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No.2948 Pág. 1 – EDITORIAL – EL ESPÍRITU SANTO Y MARÍA

Ya en el comienzo de la vida de Jesús se habían encontrado María y el Espíritu Santo, en la Encarnación.
En Pentecostés, tiene lugar una segunda íntima unión de María con el Espíritu Santo. María recibió de nuevo la «fuerza» del espíritu de Dios, y esta fuerza sirvió de nuevo para la formación de un nuevo Cuerpo de Cristo.
En la Encarnación descendió el Espíritu par ala formación del Cuerpo físico de Jesús; ahora, en Pentecostés, se formará el Cuerpo Místico de Cristo: LA IGLESIA.

Por eso estaba María presente en la fiesta de Pentecostés en medio de los Apóstoles, para la formación de la verdadera Iglesia. Hay un paralelo en la Maternidad de María en la Encarnación y en Pentecostés: María que había sido la Madre de nuestra Cabeza, fue también ahora, en espíritu, la Madre de todos sus miembros.
María es símbolo de una bienaventuranza que en Pentecostés desciende a todos, y que «formó a Cristo en nosotros». Todos nosotros recibimos el Espíritu Santo y a todos nos cobijó su sombra. María fue bendita por la Encarnación, pero en la venida del Espíritu santo, somos todos nosotros bienaventurados y felices.
De María y la Iglesia se pueden decir muchas cosas. Ambas, María y la Iglesia se acercan y penetran la una en la otra en el día de Pentecostés de tal manera que los dos brillan en una.

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