Apuntes de una conferencia del P. Oscar Romero en la Semana de Oración y estudio de San Miguel, 6 de enero de 1964.
CRISIS DE PERSONALIDAD. Hay den el mundo actual una gran crisis de personalidad «En los primeros tiempos de la Iglesia a los fieles se les temía, hoy se nos compadece y es así porque nos faltan personalidades» (Valor divino de lo humano).
Síntomas entre nosotros: No se defienden con entereza los principios morales o se aprecian estos asuntos con criterios puramente naturales (v.gr. divorcio, adulterio, aborto, etc.) No se cumplen los compromisos no sabe uno a qué atenerse; impuntualidad en nuestras reuniones. Se espera a que otros den su juicio para emitir el suyo; típico en la votación de una directiva, etc. Con razón dijo el Papa Pío XII: «No habrá en estas desgraciadas naciones hombres dignos de ese hombre, marcados con el seño de una verdadera personalidad, y capaces de hacer posible la vida interior de la sociedad; hombres que sepan contemplar a Dios, al mundo y a todos los sucesos grandes o pequeños, que en él se suceden a la luz de los principios fundamentales de la vida o a la luz de sus fuertes convicciones?»
Un criterio para conocer si uno tiene personalidad: «Pregúntate si dejas de ser tu cuando te mezclas con los demás. Te absorbe la muchedumbre?…es preciso no ser de la muchedumbre, aunque se viva con ella». O como lo dijo Nuestro Señor a los Apóstoles: que estaban en el mundo pero que no eran del mundo.
NATURALEZA DE LA PERSONALIDAD CRISTIANA. Severino Boecio dio esta clásica definición filosófica de la persona: «Indivídua substancia rationalis naturae».
Persona es una substancia individual de la naturaleza nacional.
En una «substancia», es decir, algo subsistente en sí algo que no es accidental. Pero esa subsistencia es «individual»: es un mundo individual que subsistiendo por sí tiene algo incomunicable, absolutamente propio, inconfundible ya sea en cuanto se refiere a la posesión de si misma o en cuanto a su fin. Y esa subsistencia individual es propia de la «naturaleza racional» es decir de lo humano, tal como Dios quiso esa naturaleza creada para un orden natural y elevada al orden sobrenatural.
Recalcando en esa definición de la persona, busquemos los elementos de la personalidad cristiana. Agrupamos los concepto en estas tres partes que nos sugiere la definición:
4 una subsistencia individual
5 las finalidades propias de la personalidad
6 Lo natural y lo sobrenatural en la personalidad
1.- LA PERSONALIDAD EXPRESA ALGO SUBSISTENTE Y CARACTERÍSTICO.
Resalta en el plan de Dios una maravillosa variedad dentro de cada naturaleza. Fijémonos en los diversos aspectos del hombre. En el orden físico: no hay dos rostros iguales, qué diferencia de cuerpos, etc. En el orden de los sentimientos se tornará complicada la variedad: qué diferencia de temperamentos y sentimientos entre los individuos. En el orden de las potencias espirituales: inteligencia, voluntad. En los mismos carismas sobrenaturales dice San Pablo: a unos palabras de sabiduría…a otros fe…a otros gracia de salud…a otros operación de virtudes…a otros profecía…a otros discreción de espíritu…a otros variedad de lenguas…a otros interpretación de la palabra repartiendo a cada uno como «el quiere»
(I Cor. 12, 18)
La personalidad cristiana tiene que partir de esa realidad cada uno es distinto de otro. La personalidad debe fundamentarse sobre la realidad que es cada uNo.
APLICACIONES PRÁCTICA. Conócete a ti mismo. Para formar su propia personalidad el individuo debe empezar por conocerse a si mismo, si no quiere formarse una personalidad fingida, insubsistente. cultivar sus propias cualidades; todos tenemos buenas cualidades, reconocerlas como dones de Dios es la verdadera humildad, como la Virgen expresó: «ha hecho en mí cosas grandes el que es Todopoderoso». No ser esclavo de la imitación: «No pretendamos copiar los gestos de los sanos, sus expresiones; eso es pueril y abominable. No se nos ha dado más que un Nombre y un ejemplo: Cristo; este es el único que nos ha puesto el Creador para su imitación y por tanto para nuestra santidad» (Valor divino de lo humano). Estimar a los demás según su propio modo de ser; gran principio de educación que debían tener siempre a la vista de los padres de familia y los maestros; no vamos a imponerles nuestro modo de ser sino conocer el modo de cada uno y formarlo según su propia individualidad.
2.- LA FINALIDAD PROPIA DE LA NATURALEZA RACIONAL.
La responsabilidad cristiana tiene que orientarse hacia los mismos fines que el Señor ha señalado a la naturaleza racional. «Toda criatura racional tiene ella misma valor de fin para todo aquellos que ontológicamente no lo supera. Pero ella está ordenada inmediatamente a Dios». San Ignacio de Loyola arranca sus profundas revisiones del alma de este principio que él llama «principio y fundamento» y se expresa así: El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios Nuestro Señor, y mediante esto salvar tu alma; y todas las otras cosas de la tierra son creadas para el hombre para que le ayuden a conseguir el fin para el que es creado».
Organizar así la personalidad es ordenarse según la verdad.
El fin personal del hombres es siempre anterior y superior a todo otro fin aun colectivo. Nada le puede quitar su propia ordenación hacia Dios. Todas sus relaciones, todas sus decisiones, toda organización en que el hombre toma parte, debe subordinarse a este gran principio de su personalidad: él es fin de todas las cosas y él está ordenado a Dios.
