«Como el sonido de una campana que se desparrama en el cielo y llega a todos y a cada uno de los que abarca la extensión de sus ondas sonoras, así nuestro saludo se dirige a todos y a cada uNo. ..Para la Iglesia católica nadie es extranjero, nadie está excluido, nadie está alejado. Cada uno a quien se dirige nuestro saludo es un llamado, es un invitado, está en cierto modo presente. El corazón que ama le dice: todo ser amado está presente!
Nuestro saludo toma su sentido y sus palabras de una relación espiritual, de una amistad que permanece. Nuestro saludo quiere llegar al corazón de cada uno y penetrar como un huésped cordial y decir en el silencio interior de vuestro espíritu la palabra habitual e inefable del Señor: «YO OS DEJO LA PAZ YO OS DOY MI PAZ, PERO NO COMO EL MUNDO LA DA». (Cristo tiene su manera única y original de hablar en el secreto de los corazones)
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Nuestro saludo tiene todavía un objetivo más elevado, porque no solamente es un cambio de palabras entre nosotros «gente de esta tierra» sino que entra en causa otro personaje presente, el Señor mismo, invisible ciertamente, pero trabajando en el tejido de las relaciones humanas y ruega y suplica suscitar en quien saluda y en quien es saludado bienes nuevos, siendo el primero y el más grande el bien de la caridad.
Tal es pues, nuestro saludo: ojalá él pueda provocar en nuestros corazones esta nueva centella de divina caridad, una centella que pueda hacer ardientes los principios, las doctrinas y las proposiciones elaboradas por el concilio; las cuales, así ardientes por la caridad, puedan verdaderamente realizar en la Iglesia y en el mundo esa renovación de pensamientos, de actividades, de costumbres y de fuerza moral y de alegría y de esperanza, que ha sido la finalidad misma del Concilio».
CHAPARRASTIQUE, en este primer número de 1966, se enorgullece de hacer eco al ecuménico salido de Paulo VI en la clausura del Concilio. Porque nuestro semanario pretende siempre ser el portavoz del diario católico el cual hoy no puede expresarse con otro estilo que no sea el lenguaje de la Iglesia postconciliar.
Los ideales de esa Iglesia son nuestros ideales; por eso el saludo del Pastor Supremo dirigido a la inmensa familia humana es nuestro cariñoso saludo a la familia de colaboradores, agentes y lectores de este modesto vocero del catolicismo migueleño.