El jueves de esta semana dejó su Sede episcopal nuestro obispo para emprender, al día siguiente, la ruta aérea hacia el Concilio Ecuménico Vaticano II. La noticia merece los relieves de nota editorial. Porque el viaje de Monseñor Machado a Roma es una de las tres mil líneas de maravillosa convergencia que van siguiendo en estos días tres mil obispos desde todos los horizontes hacia el centro de la cristiandad. Y cada uno de estos tres mil ilustres peregrinos es una viviente profesión de fe en la Suprema Autoridad del Papa, tal como la expresó en dos breves palabras la pluma de San Pablo al decir porqué viajó de Damasco a Jerusalén: VIDERE PETRUM…para ver a Pedro! (Gálatas 1, 18).
Lo que fue entonces Jerusalén para San Pablo, eso mismo es hoy Roma para cada Obispo. Pablo sintió a Jerusalén como el centro de la unidad eclesiástica porque allí residía entonces Pedro, la roca fue puesta por Cristo para ser cimiento de la Iglesia y con la que debe confrontarse toda predicación, así sea la misma maravillosa palabra de San Pablo, si quiere disfrutar la divina prerrogativa de llamarse Palabra de Dios.
Hoy, por rutas modernas que no conoció San Pablo, pero con el mismo espíritu del Apóstol viajan a Roma todos los obispos porque acudir a la cita del Concilio de Juan XXIII, es VIDERE PETRUM , ir a ver a Pedro en su legítimo sucesor y confrontar con él la perenne doctrina revelada para seguir vitalizando las inmensas Diocesis esparcidas por el mundo.
El ensoñado espectáculo de los obispos del mundo reunidos en torno del Papa desde el 11 de octubre, lo describe en gigantescas letras escritas en el friso de aquella aula conciliar esta inscripción: «Dios aquí irradia la fe en todo el mundo. Aquí tiene su origen la unidad del sacerdocio. Desde aquí apacienta Pedro los Corderos y ovejas de Cristo».
Los caminos que llevan a Roma transitados por tres mil obispos para ir a VER A PEDRO…! Sólo la verdad puede inspirar este soberbio espectáculo de unidad…!