infierno no podrán contra ella, quedará atado en los cielos, y cuanto desastre sobre la tierra, quedará desatado en los cielos. Entonces ordenó terminantemente a los discípulos que a nadie dijeran ser él Mesías».
Este Evangelio del Primado de Pedro recobra toda su solemne exhuberancia aquí en este paisaje de rocas, de montañas y de nieve. En efecto esta alta Galilea donde el Jordán tiene su origen es imponente: al fondo del Gran Hermón y el Monte Líbano siempre vestidos de nieve, parecen altares cuya alfombra tendida a sus pies la fértil llanura que en forma de inmenso óvalo hace margen al diminuto lago Hulle formado también por las aguas del Jordán que de allí baja a formar el Tiberiades. De allí bajó también Jesús a su añorado lago de Tiberiades, pero no por el lado occidental, sino por el Oriente que en su tiempo marcaba los confines de la Decápolis. Y Decápolis costa oriental del lago supo también de sus divinas bondades.
Al terminar esta larga trayectoria viene bien concluir con el poeta: «mil gracias derramando pasó por estos valles…»