San Miguel se siente hoy un pequeño VaticaNo. En la presencia de Monseñor Bruno Torpigliani, Arzobispo titular de Maliana y Nuncio Apostólico de Su Santidad, sentimos la presencia misma del Papa, porque son las credenciales firmadas por el Papa las que acreditan a este Arzobispo como auténtico representante Suyo ante el Supremo Gobierno, la Jerarquía y el pueblo salvadoreño y dan testimonio de las buenas relaciones diplomáticos entre la Iglesia y la Patria.
Como todas las tierras de América, amamantadas desde su nacer ala civilización con un amor entrañable hacia el Augusto Pontífice, San Miguel se estremece de entusiasmo respetuoso a la llegada del Nuncio de Su Santidad y su fervor es renovación de su leal adhesión a la Santa Sede: SAN MIGUEL POR EL PAPA.
Cabe además a San Miguel el orgullo de contar dos nombres de su historia entre los artífices de las buenas relaciones diplomáticas de El Salvador con la Sede Apostólica. Fue el presidente Gerardo Barrios quien en 1862 firmó con el Papa Pío IX el primer concordato. Por desgracia los fatídicos vientos de la revolución (léase masonería) hicieron letra muerta aquel anhelo de armonía de nuestro pueblo. Pero el 5 de noviembre de 1920 nuestro primer Obispo Monseñor Dueñas que había llevado a Aroma la voluntad de acercamiento del Presidente Jorge Meléndez, volvía investido de plenipotenciario del papa Benedicto XV para entablar unas relaciones diplomáticas que luego han florecido en la actual Nunciatura Apostólica en El Salvador y la Embajada de El Salvador ante la santa Sede.
Pero en aquella histórica recepción cuando la palabra elocuente de nuestro Obispo plenipotenciario pronunció estas palabras que bien pueden ser el comentario de la significativa presencia de Monseñor Torpigliani en San Miguel: «la guerra mundial ha quemado en sus fuegos los vetustos prejuicios y radicalistas aminosidades contra el faro benéfico y paternal del VaticaNo. ..Los grandes políticos de ambos mundos han llegado a cristalizar sus convicciones de que el Estado laico es únicamente el estado separado de la Iglesia; pero no el Estado enemigo de la Religión…el hecho de laicización debe entenderse religiosos de los pueblos…quien desprecia las fuerzas y energías religiosas se expone en política a muy graves desilusiones».