AL EXPRESAR QUE LA IGLESIA ESTA EN CONCILIO, invitamos a cada hombre para que sea consciente de este tiempo que estamos viviendo. Ya sabemos que los grandes Concilio Ecuménicos precedentes respondieron, en general, a graves crisis dogmáticas en el seno de la cristiandad.
La Iglesia, y lo ha expresado profundamente el Papa en su primera «Enclesiam suam» va a determinar en este concilio, la forma de estar presente en el mundo actual.
Claramente el concilio pretende en nosotros una renovación del concepto de Iglesia, un profundo sentido de abertura, de diálogo y de ecumenismo. El concilio promete proféticamente proclamar lo esencial sobre Dios y su amor por los hombres. La Iglesia es el gran tema actual en la magna asamblea. La Iglesia misterio de Cristo, la Iglesia mediadora, la Iglesia relación viva de Dios y los hombres, la Iglesia de Dios e Iglesia de los hombres.
El concilio trata de redescubrir y vigorizar el valor que tiene lo cristiaNo. Lo auténticamente cristiano que es siempre antiguo y siempre nuevo. La Iglesia quiere rechazar todo orgullo y descubrir toda su riqueza. La Iglesia en el concilio se está examinando a sí misma y al mismo tiempo está viendo a todos los hombres a quienes debe evangelizar y desea convertirse en diálogo.
No se trata de cambiar por cambiar, se trata de encontrar lo que quizás se había empeñado. No se trata de novedad sino que se trata de renovarse para ser fiel. La mayoría de las reformas que se esperan del Concilio Vaticano II, depende de esta visión esencial de la Iglesia y entonces no habrá ningún temor ni desilusión. Muchos tienen miedo del cambio que se nota en la Iglesia. Es positivamente un cambio de mentalidad. La Iglesia con la conciencia de ser «mediación» no se quiere presentar al mundo y a los hombres más que humilde y como servidora, y el concilio se interroga apasionadamente movida por el espíritu Santo sobre su fidelidad a Cristo y a los hombres.
Tiene que haber un gran respeto hacia todos los hombres y hacia todas las conciencias, en la forma de juzgarlos, en la forma de predicarles, en la forma de ayudarles espiritualmente. Después del Concilio en la iglesia se predicará a los hombres más dogma que moral, porque la moral es una consecuencia de la fe y de la gracia.
Esta renovación de la Iglesia nadie la puede evitar porque este concilio es una grande gracia de Dios para con la humanidad y la reforma trata de reparar la obra de los hombres pecadores y no la de Dios que siempre es fiel.
Por eso también nadie puede negar ese carácter positivo que presente al Concilio para los hombres de hoy. Unico en la historia y digno de recibirlo con alegría y con su esperanza. La Iglesia no es enemiga del mundo, sino que será «diálogo» para los hermanos separados, para los no cristianos. El concilio dará a la Iglesia más firmeza en sus verdades y principios fundamentales y no cambiará lo que no se puede cambiar.
El Espíritu Santo no se quedará en la ilusión, ni la renovación consiste en la novedad.
En el mundo de hoy, y con los hombres de hoy la Iglesia está en Concilio. No solo esperemos impacientes y confiados en las conclusiones del Concilio, sino que ya debemos estar participando espiritualmente y humanamente de ese estado de CONCILIO que Dios quiere de todos los hombres.