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No.2357 Págs. 1 y 6 – EDITORIAL – AMÉRICA DARÁ EL SANTO DEL AÑO CONCILIAR

Mañana , domingo 6 de mayo será solemnemente canonizado en Roma el mulato peruano San Martín de Porres. Roma está recibiendo peregrinación de todas partes del mundo, especialmente de nuestra América, para asistir a la elevación al honor de los altares de este humilde hermano lego dominico.

Nació en Lima, hijo de un español y de una negra panameña; fue bautizado en la misma pila bautismal de otra santa peruana, Santa Rosa de Lima. Abandonada su madre, cuando su Padre se fue de gobernador a Panamá, tuvo que llevar una vida precaria. Inspirado por Dios ingresó a la orden de los Padres Dominicos, como hermanito lego.
Al regresar su padre, se oponía a que aquel mulato, a quien había dado su apellido, estuviera de sirviente en un convento de frailes; pero triunfó la humildad del santo y siguió su vida como sirviente, comprendiendo que «servir a Dios es reinar». Le amaron todos por su humilde servicialidad, amó hasta a los animalitos del convento. Previno la hora de su muerte, a los 50 años de edad en 1639. La gloria de la inmortalidad embelleció su semblante de negro.
Y hoy la gloria de la canonización inmortaliza su nombre que sonará en la historia a la par del acontecimiento más grande de nuestro siglo; será el «santo del año del Concilio».
De nuevo se cumple la ley sin fronteras del cristianismo, mientras el orgullo de las razas habla de discriminaciones, la canonización del mulato ilegítimo parece actualizar en nuestros días la enérgica palabra de San Pablo; «No hay ya judío ni gentil, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni hembra, pues todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. (Gálatas 3,28)
La Radio Vaticana ha estado enfocando todo el providencial contenido espiritual de este acontecimiento que alegra a los infinitos devotos de San Martín de Porres que mas que sus milagros y la devoción privada, interesa que esta canonización tiene lecciones muy importantes de la Iglesia para nuestro mundo dividido por la envidia y empobrecido por el orgullo y la avaricia.

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