Cómo se nota que el espíritu del Concilio impulsa ya decididamente las directrices de nuestra Jerarquía Salvadoreña. Las conclusiones de la reunión anual de la C.E.S. (Conferencia Episcopal Salvadoreña) publicada en este misma edición, traslucen ya el estilo nuevo que la Iglesia exigirá al Obispado Postconciliar y que magistralmente está definido en el Capítulo III de la Constitución «Lumen gentium», carta magna de la Iglesia y de la Colegialidad episcopal.
Allí se establece que «cada uno de los Obispos es puesto al frente de una iglesia particular…pero en cuanto miembros del colegio episcopal y como legítimos sucesores de los Apóstoles, todos deben tener aquella solicitud por la Iglesia universal que la institución y precepto de Cristo exigen, que, si bien no se ejercita por acto de jurisdicción, contribuye, sin embargo, grandemente al progreso de la Iglesia universal…Esta variedad de Iglesias locales, dirigida, sin embargo, a un solo objetivo, nuestra admirablemente la indivisa catolicidad de la Iglesia.
Del mismo modo las Conferencias Episcopales hoy en día pueden desarrollar una obra múltiple y fecunda a fin de que el aspecto colegial tenga una aplicación concreta». (Const. n.23 )
Naturalmente que este ensanchamiento de miras y preocupaciones a altura interdiocesana, molestará un poco la posición cómoda del obispo que quiera ver más que sus propios problemas con su propio criterio; pero quien duda que, a cambio de sacrificar un poco comodidad y de abrir la vida de la Diócesis y el propio criterio al influjo benéfico de los otros Obispos, se desarrollará esa «obra múltiple y fecunda» que presagia al Concilio para toda la Patria?.
La dispersión de criterios y energía que ha caracterizado a la vida católica salvadoreña, solo así se puede remediar, con la uniformidad de criterio y de acción del episcopado. Uniformidad de criterio y de acción que se torna necesaria para servir también de ejemplo y estímulo a quienes, como sacerdotes o seglares, no somos más que los colaboradores de la Jerarquía.