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No.2909 Pág. 1 – EDITORIAL – TRES METAS

«La situación constitucional y legislativa no se ha realizado siempre en su patria, como en otras naciones, de acuerdo con los principios y criterios que parecían exigir los sentimientos religiosos del pueblo y los inderogables postulados de un bien común rectamente entendido. Bajo el pernicioso influjo de ciertas ideas cuya futilidad es cada día más evidente, vinieron a sucederse en su nación, tras algunas ordenaciones bien orientadas, retrocesos y roces, de cuyos efectos sufre hoy día sensiblemente una buena parte de su pueblo.

Con estas palabras respetuosas expresaba el Papa Pío XII, de santa memoria un apremiante reclamo de la Iglesia al Gobierno de El Salvador en la persona de nuestro embajador, ante la Santa Sede en 1952. El Papa exhortaba a una rectificación que tuviera más en cuenta «las oportunas enseñanzas de las experiencias del pasado» y «las legítimas aspiraciones de la inmensa mayoría de la población».
El Supremo Pastor de los pueblos concretaba esta apreciación en tres puntos que bien podían llamarse las tres metas ideales de la iglesia y de la Patria en El Salvador.
1 Relaciones más perfectas entre la Iglesia y El Estado. Efectivamente los salvadoreños como todos los hombres tienen derecho por voluntad del Creador a vivir bajo la bella armonía y comprensión de un estado que les preocupe los bienes terrenales y de una Iglesia que con toda libertas les administre los bienes eternos.
2 Colaboración consciente de gobierno y particulares con la doctrina social de la Iglesia. Es decir una legislación y una acción de todos los salvadoreños frente al pavoroso e inaplazable problema social, que tenga por base la prudencia humana, inspirada muchas veces en intereses creados, sino la revelación divina que ilumina la verdadera fraternidad y los vigorosos y suaves postulados de la justicia y la caridad.
3 Una libertad franca a la enseñanza religiosa. Se impone una revisión sin prejuicios ni recelos de los frutos y raíces de la actual educación salvadoreña. Todos lamentamos un ambiente invivible que empeora cada día. Qué se puede esperar de un pueblo educado sin temor de Dios?
Su Santidad auguraba como consecuencia de estas tres metas el «resurgir de las pujantes benéficas fuerzas latentes del católico pueblo salvadoreño a todos los centros vitales de la nación, preparada ya para esta ascensión moral, cultural, espiritual, sin que tan resurgimiento tenga nada que recelar ninguna prudente administración, antes bien mucho que esperar».
Porqué no caminar decididamente hacia esas tres metas?

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