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No.2995 Pág. 1 – EDITORIALES – LA REDENCIÓN DEL DÍA DEL TRABAJO

Recordemos un discurso que ha hecho época.
Fue el 1o. de mayo de 1955. Carca de 200.000 trabajadores habían desfilado por las calles de Roma y llenaban la plaza de San Pedro como el día de las máximas solemnidades. Su Santidad Pío XII desde el balcón central de la basílica, les dirigió una vibrante alocución.
En esa ocasión quiso reafirmar ante ellos su posición ante el mundo obrero con la expresa intención de comprometer solemnemente su palabra. Estas fueron sus palabras:
«Querido hijos e hijas presentes en esta plaza sagrado, y vosotros trabajadores y trabajadoras de todo el mundo que abrazamos tiernamente con paternal afecto semejante a aquel con que Jesucristo atraía hacia sí las muchedumbres famélicas de verdad y de justicia. Estad ciertos que en toda contingencia tendréis a vuestro lado una guía, un defensor, un padre».
A continuación les dirigió una pregunta, para demandar la libre determinación de los oyentes, como paso previo a un acto muy importante:
«Decidme abiertamente, bajo este cielo libre de Roma, ¿sabréis reconocer entre tantas voces discordes y fascinadores que se os dirigen de varias partes, unas para poner asechanzas a vuestras almas, otras para humillaros como a hombres o para defraudaros en vuestros legítimos derechos como trabajadores, ¿sabréis reconocer quien es y quien será nuestro guía seguro, quién es vuestro fiel defensor, quién es vuestro sincero padre».

¿Qué pretendía Su Santidad con estas palabras, ante aquel mundo del trabajo en circunstancias tan solemnes?: la cristalización del 1o. de Mayo, día del Trabajo. Sus palabras no pueden ser más hermosas:
«Sí, queridos trabajadores. El Papa y la Iglesia no se pueden sustraer a la divina misión de guiar, proteger y sobre todo amar a los que sufren tanto más queridos cuanto más necesitados de defensa y ayuda, sean obreros o sean otros hijos del pueblo».
«Este deber y compromiso queremos Nosotros, como Vicario de Cristo, reafirmar solemnemente aquí, en este día del 1o. de Mayo que el mundo del trabajo ha acogido como suyo como fiesta propia».
«Recibido de este modo el 1o. de mayo por los trabajadores cristianos y ungidos por decirlo así, con el carisma cristiano, el 1o. de mayo, bien lejos de ser despertador de discordias, de odios y violencias, es y será una invitación periódica a la sociedad moderna para que cumpla lo que todavía falta a la paz social».
Y para encuadrar el nuevo significado de la fiesta del trabajo en un símbolo. Su Santidad instituyó la fiesta litúrgica de San José Obrero, asignando para ella precisamente el 1o. de mayo.
El Sumo pontífice terminó diciendo:
«Acabando de instituir la nueva fiesta, ¿os agrada, queridos obreros y obreras, este nuestro don? Estamos ciertos que sí porque el humilde artesano de Nazaret no solo representa en su persona delante de Dios y de la Santa Iglesia la dignidad del trabajador manual, sino que es además el próvido custodio vuestro y de vuestras familias».
¡Qué consoladoras son para el trabajador cristiano estas palabras del Papa! son para meditarlas con cariño, para guardarla en el corazón, para hacer nacer en cada trabajador cristiano un propósito de adhesión inquebrantable a la Iglesia y al Vicario de Cristo, el Papa.
Trabajador cristiano, no olvides que la Iglesia tiene una guía seguro, un fiel defensor y un sincero padre.

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