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No.2992 Pág. 1 – EDITORIALES – FE, OBEDIENCIA, UNIDAD

-El Papa fustiga un peligroso progresismo-
La Prensa de esta semana nos traía gran parte del vigoroso discurso, de S.S. Paulo VI en la audiencia general del miércoles. Unida esta alocución a otros recientes discursos del Papa, se advierte una seria preocupación del Pontífice por la «labor» de ciertos «progresistas» que están socavando estos tesoros tradicionales de la vida interior de la Iglesia: f, obediencia, unidad.
«Qué podríamos decir de aquellos que parecen no conocer otra contribución a la vida católica de una mejor, más sistemática y más destructiva crítica…de aquellos que niegan o arrojan dudas sobre la validez de las enseñanzas tradicionales de la Iglesia, para crear teologías nuevas e infundadas…de aquellos que parecen experimentar placer en la creación de corrientes contrarias para sembrar sospechas y negar la fe y la dolicidad ante la autoridad?».
El Papa definió a estos acomplejados de invocación: «quienes para ser modernos hallan que todo es hermoso y digno de imitación y válido en el campo de los demás y que todo es inválido, cuestionable y superado en el campo propio».
Y a los de la unidad el Papa recordó que «la unidad no es meramente una prerrogativa de la Iglesia católica, es más bien un deber, una ley, un compromiso…» Y cuán fatal se resultan estas discordias en esta hora de afanas ecuménicos. «Cómo hemos de dar a nuestros hermanos separados ese ejemplo de unidad…cómo podemos ofrecerles ese invalorable regalo si nosotros, los católicos, no vivimos en la fe y en la plenitud que el requiere?».
Los que pretenden comparar esta disciplina eclesiástica, secreto de la indefectibilidad de la Iglesia, con una especie de «espíritu de hgeto», olvidan que esa disciplina y obediencia inspiradas por la fe, son el genuino espíritu, de Cristo y que arranca de un «amor fuerte y profundo hacia el misterio de la unidad interior». Olvidan también estos «progresistas» que ha sido precisamente la Iglesia la que ha promovido y agita un auténtico «proceso de purificación y renovación» pero no para salir por caminos de aventura, sino para encontrar y caminar más firmemente sobre las líneas primigenias y legítimas de la Iglesia tal cual las trazó su Divino Fundador.

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