No sabemos con qué intención un remitente anónimo nos hizo llegar un recorte de periódico que se titula «El peor enemigo de la Iglesia: los católicos». Y aunque le extrañe, nos ha dado el tema que buscábamos para un editorial, pues en lo general estamos de acuerdo.
Decimos «en lo general», porque queremos hacer justicia a los buenos católicos que gracias a Dios son también numerosos y aman y sienten y trabajan con la Iglesia como el mismo articulista que, aun sintiendo el peso de la humana inperfecciòn, sienten «ansias de vivir un catolicismo pleno» que sea capaz de construir «un mundo mejor». Pero puesto aparte este número que es honra de la Iglesia, no tenemos dificultad en aprobar los conceptos de la critica sincera. Más aun, muy antes con franqueza más cruda lo han reclamado los Pontífices, lo hemos predicado muchas veces, que el catolicismo de muchos, deja mucho que desear y que en verdad un catolicismo a medias es tan enemigo de la Iglesia – o peor. que el mismo protestantismo, el laicismo o la masonería, porque tan enemigo de la verdad es el error, como la verdad mutilada o desmentida con la conducta.
En efecto, de que sirve el bautismo, la primera comunión, el ir a misa, el desfilar en una procesión del silencio o del santo entierro…si todo este culto externo no es la expresión de una fe y una moral cristiana que se lleva en el alma como cristiano práctico que se traduzca en actos de la vida íntima, familiar, profesional, social?. De que sirve las limosnas, aunque sean cuantiosas, para levantar obras materiales de la Iglesia, si con los trabajadores y necesitados no se practica la justicia social y la caridad cristiana que la Iglesia reclama en su doctrina social.?
Cómo puede llamarse católico el que ve con pasivismo frío- o peor con critica demoledora- la labor de la Iglesia para salvar los valores espirituales de nuestra civilización en peligro?. No es una vergüenza para nuestra decantada libertad democrática tener leyes de evidente cuño masònico para regir un pueblo que se llama católico?
Pero muchos de nuestros católicos no solo no cooperan con las fatigas apostólicas de su Iglesia, sino que positivamente destruyen los criterios católicos y se convierten en enemigos prácticos de su propia Religión. Son los esposos infieles, los matrimonios onanistas, los profesionales sin deontologìa, cristiana los obreros tramposos, los prestamistas usureros, en una palabra todos los que se dicen «católicos» y viven sin ley…
El mejor reproche de un catolicismo así, salió de los mismos labios de Cristo, cuando, fustigando la religión ritualista e hipócrita de los escribas y fariseos, enseño a sus discípulos -que son todos los cristianos-: «si vuestra justicia no es más perfecta que la de los escribas y fariseos «no entraréis en Reino de los cielos».