Parece oírse nítida en la voz de las circunstancias, la orden de mando de la Providencia divina, que reclama ya a la Iglesia en nuestra Patria este apostolado de altura: LA UNIVERSIDAD.
Hasta la voz de los enemigos astuta, solapada, hipócrita es expresión, por contraste, de ese querer divino: el temor de otra universidad, la ridícula afirmación de que no hay crisis universitaria, la estrategia de traición al espíritu democrático y de entreguismo a sistemas de antipatria, etc. etc.., está proclamando que urge dar un escape de salvación a la cultura, a la juventud y al porvenir de la Patria, comprometidas seriamente en el monopolio universitario.
Por su parte la auténtica voz de la Patria que es grito en la capacidad de sus muchos elementos, religiosos y seglares es mucho mejor preparados que la camarilla roja del Dr. Castillo; en el anhelo de formación de los verdaderos estudiantes y del noble hogar salvadoreño: en los locales ya preparados para convertirse en aulas de universidad o en los capitales católicos capaces de lanzarse a la empresa, etc…está diciendo que ésta es la hora de universidad católica.
Pablo VI en la «Ecclesiam suam», tan comprensiva de esta hora de la Iglesia, invita al diálogo; y ese diálogo se torna íntima plática de familia entre los hijos de la Iglesia, para planificar en común, entre otras, la tarea de la enseñanza. Respetuosamente suplicamos a nuestra Jerarquía dialogar decididamente con los numerosos factores con que ya cuenta la Iglesia en nuestra Patria, para conjugarlos y hacer surgir en realidad, lo que Dios y la Patria están pidiendo.
No dudamos que la Jerarquía ya siente como Pío XII su tremenda responsabilidad en esta encrucijada de nuestra cultura: «Se invoca un cambio de ruta y se mira a la Iglesia de Cristo como eficaz y único timonel que, respetando la libertad humana, pueda ponerse a la cabeza de tamaña empresa…Cómo podremos nosotros, puesto por Dios, aunque indigno, cual luz en las tinieblas, sal de la tierra, pastor de la grey cristiana, rechazar esta misión salvadora».