Nadie como Jesucristo y su Evangelio han defendido esta grandeza de la personalidad humana: «El evangelio de Cristo, estando penetrado del soplo poderoso de la vida espiritual, es todo él una incomparable exaltación, extendida como un voluntario desarrollo integral de la persona humana hacia su fin. El concepto de personalidad es llevado de la tierra al cielo, y la persona humana adquiere allí su valor absoluto en sí y por sí. El hombre, hijo de Dios, no es solamente un individuo, sino una persona y lleva consigo un valor inconmensurable. Jesús revelador de Dios a la humanidad, revela también al hombre así mismo. Si el reino de Dios se ejerce sobre todo en el alma, cualquier alma es más grande que todo el universo.
Es Cristo quien revela la suprema dignidad de la persona; es más bella con el sacrificio de la vida el reconocimiento del infinito valor de cada alma» (Agosti)
Por eso nadie como el cristiano, aunque no separa nada de teorías, intuye su verdadero valor y su alto destino personal…Esta convicción del fin personal y de la propia grandeza es una fuerza de auténtica personalidad. Y siendo este fin personal el medio para alcanzar su fin trascendente, la personalidad consiste en ese enriquecimiento interior. La verdadera personalidad no se mide por las actividades producidas al exterior, sino pro la riqueza interior, sino por la riqueza interior con que se hacen esa acciones; la verdadera personalidad no es la que hace muchas cosas, sino la que hace las acciones aún mas insignificantes con verdadera vida interior, dejando una riqueza personal: «el reino de Dios está dentro de vosotros», como dijo Jesucristo.
3.- LO NATURAL Y LO SOBRENATURAL EN LA PERSONALIDAD
La naturaleza humana que se perfecciona en la personalidad abarca dos campos inseparables: lo natural y lo sobrenatural. La formación de la personalidad cristiana no puede prescindir de ninguno de los dos elementos si quiere ser una auténtica personalidad.
LA BASE ES LO NATURAL. Lo sobrenatural no puede excluir lo natural. El cristiano debe ante todo cultivar su propia naturaleza: conservará su carácter, sus modales, nada amanerados, sus aficiones, sus gustos, su sensibilidad cristiana en el santo, pues bien los santos son ante todo «perfectos hombres, nobles, sinceros, verdaderos, puros, sencillos, aun en el sentido humano y que tienden con todas sus fuerzas, aun como individuos, a lo verdadero, a lo bueno, a lo bello,». Pío XI, hablando de los santos como los mejores frutos de la educación cristiana, dice en la encíclica Divini Illius: «los santos son los más perfectos modelos de toda clase y profesión, en todo estado y condición de vida, desde el campesino sencillo y rústico hasta el hombre de ciencias y letras, desde el humilde artesano hasta el que capitanea ejércitos, desde el oscuro padre de familia hasta el monarca que gobierna pueblos, desde las sencillas niñas y mujeres del hogar doméstico hasta las reinas y emperatrices…estos son los frutos de la educación cristiana precisamente a causa de la vida y virtud sobrenatural de Cristo que ella desarrolla y forma en el hombre».
Hay que insistir mucho en el cultivo de las cualidades naturales, muchos cristianos no hacen honor a su religión precisamente porque piensan que por cultivar los sobrenatural han de descuidarse de los valores naturales humanos. «Léase el precioso libro «Valor divino de lo humano» donde se desarrolla este tema.
LO SOBRENATURAL será el desarrollo y perfección de lo natural. El hombre ha sido elevado a ese orden del cual no puede prescindir sin mutilar su verdadera personalidad.
Tiene un fin sobrenatural, tiene un organismo sobrenatural. Debe tomar conciencia de esos valores y actuarlos; y esa es la personalidad perfecta del cristiaNo. Ya podemos definir con palabras de Pío XI la personalidad cristiana. «El verdadero cristiano es el hombre sobrenatural, que piensa, juzga y obra constantemente y coherentemente, según la recta razón iluminada por la luz sobrenatural de los ejemplos y de la doctrina de Cristo…el verdadero y cumplido hombre de carácter. Pues no constituye cualquier coherencia y tenacidad de conducta según principios subjetivos el verdadero carácter, sino solamente la constancia en seguir los principios eternos de la justicia…y no puede existir completa justicia sino dando a Dios lo que es de Dios como lo hace el verdadero cristiano».
RUINA DE LA PERSONALIDAD. Adviértase en ese interesante pasaje de Pío XI un grave peligro contra la personalidad: la mutilación de lo sobrenatural. Cuando se quita a Dios como verdadero ideal y fin de la personalidad, solo quedan principios subjetivos como falsos ideales que no pueden dar verdadera consistencia al carácter personal. Por eso la educación laica corre el peligro de falsear la auténtica personalidad; por eso la educación cristiana con sus principios sobrenaturales es la única escuela auténtica de la personalidad tan como la quiere el Creador de los hombres.
CONCLUSIONES
De esta filosofía de la personalidad cristiana, deduzcamos tres propósitos para trabajar nuestra propia personalidad:
8 Actuar la conciencia de mi propia personalidad, convenciéndome de que tengo un valor personal superior al fin y al valor de todas las otras cosas.
9 Actuar en sentido de responsabilidad, conforme a mi propia vocación personal, social y sobrenatural.
10 Convicción profunda de que le verdadero fruto de mi trabajo no se mide por mis obras exteriores, sino por la riqueza interior que deja en mi cada acción hecha según mis propios principios cristianos: «El Reino de Dios está dentro de vosotros».