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No.2263 Págs. 1 y 3 – EDITORIAL – PASO A LA IGLESIA

DIOS va con ella y nadie puede detener su marcha.
El primer capítulo de su vida, narra el momento sublime en que el soplo de Dios le dio vida y la impulsó a ir por los caminos de la historia.
«CUMPLIDOS, los días de Pentecostés, estaban todos (los apóstoles) en un mismo sitio, y se hizo de repente un sonido en el cielo, como si viniera un soplo vehemente, y llenó toda la casa, donde estaban sentados. Y les aparecieron unas lenguas como de fuego que fueron a pasarse sobre cada uno de ellos; y fueron llenados todos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar varios idiomas según el Espíritu Santo se los inspiraba…» (Hechos de los Apóstoles, Cap.2).
La Iglesia no es una obra ideada y realizada por los hombres. Lo que nace de los hombres es, como ellos, mortal y frágil.
La Iglesia brotó de un soplo de Dios sobre los hombres. Y por eso tiene rostro humano y alma de dios. Y porque tiene rostro humano, lleva en su rostro la huella de la miseria humana; pero tiene alma de Dios, la Iglesia es santa como Dios es inmortal. Nadie como ella sabe mirar la serenidad del triunfo del torbellino de la historia.
Lleva el soplo de Dios, y así como nadie ha sido capaz de detener las energías que encierra la naturaleza desde que emergió de la nada por el soplo creador de Dios…quién será capaz de tener el ímpetu de este otro soplo divino que forjó la Iglesia como una nueva creación espiritual que emerge sobre el barro humaNo.
LA Iglesia es el soplo divino sobre el barro humaNo. Es consorcio de lo divino y humaNo. Esos dos elementos fusionados explican el misterio de la Iglesia con sus pretensiones tan celestiales y sus realidades tan terrenas.
LOS enemigos de la Iglesia «Y sus mismos hijos degenerados que hoy abundan» se complacen en echarle en cara sus defectos humanos y las defecciones y pecados de sus mismos Prelados y Sacerdotes. Y creen deducir de ese hecho que no puede ser ella la verdadera Iglesia, la Esposa de Cristo.
PERO porqué no se finan también en el inmenso tesoro de su Santidad? Porque así es injusto despreciar a una persona del alma noble solo porque tiene feo el rostro…es una injusticia detenerse a ver solo los defectos humanos de la Iglesia, y no tratar de penetrar hasta el corazón, hasta el pensamiento, hasta allá donde tendrían que encontrarse con la esplendente santidad del mismo Dios, oculta en el ropaje humano de la Iglesia. Y allí se convencerían que la Iglesia es divina, es santa no porque todos sus hijos sean santos, sino porque su esencia, su fin, sus medios, sus leyes, sus exigencias, sus sanciones, sus ideales,…toda su vida íntima es de santidad.
SI se reflexionara en el alma de la Iglesia, se descubriría este hecho sorprendente. Hasta en las crisis más peligrosas de su historia, fue de su mismo seno de donde surgió la santidad renovadora con figuras colosales como Bernardo de Claraval. Pero Damiàn o Catalina de Sena…I en acontecimientos admirables como el Concilio de Trento con su magnífica floración de la santidad contemporánea…
SE vería como en nuestros días de materialismo ateo y de desunión cristiana, surge del mismo seno de la Iglesia y la maravillosa elevación de un Concilio Ecuménico con afanes sinceros de espiritualidad y unidad.
La misma existencia de la fragilidad humana está probando la santidad y la verdad de la Iglesia. Porque sus malos sacerdotes, sus católicos infieles al matrimonio, sus jóvenes degenerados, etc., no están así por estar de acuerdo con la Iglesia, sino contrariando sus leyes santas que reprochan y sancionan.
LEÓN XIII que abrió los archivos del Vaticano a la investigación histórica, escribió: «El historiador de la Iglesia será tanto más fuerte para hacer resaltar el origen divino de la misma. Superior a todo concepto de orden puramente terrestre natural. Cuanto más leal fuere, no disimulando ninguna de las pruebas a que la falta de sus hijos, y a veces de sus mismos ministros, han sometido a esta Esposa en Cristo en el curso de los siglos. Estudiaba de esta manera, la historia de la Iglesia, constituye por sí sola una magnífica y concluyente demostración de la verdad y divinidad del cristianismo» (Encìcl. al Clero de Francia 1899):
PASO a la Iglesia!
PESE a lo humano de su rostro, lleva el soplo de Dios en el alma…y nadie la puede detener.

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