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No.2886 Pág. 1 – EDITORIAL – ENFERMEDAD DE MUERTE

UNA mirada, aunque sea rápida sobre las fuerzas espirituales de nuestra época tal como se manifiestan en la vida y actitudes de nuestros cristianos, nos hacen ver el peligro eminente que amenaza al hombre de ahora. Es el escepticismo, la tristeza, la desesperación…Es una especie de vació y de nihilismo el que penetra el alma y amenaza con destruir la esencia misma de toda personalidad.
Muchos creen este espantoso destino de nuestra generación y sobre todo de nuestra juventud, es como una maldición que pesa sobre la vida moral y religiosa de nuestro tiempo. A otros les parece que es una situación escandalosa e incapaz de dominar, pero lo que pasa es que estamos recogiendo los frutos que el laicismo y el ateísmo y ahora el comunismo de los últimos tiempos nos han dejado.
En realidad, al hombre de ahora le es difícil creer y esperar…Hay en el fondo de su ser una falta de FE, una imposibilidad de creer, una desesperación que apenas se oculta. Esta es una enfermedad en nuestra sociedad que bien la podemos llamar: «una enfermedad de muerte»…
Los mismos que se dicen católicos y cristianos en nuestros días, toman muy poco en serio su fe y a DIOS mismo! A la hora de decidirse de actuar, no es según las exigencias de la fe en la que se obra. Que poco va a misa, por ejemplo, que poso se escucha la palabra de Dios, que poco se practica la caridad y la comprensión…Todo esto demuestra la superficialidad de nuestra fe.

Al finalizar estos hechos en nuestro ambiente, no queremos ser pesimistas sino sinceros y consientes de nuestra responsabilidad ante las generaciones que deben de venir.
Entonces ¿Qué podemos hacer nosotros a quienes nos interesa que el hombre crea y se salva…? Tenemos que decir, que es necesario descubrir nuevamente el mensaje del evangelio y proponerlo de nuevo y en serio al mundo en que se dice cristiaNo. Es indispensable que el evangelio sea netamente afirmado y que se lo distingue de toda especie de religión natural y de superstición. Es necesario que hoy como siempre, las oposiciones sean bien merecidas: Dios y su enemigo; Cristo y el Príncipe de este mundo, la vida y la muerte; Cristianismo y Comunismo…
Decidámonos! No seamos cristianos a medias ni de conveniencia. Aceptemos la fe o rechacemos la fe. El comunismo acecha por todos lados, y solo una fe grande que las miserias de esta vida no pueden abatir porque ella sabe que Dios basta en todas las situaciones difíciles, nos puede librar de este azote.
Una fe que espere contra toda esperanza…porque ella sabe que todo hundimiento no es sino la victoria del Invisible sobre el orgullo del hombre que se quiere construir sin Dios…
La fe de los que sufren violencia e injusticia, orientadas hacia Dios, es una fuerza más poderosa que todas las amenazas de este siglo. Recordemos que allí donde se esconda el mal más profundo y doloroso del mundo, allí resuena el llamado inconfundible de Cristo que quiere que seamos hombres de fe y que le demos el verdadero sentido de la vida-
La próxima semana empieza la Cuaresma, que es para el cristiano un tiempo de renovación. He aquí un punto de verdadera renovación: ESPEREMOS CONTRA TODA ESPERANZA…No demos la razón a aquel que decía de los cristianos: «Yo quisiera creer en su Salvador, pero sería necesario que ellos tuvieran el aire de salvados…»! Que el tiempo litúrgico de cuaresma que se aproxima con su tema de renovación, nos descubra mejor ese gesto de la intervención de Dios en el drama del hombre, individual y cósmico, conduciendole, a través de la pedagogía, del sufrimiento, hacia la mañana Pascual en que Cristo ha resucitado…
Combatamos esa «enfermedad de muerte» presente en nuestra sociedad: la debilidad de la fe de nuestros cristianos…

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