Como todas las pasiones humanas, la política da a conocer el temple de los hombres y de los pueblos. Un pueblo de hombres educados controla la pasión política y la encauza hacia el verdadero progreso del pueblo. En cambio es típico de los pueblos mal formados la incultura más vulgar cuando los agita la pasión política.
Aunque la comparación siempre duele a los migueleños, se nos ocurre en la actual campaña de la política local un contraste entre la actitud de los santanecos y la de acá. Si hemos de creer a la prensa, allá se dieron cita los elementos de los diversos colores políticos para prometer, defender con ardor sus propias opiniones, pero dentro de una campaña de carácter positivo; nada de difamaciones ni de «bajas pasiones»; y que una vez terminada la lucha todos sin haberse zaherido en el honor se acuerparían para procurar el progreso legítimo del pueblo.
Aquí podemos señalar debilidades muy graves en estos meses de agitación política: se ha difamado sin miramientos, hemos visto casos sorprendentes de cambios de opinión política, se cambia de partido como se cambia de camisa…por conveniencia no por convicción, se han traicionado amistades que se creían irrompibles, se ha sorprendido al supremo gobierno con denuncias falsas de personas honorables, desde la radio se ha jugado con la opinión por fuerza del mal hábito de ciertos locutores a quienes lo que interesa es el dinero y no la opinión (qué piltrafa han hecho su propio criterio ciertos pigmeos de hombres!), etc.
La política es una pasión creada por Dios para facilitar y enardecer a los hombres en el servicio de la Patria. Pero como todas las pasiones es una espada de doble filo; si no se esgrime en servicio del pueblo, destroza honores comenzando por el propio del que la maneja.
Todo hombre tiene el deber de controlar sus pasiones y encauzarlas a su verdadero objeto.
Pero el descontrol de una pasión provoca el malestar público, es un crimen de lesa patria meterse apolítico sin ser hombres que han controlado su pasión política.
2.- EL LECTOR TAMBIÉN TIENE DEBERES
En este número de «Chaparrastique» comenzamos a publicar, en la página central, el Decreto del Concilio sobre los medios de comunicación social. La Iglesia tiene que decir su palabra de orientación acerca de la maravillosa técnica de la prensa, de la radio, del cine, de la televisión que por ser amplios caminos abiertos a la noticia, a la idea, a las órdenes, se llaman «medios de comunicación social» y que de no comunicarse el bien, tendrán que ser poderosísimos vehículos del mal.
Al hacer el Concilio este enfoque oportuno señala deberes diversos elementos de este intercambio masivo; y hablando precisamente de los destinatarios, les recuerda como grave deber de conciencia que sepan seleccionar sus lecturas, sus audiciones, sus películas, etc. Y para proceder conciencia más ilustradas sepan dejarse dirigir por la autoridad competente de la moral que es la Iglesia. Porque una recta elección en esta materia, dice el Concilio «exige que se evite todo lo que puede ser causa u ocasión de daño espiritual, lo que sucede a menudo contribuyendo económicamente en empresas que tan solo persiguen el lucro en la utilización de estos medios».
Se recuerda pues a los hombres que todos son responsables del bueno o mal uso de los medios de comunicación social. No sólo los empresarios, sino los destinatarios. Hay un deber que mucho se olvida: hay que sancionar con la fuerza moral del rechazo a los que abusan ofreciendo veneno a la opinión pública.