AIN KARIM
Siete kilómetros al sudoeste de Jerusalén está el pueblecito Ain Karim. Nuestra impaciente legada a la Ciudad Santa, sufrirá aun dichoso retardo para vivir horas inolvidables. El motivo de hacer esta visita antes de entrar a Jerusalén, es porque debemos hacerla antes de pasar la línea que divide Israel y Jordania.
Ain Karim es un risueño caserío enclavado en la plena región montañosa de Judea. La tradición señala a este celestial rincón como el escenario de la Visitación y del nacimiento de Juan el Bautista. Fue pues, a estas montañas a donde se encaminó a prisa la Virgen María cuando el Arcángel le anunció en Nazareth que Elizabeth la estéril a ser madre del Precursor.
Ain Karim es la patria del Bautista, aquí nació el más grande de los nacidos de mujer, como dijo Jesucristo. Es también la patria del «Magnificat» y del «Benedictus». La tradición medieval identificó tanto esta montaña como el Bautista, que entonces se le llamaba San Juan en la montaña». Pero hoy el pueblecito sigue llamándonos con el primitivo nombre con que lo conocieron la Virgen y Elizabeth Zacarias y el Bautista «Ain Karim»…hasta la misma fuente que brota saltarina en el repliegue de aquellos dos montes entre un soñado nido de verdor, parece repetir ese nombre, inspirado por ella misma, pues «Ain Karim» quiere decir: «fuente noble». Y verdaderamente fue ennoblecida por los labios virginales de esta Madre de Dios, porque siendo la única fuente del lugar, de aquí tomaría agua para los quehaceres de aquellos días que atendió a Elizabeth. Los peregrinos del siglo XIV la llamaron «Fuente de la Virgen», porque aseguraba que precisamente al rumor de esta fuente tuvo lugar el encuentro de María y Elizabeth. Y entonces exlcamó Elizabeth: Bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre y de donde me viene que la madre de mi Señor venga a mi…? Y María dijo: Glorifica mi alma al Señor y se alegra mi espíritu en Dios Salvador, porque fijó los ojos que en la pequeñez de su esclava he aquí que desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones…»
Dos santuarios famosos guardan aquí los recuerdos sagrados del Evangelio: uno es el santuario el Bautista, otro la iglesia de la Visitación. La Iglesia del Bautista está en el mismo pueblecito, su campanario cobija con su sombra al pequeño caserío que parece hacer guardia de honor a la cuna del más grande de los nacidos de mujer. En el extremo de la nave hay «una escalera por la que se baja a una gruta natural según la tradición formaba parte de la casa de Zacarías y fue precisamente en ella donde nació el Bautista. Bajo el precioso altar de la gruta se leen estas emocionantes palabras: «Hic natus est loannes Baptista» (Aquí nació Juan Bautista). Fue aquí por donde Zacarias enmudecido por castigo, recobró el habla para alabar al Señor con un cántico que recogieron los siglos para hacerla expresión al mundo agradecido ante la Redención: «Benedictus Dominus Days Israel…» Bendito sea el Señor, el Dios e Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo…y Tu pequeñuelo serás llamado profeta del Altísimo porque tras delante del Señor para preparar sus caminos…para iluminar a los que yacen en las tinieblas y en las sombras de la muerte y dirigir nuestros pasos por el camino de la paz.
El santuario de la Visitación está afuera del poblado, en la cercanía montaña de enfrente, pues dicen que allá era la villa de Zacarías a donde Elizabeth se había retirado para esperar los días de su alumbramiento. De las rocas de la montaña y de las ruinas de antiguas construcciones, emerge majestuosa la moderna iglesia del arquitecto Berluzzi, inaugurada en 1939. Todo es un poema de glorificación la «Bendita entre las mujeres», el elegante portal de bronce dominado por las imágenes de María y Elizabeth, en el amplio atrio del cántido del «Magnificat» grabado en todas las lenguas, el gigantesco mosaico de la fachada que representa a la virgen cabalgando alegre hacia las montañas de Judea, la festiva decoración interior del santuario que culmina con un espléndido mosaico en el ábside representado a la Virgen en el momento inspirado de pronunciar el «Magnificat», mientras un cortejo de ángeles le rinden honores desde el cielo y toda una humanidad admirada y agradecida ofrece templos y plegarias para realizar la estupenda profecía; «me llamarán bienaventurada todas las generaciones».
En este santuario de la patria del «Magnificat» tuve la dicha de celebrar aquella mañana mi misa. Sentí la satisfacción de pertenecer a esta religión católica que no ha renegado de su amor a la dichosa Madre del Salvador, sino que en su devoción a la Virgen lleva la marca de Dios pues cumple la profecía de seguir llamándola «bienaventurada», meditando mejor aquella poesía de la Virgen, comprendí mejor que el protestantismo no tiene razón para recelar del culto de la Virgen, pues ella misma nos enseña que todo lo grande que ella tiene es porque se lo ha dado el todopoderoso así como toda la luz de la luna la viene del sol y por eso el sol no envidia ni recela nada de la belleza de la luna…
Al occidente de Ain Karim se puede ver el desierto de San Juan del que escribió San Lucas: el niño (el Bautista) crecía y se fortificaba en espíritu y vivía en el desierto hasta el tiempo de darse a conocer el Israel.
Estas montañas son los montes que rodean a Jerusalén…son los que inmortalizó el salmita cuando escribió «montes in circulto eles…»
O.A.R.