Sigue la absurda intransigencia del Señor Ministro del Interior acerca de la prioridad del matrimonio civil? Será verdad que hasta proyectada del archivo parroquial de San Miguel donde dicen que el Ministro constan miles de matrimonios religiosos sin matrimonio civil? Con qué derecho la podría hacer? Exponemos en forma de interrogaciones esas ideas porque francamente no quisiéramos creer que el Coronel Sánchez dada su cultura con ribetes europeos, tenga esta mentalidad de trasnochado liberalismo.
La Iglesia ha respetado siempre las leyes justas del Estado. Ha urgido con toda formalidad a sus fieles que desean casarse el cumplimiento del matrimonio civil que garantice también ante la autoridad del estado una institución tan seria como es el matrimonio. Pero si esa legislación constituye una barrera para poner en gracia de Dios el amor del hombre y la mujer, entonces la Iglesia que sabe dar al César lo que es del César, rechaza también las pretensiones del César que quiere intervenir en los que es de Dios y le llega la hora de pronunciarse como lo hizo el primer Papa: debemos obedecer a Dios antes que a los hombres. Tal es la posición lógica eclesiástica y valiente del Sr. Obispo de San Vicente a quien van secundando los otros Prelados y a quien felicitamos por su actitud de respaldar a los sacerdotes en un ministerio que absurdamente quiere controlar el Sr. Ministro del interior.
Es vergonzoso que la Iglesia tenga que usar este lenguaje de persecución en un país que tanto cacarea democracia y libertad. Estamos seguros que en su intimidad el Señor Presidente Rivera no comparte esta ideología liberaloide masónica, porque todo gobernante inteligente de El Salvador tiene que confesar en su intimidad que tenía razón el Papa Pío XII cuando dijo a nuestro Embajador ante la Santa Sede, el Dr. Serrano, el 1952:
«En cuento a la Iglesia toca, el desarrollo de la situación constitucional y legislativa no se ha realizado siempre en su Patria como en otras naciones- de acuerdo con los principios y criterios, que parecían exigir los sentimientos religiosos del pueblo y los inderogables postulados de un bien común rectamente entendido. Bajo el pernicioso influjo de ciertas ideas cuya futilidad es cada día más evidente, vinieron a sucederse en vuestra nación, tras algunas ordenaciones bien orientadas, retrocesos y roces, de cuyos efectos sufre hoy todavía sensiblemente una buena parte de su pueblo…Todo gobierno dispuesto a deducir las oportunas enseñanzas de las experiencias del pasado y a deducir las oportunas enseñanzas de las experiencias del pasado y a tener en cuenta siempre, precisamente en la conjugación de estos mismos elementos, el modo seguro de, por lo menos, comenzar el trabajo de corrección e iniciar la ejecución del Programa ansiado, cuyos saludables efectos enseguida se harán notar con frutos permanentes…
Las fuerzas latentes del católico pueblo salvadoreño, eliminados resueltamente los impedimentos por todos reconocidos, deben resurgir pujantes y acudir benéficas a todos los centros vitales de la nación, preparada ya para ascensión moral, cultural y espiritual, sin que de tal surgimiento tenga nada que recelar ninguna prudente administración, antes bien, mucho que esperar».