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No.3019 Pág. 1 – EDITORIALES – MISIONES Y LIBERTAD RELIGIOSA

no ha faltado quien crea que al declarar la Iglesia la «Libertad religiosa», ha renunciado a su convicción de ser la única religión verdadera; y que por tanto se van a debilitar sus esfuerzos misioneros ya que proclama que los hombres se pueden salvar en otras religiones.

Es una objeción peligrosa pero que fácilmente se desvanece si se tiene en cuenta que la libertad proclamada por el Concilio es cosa muy distinta del liberalismo condenado por la misma Iglesia por igualar en sentido absoluto todas las religiones.
Es verdad que el Concilio ha proclamado que «los que inculpablemente desconocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia y buscan con sinceridad a Dios y se esfuerzan bajo el influjo de la gracia en cumplir con las obras de su voluntad, conocida por el dictamen de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna». Es verdad que «La Iglesia aprecia todo lo bueno y verdadero que hay entre los no cristianos como preparación evangélica y dado que quien ilumina a los hombres para que al fin tengan la vida» (Constit. Lumen Gentium n.16).
Pero también es verdad que el Concilio ha afianzado la convicción de que la Iglesia católica es el pueblo de Dios «el germen firmisimo de la unidad, de esperanza y de salvación para todo el género humaNo. ..instrumento de redención universal…luz del mundo y sal de la tierra.»
Cómo se compagina esta intransigente convicción con aquella respetuosa declaración de libertad? perfectamente. La conquista espiritual de las misiones no se opone a la libertad religiosa de los hombres, ya que, el anuncio del Evangelio no pretende destruir los elementos de verdad y santidad de otros credos, ni la bondad que hay en otros ritos y otras culturas. Al contrario, la luz del Evangelio ilumina esos valores humanos de toda religiosa, los libera del error y la idolatría, los hace cobrar vigor, elevación y perfección para la gloria de Dios y felicidad del hombre.
El mandato de los Papas anteriores de celebrar el Día Universal de las misiones como un apremio a la conciencia del catolicismo a colaborar en la evangelización católica de todos los pueblos, sigue en pie a pesar de la moderna declaración de la libertad religiosa. Más aún, es del Papa actual esta lapidaria orientación misional, dirigida a los encargados del movimiento misionero: «Hoy como ayer, hoy más que ayer…la antigua fórmula perdura en su textual dramaticidad: Sólo en la Iglesia hay salvación…el reconocer que Dios tiene otros caminos para salvar las almas fuera del cono de luz que es la revelación por el proyectado sobre el mundo, no autoriza al hijo de la luz a dejar a Dios mismo realizar esa economía suya muy secreta de la salvación renunciando a la fatiga de la dilatación de la verdadera luz».

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