«Nuestra hora es la hora del Evangelio», dijo el Papa Pío XII. Y es que nadie quizá como él expresó en síntesis certera la triple apostasía que ha llevado el mundo a la encrucijada actual: «Rechazando primero a la Iglesia, después a Jesús, finalmente a Dios, se edificó la estructura del mundo sobre fundamentos que son los responsables de la actual situación: una economía sin Dios, un derecho sin dios, una política sin Dios. Se ha querido hacer en Cristo un extraño en la universidad, en la familia, en la administración de la justicia, en la actividad legislativa y en los convenios de las naciones».
Urge retornar. Los hombres de hoy tocan con la mano la frágil estructura en que habitan y palpan el fracaso de su construcción sin Dios. Y los que son sinceros, concientemente anhelan un cambio de ruta y miran a la Iglesia de Cristo como la única guía capaz. Y también los que siguen de espaldas a Dios inconscientemente esperan; ésta parece ser la característica de la ápoca: esperar…
¿Esperar qué? De la estructura endeble sin Dios no se puede esperara ya nada. La construcción del laicismo no pudo hacer más que un mundo que muere asqueado de su propia miseria. Lo que consciente o inconscientemente espera esta hora, es un nuevo encuentro con Jesús. «es la hora del evangelio». Jesús también espera; respetuoso de la libertad humana e incansable en perdonar, espera que le hijo pródigo se decida a desandar sus apostasìas y retorne al Evangelio.
Aceleremos ese encuentro. Aceleremos la revolución del Evangelio. Desilusionados de tantas llamadas revoluciones que surgen hoy para devorar mañana a sus propios hijos, la única Revolución que vale la pena acuerpar hasta el heroísmo es la de la Iglesia que viendo usurpadas por el enemigo de Cristo las Posiciones que El conquisto, lucha por volver a entronizarlo como Rey para un mundo sobre las bases de la luz y de vida de su Evangelio.
Es una hora de luchas definitivas, el cielo reveló una señal de victoria: la Cruz que dio el triunfo a Constantino y la paz a la Iglesia perseguida. Hoy a un mundo que se muere de frío en el corazón por haberse apartado del Evangelio, el mismo Jesús ofrece una nueva señal de victoria: su evangelio hecho corazón, es decir la devoción del Corazón de Jesús.
Por eso S.S. Juan XXIII, el Papa de las aspiraciones ecueménicas de renovación, encomienda a los católicos en este mes de junio consagrado al Corazón de Jesús, esta intención: «que se promueva el culto del Sagrado Corazón de Jesús, según la mente de la Iglesia y con la ayuda de medios apropiados a los hombres de hoy».