En todos círculos mundiales de la prensa, radio y televisión, ha sido ampliamente comentado el Mensaje Pascual que el Papa ha dirigido este año. Es un testimonio de verdad y de vida el que el Papa ha hecho sentir en todos los ámbitos donde ha llegado su mensaje de pascua.
Es la voz que perpetua en la historia el hecho más maravilloso y más trascendente que han conocido los siglos: CRISTO HA RESUCITADO.
Y este mensaje dice el Papa, llena toda nuestra existencia y envuelve toda la humanidad. La resurrección de Cristo tiene una importancia cósmica.
De esta conciencia de la resurrección de Cristo depende la restauración religiosa de un mundo que podemos afirmar está perdiendo la fe.
Podríamos decir que en la voz del Papa hay una angustia y una esperanza. Una angustia, al ver tanta irreflexión religiosa, al notar el escepticismo de los espíritus, y las corrientes de pesimismo y de nihilismo por las que atraviesan las almas, y por el peligro que corre la misma personalidad cristiana.
Las crueles pruebas de nuestra generación crean, de hecho, partiendo del laicismo de los últimos siglos, una formidable dificultad para continuar a creer y a esperar. En el fondo de las almas hay una absencia de fe, una especie de imposibilidad para creer, una desesperación imposible de ocultar. El Papa es bien consciente del tiempo en que vivimos y él bien sabe, que quizás el peligro mayor, es la debilidad de fe en los que se dicen cristianos pero que todavía no tienen una conciencia suficiente de los que la resurrección de Cristo significa para la vida.
En la voz del Papa hay también un grito de esperanza. Una esperanza inmensa, porque es tiempo de renovación. No olvidemos que estamos en el siglo del Concilio Ecuménico. renovación ha gritado la Iglesia y esta renovación ya nadie la podrá detener porque es el mismo Espíritu Santo que sopla. Estamos en un tiempo en que la Iglesia se renueva, y no solo en una restauración de un prestigio exterior de la Iglesia que no convence a nadie, sino que esa renovación firme y abierta que hace que la iglesia aparezca más simple y más bíblica. Es una esperanza que nace y se orienta en el espíritu de la resurrección de Cristo.
Qué ángulo de abertura y esperanza tiene el corazón del Papa, nos lo indican las mismas palabras de su mensaje Pascual: «Toda religión tiene en sí esplendores de luz que es necesario no despreciar. Más que tolerancia, ha esto es mejor llamarle delicadeza pastoral. La voz Pascual del Papa llega a los hermanos separados a los no creyentes, a los que andan buscando la luz de la fe, y el Papa dice : «la luz de dios es Cristo resucitado. El cristianismo da al hombre todo lo que necesita. La vida cristiana es esencialmente positiva y es humana».
Antes de terminar su discurso el Papa se dirige a los que sufren y que parecen perder la esperanza, se dirige a los jóvenes para quienes todo se vuelve esperanza. Se dirige a todos los cristianos para que permanezcan firmes en la fe de Cristo resucitado, para que sean optimistas y alegres.
Termina el Papa su mensaje con su apostólica bendición en la que incluye a los ateos y a los que han perdido la fe. Verdaderamente conmueve este gesto del Papa tan auténtico y tan sincero, ya que esto nos está diciendo que el primado del Papa es hoy más que nunca no solamente un primado de autoridad sino sobre todo un «PRIMADO DE CARIDAD». Y el Papa en su caridad es benigno, es comprensivo, abierto.