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No.2981 Pág. 1 – EDITORIALES – «AGGIORNAMENTO»

La palabra italiana que significa ponerse al día, la hizo famosa el inolvidable Juan XXIII y su digno sucesor Paulo VI la recogió como «directiva programática» de su pontificado.
La Iglesia está pues en una hora de «aggiornamento» que es decir de crisis de su historia. Y como en todo «aggiornamento» surgen dos fuerzas antagónicas: por una parte un afán desmesurado de novedades que Paulo VI definió: «sueños arbitrarios de renovación artificiosas»; y por otra un apego a la inamovilidad de las formas de que la Iglesia se ha revestido a lo largo de los siglos» y la refracción a la índole de los tiempos nuevos.

Los dos aspectos pecan de exageración. El apego incondicional a lo viejo frena el progreso de la Iglesia y empequeñece su «catolicidad» que no solo tiene un sentido geográfico sino histórico que la capacita para estar a tono con todas las vicilizaciones y en todos los momentos. El desmesurado espíritu de novedades es imprudente exploración de lo incierto mientras es injusto y traidor al rico patrimonio de experiencias del pasado; al fin y al cabo, son las «formas viejas» las que han sembrado y cosechado ese rico tesoro de santidad y sabiduría cristiana de que se alimentan nuestros pueblos.

En el medio está la virtud
Y el justo medio de esta crisis de renovación la ha señalado con índice experto el Papa reinante en su primera encíclica: «Hablar de reforma no se debe entender cambio, sino más bien confirmación en el empeño de conservar la fisonomía que Cristo ha dado a su Iglesia; más aún, de querer devolverle siempre su forma perfecta que por una parte corresponda al plan primigenio y que por otra sea reconocida como coherente y aprobada en aquel desarrollo necesario que, como árbol de la semilla, ha dado a la Iglesia, partiendo por aquel diseño, su legítima forma histórica y concreta.

Para no caer en el ridículo de estar apegado a lo viejo sin criterio; y para no caer en el ridículo de ser un aventurero de «sueños artificiosos» de novedades, lo mejor es vivir hoy más que nunca aquel clásico axioma: SENTIR CON LA IGLESIA, que concretamente significa apego incondicional a la Jerarquía. Porque son el Papa y los Obispos los hombres inspirados por Dios para el «aggiornamento» de la Iglesia en todas las horas de su historia.

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