El miércoles de esta semana, después de animada sesión de siete horas, la Asamblea nacional aprobó la Ley de libertad de enseñanza universitaria. Solo un diputado del PDC y dos del PAR (Mendoza Vaquerano, Rodolfo Ramírez Amaya y Vidal Rubio) dieron voto en contra.
Aunque el criterio católico puede poner sus «peros» a la nueva ley por exageraciones de control estatal que más tarde podían ser peligrosas, sin embargo creemos que se ha ganado una batalla contra el monopolio universitario que tanto mal ha hecho a la cultura de la patria y a la vida nacional. El Rector Castillo y sus fieles adláteres, naturalmente tenían que defender hasta el último cartucho este monopolio; pero su actitud intransigente contra la libertad salvadoreña de la cultura superior, aun con sus espaciosos sofismas de técnicas, los confirma en sus ideologías de auténtico cuño esclavizante.
Ojalá que la Iglesia, que tiene su gran parte en este triunfo de la independencia universitaria, ponga pronto manos a labora para erigir su universidad católica haciendo uso de sus derechos natos y en defensa de los derechos de la familia. Y ojalá los peligros que señalábamos arriba no los traduzca un día el Estado en restricciones inadmisibles a dichos derechos de la familia y de la Iglesia porque tan pernicioso en el peligro comunista que parece inspirar esas condiciones, como las usurpaciones totalitarias que ya fustigó fuertemente la Iglesia contra Hitler en la famosa encíclica de Pío XI «Mit brenerder sorge».
El latín sigue siendo el noble idioma de la Iglesia
«La introducción de las lenguas nacionales en la Sagrada Liturgia, no debe en ningún modo perjudicar el estudio del Latín, que queda como Lengua Oficial de la Iglesia. Las reformas litúrgicas deber ser tenidas en gran consideración por los fines pastorales que busca, pero no debe ser descuidada en los seminarios la enseñanza de la lengua latina que, como ha sido confirmado a través de recientes documentos de la Santa Sede, no solamente conserva, sino ve aumentada su importancia par ala formación de los aspirantes al sacerdocio.
Es necesario, por tanto, que los seminarios den al estudio de la lengua latina, el período de tiempo necesario para su conocimiento muy profundo.
«En el delicado período de transformación y de ajusto que atravesamos, se necesita una atenta vigilancia para superar contradicciones y contrastes».
Estas sabias observaciones expresan el pensamiento del Papa, contestando, por medio del Cardenal Secretario de estado, a la preocupación de la S. Congregación de los Seminarios la cual señalaba, entre las varias e indebidas consecuencias sacadas de la reforma litúrgica inaugurada por el Concilio, un creciente movimiento de repulsa del latín en la enseñanza de los institutos de formación eclesiástica.
La tercera respuesta de Su Santidad estimulará sin duda a sacerdotes y seminaristas y demás conocedores íntimos de la cultura eclesiástica a seguir cultivando con esmero el noble insustituible idioma latiNo.