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No.3029 Pág. 1 y 12 – EDITORIALES – LA NAVIDAD EN LA LUZ DEL CONCILIO

Aquel encuentro de Dios y el hombre en Belén, se torna este año mas elocuente al expresarlo con el lenguaje del Concilio que hoy impulsa la renovación de la humanidad. Oigámoslo mejor con el lenguaje insustituible de Paulo VI en su inspirada alocución de la Clausura del Vaticano II.

«La Iglesia del Concilio no sólo ha reflexionado sobre su propia naturaleza y sus relaciones con Dios…sino que también se ha ocupado mucho del hombre, del hombre tan como en realidad se presenta en nuestra época…Y la Religión del Dios que se ha hecho hombre, se ha encontrado con la religión (porque es una sola) del hombre que se ha hecho Dios. Qué ha sucedido? un choque, una lucha, un anatema? Podría haber sucedido eso, pero no es eso lo que ha tenido lugar. La vieja historia del samaritano ha sido el modelo de la espiritualidad del Concilio…Una simpatía limitada lo ha invadido todo entero. El descubrimiento de las necesidades humanas (las cuales se han hecho tanto más grandes cuanto más grande se ha hecho el hijo de la tierra), ha absorbido la tensión de nuestro sínodo…
Y su actitud es completamente y voluntariamente optimista. Una corriente de afecto y admiración desborda del Concilio sobre todo el mundo humano moderNo. Los errores han sido denunciado ciertamente, porque así lo exigía la caridad y la verdad; pero con relación a las personas no ha habido más que llamamiento, respeto y amor…

«La mentalidad moderna, acostumbrada a juzgar todas las cosas por su valor, o sea por su utilidad deberá admitir que el valor del concilio es grande al menos por este motivo: todo ha estado orientado a la utilidad del hombre. Que no se proclame jamás que es inútil una religión como la católica, la cual en su forma más consciente y eficaz como es la del Concilio se proclama toda entera en favor y servicio del hombre. La religión católica y la vida humana reafirmar así su alianza, su convergencia hacia una sola realidad humana: la religión católica es para la humanidad, en cierto sentido, y la explicación exacta y sublime, y solo Ella puede darla por su ciencia de Dios: para conocer al hombre todo entero es necesario conocer a Dios.
Y entonces el Concilio en todo su conjunto no ha sido otra cosa que un llamamiento amistoso y apremiante que convida a la humanidad a encontrar, por el camino del amor fraternal, a aquel Dios del cual se ha podido decir que «alejarse de él es parecer, volverse a él es resucitar, permanecer en él es inmortalizarse, retornar a él es renacer, habitar en él es vivir (S. Ag. Solil)».

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