De nuevo la Jerarquía nos señala el SEMINARIO como la más alta meta de sus preocupaciones.
En esta misma página publicamos el Acuerdo Diocesano que da ese calificativo a la obra del seminario y que «encarece a todos los sacerdotes, religiosos y religiosas, parroquias, colegios, capellanías, asociaciones apostólicas y piadosas, y a todos los católicos en general» el apoyo incondicional de la misma.
Ya es hora de sacar a la Diócesis de la humillación de ser la más escasa del clero: 22 sacerdotes para medio millón de católicos. Es humillación que pesa sobre todos: sobre el Obispo, sobre los sacerdotes y también sobre los católicos, pues el semillero, sin el cual no puede haber cosecha de sacerdotes, debe ser alimentado por todos, seglares y sacerdotes.
Gracias a Dios este año la perspectiva del seminario es más halagueña que nunca en la historia de la Diócesis: 54 seminaristas y un bello terreno de siete manzanas para construir el nuevo seminario. Y sobre todo el aletear de un espíritu nuevo que va despertando en el corazón de los hombres la angustia de una Diócesis sin clero.
Pero ese mismo florecer y de vocaciones acentúa el problema económico de su sostenimiento; hoy cuesta no menos de tres mil colones mensuales la vida del seminario; a lo que hay que agregar la construcción del edificio en proyecto.
El Señor Obispo ha querido acoplar esta situación económica y este despertar de entusiasmo por el seminario entre los seglares y, a tono con el espíritu del Concilio que quiere dar más participación a los seglares en la vida de la Iglesia, confía la administración de su seminario a un comité cuyos miembros asumen tan delicada responsabilidad no por gloria ni ventajas personales o de clase, sino porque, atendiendo un llamado de su Obispo, abierto el paso también a otros que quieran hacerlo, quieren compartir con él, la más grave necesidad de la Diócesis.
Vale pues, la pena acuerparlos. No solo porque así lo pide la obediencia a nuestro prelado, sino porque, como dijo el Papa actual: «la Iglesia está pendiente de los seminaristas, porque tiene conocimiento de sus corazones, de las gracias que el Señor ha derramado en sus almas…y siente gran estimación por ellos, por las esperanzas de sus verdes años…y por el sueño generoso de sus corazones».
Es decir: porque trabajar por el seminario es procurar a la Iglesia un futuro mejor!