La prensa católica de esta semana nos trae dos hechos que deseamos destacar por la enseñanza de unidad y libertad que de ellos podemos extraer para afianzar más nuestro amor y respeto a la Iglesia que es la expresión más acabada de la verdadera libertad y de la verdadera unidad.
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El primero se refleja a las declaraciones de la Jerarquía española con motivo de una acción tumultuaria y nada jerárquica de un grupo de sacerdotes: «Dejamos a salvo la posible rectitud subjetiva de ese grupo de sacerdotes-declara el Cardenal Quiroga, presidente de la Conferencia Episcopal Española-. Lo que nos duele a todos, lo que todos lamentamos profundamente es esa forma tumultuaria de manifestarse, tan contraria al espíritu sacerdotal que tiene exigencias sagradas que nos obliga en todo momento y en toda circunstancia a quienes hemos sido llamados por Cristo a ser continuadores de su obra…Si su conciencia les exigía hacer alguna declaración debieron dirigirse a su propio Prelado…Y si en algún caso, algún sacerdote o algún fiel cree que no cumplimos con nuestro deber, debe poner la cuestión en manos de la Santa Sede que actuaría con su bien probada sabiduría y prudencia, que están avaladas por la asistencia especial del Espíritu Santo».
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Desde otro ángulo un anglicano enfoca la libertad en la unidad del catolicismo. El Dr. Roberto Mc. Brwn. Profesor de la Universidad protestante de Stanford, que asistió al Concilio como observador, declaró a publicistas católicos su admiración por la libertad de opinión en el aula conciliar: «muchos esperaban-dice-que el Concilio fuera una especie de actuación teatral; las propuestas emanarían de Roma y después de hablar sobre ellas los obispos aprobaría. Pero nada de eso. Esta forma abierta, esta franqueza sobre el hecho de que hubo algunas discusiones tremendas durante el Vaticano II, es sumamente significativo para comprender el impacto del Concilio sobre el mundo no católico. Y lo cual les pido es que continúen, al informarnos sobre las cosas católicas, con la misma franqueza y honestidad.
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Conjuguemos estos dos hechos y estos dos criterios y tendremos una explicación de esa maravillosa libertad en la unidad que es, dentro de lo humano y supuesta la especial asistencia de Dios, el secreto de la indefectibilidad de la Iglesia: libre y franca discusión de opiniones, pero no para desfogar pasiones o defender puntos de amor propio sino para construir la unidad de la verdad bajo la firme inspirada mano de la Jerarquía puesta por Cristo para guiar el pueblo de Dios.