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No.2962 Pág. 1 – EDITORIAL – DOS ANIVERSARIOS

Esta semana nuestra catedral está conmemorando dos sentidas muertes: la de Monseñor Valladares y la de Monseñor Plantier q.e.p.d.
El recuerdo de estos dos queridos eclesiásticos, que desarrollaron con sus aspectos muy distintos, su vida sacerdotal en esta ciudad, nos ofrece la oportunidad de enfocar una vez mas el sacerdocio desde su verdadera perspectiva.
Lo que prevalece en el sacerdocio es su carácter sacerdotal que lo habilita par representar a Cristo en su divina misión de ser medianero entre Dios y los hombres. Las diferentes fisonomías de su persona y de sus obras no deben ser el criterio prevalente para apreciarlos, pues los juzgaríamos simplemente como hombre y minizaríamos la grandeza verdadera de su vocación.
No son las obras materiales ni el modo humano de ser de Monseñor Plantier lo que mide su verdadera talla de sacerdote. Ni la fecunda labor cultural y dirigente a lo amable firmeza del carácter humano de Monseñor Valladares es lo que da las dimensiones de su sacerdocio. tanto en las obras materiales del uno, como en los monumentos espirituales levantados por el otro, solo cuenta, para aquilatar sus méritos auténticos de sacerdotes, el carácter sacerdotal que prolonga la razón de ser de Cristo entre los hombres es lo que define al sacerdote: ser medianero entre los hombres y Dios.
Quien intentó hacer de sus obras -materiales o espirituales- una verdadera mediación para acercar mejor esos extremos: Dios y los hombres ese es el que realizó mejor el destino sacerdotal de su vida.

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