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No.2920 Pág. 1 – EDITORIAL – LA VERDAD REVOLUCIÓN

La Fiesta de Cristo Rey, que es mañana, nació como un grito de santa rebeldía. Fue el Papa Pío XI quien la estableció en su vigoroso pontificado cuando florecían los brutales totalitarismo de Hitler y Mussolini que también fueron vigorosas encarnaciones del «laicismo».
Para desenmascarar el laicismo y todos los frutos podridos de un mundo que pretendido organizarse sin Dios y atropellando los derechos de Cristo y de su Iglesia, aquel Pontífice imperial proclamó la Fiesta de Cristo Rey y escribió su magistral encíclica «Quas Primas» para presentarla como el grito de una auténtica revolución que reclama a los Gobiernos, a las organizaciones, a los pueblos, a todos, el respeto al Divino Rey y la libertad para su Iglesia ya que esta «como sociedad perfecta, exige por derecho propio, al cual no puede renunciar, plena libertad e independencia de poder civil, y en el ejercicio de su Divino ministerio de enseñar, regir y conducir a la felicidad a todos aquellos que pertenecen al Reino de Cristo, no puede depender del arbitrio de nadie».
Aquel grito de inconformidad y protesta contra los enemigos del Reino de Cristo, se torna también reclamo y exigencia a los católicos «muchos de los cuales-reprende severo el Papa- parece que no tienen en la convivencia civil aquel puesto y autoridad que conviene a los que llevan delante de sí la antorcha de la verdad. Tal estado de cosas se atribuye talvez a la apatía o timidez de los buenos, que se abstienen de la lucha o resisten francamente, de lo cual los enemigos de la Iglesia sacan mayor temeridad y audacia».
Y Pío XI moría como lo había pedido a Dios: «Sobre el campo, en acto de servicio y sin enfermedad». Estaba escribiendo un trascendental discurso para pronunciarlo ante todos los obispos de Italia a los que había convocado junto a la tumba de San Pedro: eran cálidas recomendaciones pastorales sobre todo para la formación del Clero, pero era también la voz de la auténtica revolución que volvía a denunciar la hipócrita actitud de los modernos nerones que martirizan la Iglesia y le echan la culpa del incendio de Roma…y era la terrible denuncia del Papa contra los falsos católicos cobardes que no defienden su Reino, o lo que es peor, se alegran de poder criticar despiadados a su propia Madre Iglesia. Los últimos rasgos de aquel discurso, que permaneció oculto hasta que Juan XXIII lo dio a conocer veinte años después de la muerte de Pío XI son ilegibles. Y es que la muerte se acercaba al intrépido defensor del Reino de Cristo para llevárselo tras una enfermedad fulminante y breve que más pareció el grito de los mártires modernos ¡VIVA CRISTO REY!.
Somos herederos y actores de esa auténtica revolución. La fiesta de Cristo Rey debe ser estímulo para que cada cristiano luche por revolver a Cristo y a su Iglesia sus derechos irrenunciables de soberanía.

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