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No.3018 Pág. 1 – EDITORIALES – VIAJE DEL PAPA SUBRAYE UN HECHO Y UNA POSIBILIDAD

Nadie mejor que el mismo Paulo VI puede darnos el sentido profundo de su aposteósico viaje a América.
En su discurso al Concilio donde terminó esta histórica jornada, concretó su enseñanza subrayando un hecho y acentuando una responsabilidad.
El hecho maravilloso que ha quedado ratificado en estos días es la sintonía de la Iglesia con los designios de Dios y las esperanzas de la humanidad: «jamás el anuncio evangélico tuvo una audiencia más amplia…jamás este anuncio pareció interpretar tan hondamente al mismo tiempo la voz misericordiosa del cielo y la voz implorante de la humanidad demostrando que el misterioso designio divino sobre la humanidad está perfectamente adecuada a las aspiraciones más íntimas de los propios hombres. Y jamás anteriormente la misión de la Iglesia – mediadera entre Dios y el hombre- estuvo justificada por razones más evidentes, providenciales y modernas».
La responsabilidad que hoy acentúa la Iglesia es la de prolongar y confirmar el testimonio de su palabra con el testimonio de su actuación y de su ejemplo.
«Sabéis, decía el Papa a los Padres del concilio, que el hablar una palabra impone graves deberes a aquel que la pronuncia: un deber de consistencia un deber de solidaridad, un deber de ejemplo. Una palabra que no esté apoyada por una voluntad activa de ejecutarla por uno mismo y para uno mismo, no merece la pena…La vos habla, pero lo que convence es el ejemplo del heraldo del Evangelio. Una consecuencia se deriva por lo tanto del hecho de haber anunciado la paz: Ahora debemos ser aún más que antes trabajadores de la paz.
La Iglesia católica tiene ahora una mayor obligación de servir la causa de la paz, porque, por medio de nuestra voz, abogó solemnemente en favor de ella…Nuestra contribución a la paz se hará más efectiva y más preciosa cuando todos nos convirtamos en defensores de la justicia. El mundo tiene gran necesidad de justicia…Nuestra caridad hacia los pobres del mundo- y constituyen incontables legiones-debe ser más solícita, más activa, más generosa…»
La apoteosis de la Iglesia católica en Nueva York ha sido una apología de su verdad; ello debe llenarnos de satisfacción y legítimo orgullo. Pero precisamente por confirmarnos en la posesión de la verdad, debemos hacer nuestra vida una irradiación de esa verdad. «Que el Señor nos conceda la gracia, concluía el glorioso Pontífice, de que podamos continuar y confirmar el testimonio de la palabra con el testimonio de la acción».

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