El día de San Juan, 24 de junio, los Cardenales fueron a saludar al Papa Paulo VI con motivo de su onomástico. El discurso con que el Papa Montini agradeció el saludo de su augusto Senado, bien puede titularse con la frase de San Pablo: «la solicitud de todas las Iglesias»: efectivamente fue una invitación a sus altos colaboradores para echar una mirada por los horizontes universales donde la Iglesia afronta hoy sus mayores preocupaciones.
Es admirable el conocimiento y la profunda comprensión con su Santidad enfocó al «Vietnam, atormentado por un conflicto que parece no tener fin…a la noble nación Birmana donde numerosos misioneros se están viendo obligados a abandonar el campo cultivado tantos años en pro del progreso cívico y social…a la guerra entre India y Paquistán dos naciones muy queridas por nosotros y cuyo profundo sentimiento religioso e incomparable patrimonio cultural y filosófico apreciamos…a la República Dominicana que ha ocupado nuestra especial atención y nuestro paternal interés, desde que hace un año graves desórdenes turbaron profundamente su paz…a Haití, muy querida, donde en los últimos años se ha turbado la cordialidad de las relaciones que siempre son necesarias y deseables entre la autoridad religiosa y civil…a Chipre, país muy cercano a nuestro corazón por los recuerdos apostólicos que lleva ligados, pero donde aún existen tensiones y controversias…a la querida nación Polaca a cuyas celebraciones milenarias no pudimos asistir, no obstante nuestro propósito y la invitación de la jerarquía y de nuestros querido hijos polacos-lo repetimos una vez más, no sin disgusto-…a Yugoslavia, a la que se ha dirigido con particular afecto nuestro presurosa atención con el fin de lograr los principios de mejores relaciones con autoridades civiles…a la Unión Soviética con la que iniciamos un diálogo en las Naciones Unidas y en la audiencia de S.E. Andrei Gromiko esperando que este encuentro no quede sin fruto para la causa de la paz y de efectiva libertad religiosa…a los grandes problemas que agitan el mundo africano, nuevo en sus instituciones políticas y al que la Iglesia ha dedicado una asistencia misionera generosa y asidua…Podríamos continuar, concluyó el Papa. El horizonte da la vuelta al mundo y abraza a todos los países y presenta innumerables problemas.
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Pero la amargura de toda esta solicitud de todas las Iglesias produce en el corazón del Papa, sin duda se acentúa más cuando esta mirada ecuménica concentra en el aspecto interno de la misma Iglesia: «la inquietud no privada de interés que se agita en algunos sectores del mundo eclesiástico, produciendo tanto en el campo doctrinal como en el disciplinario a la verdad y a la autoridad, que definen a la iglesia y constituyen su dignidad, su vitalidad y autenticidad.
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Compartamos con el Papa su preocupación por los horizontes externos de la iglesia, pero sobre todo colaboremos con él unificándonos en la verdad, en la disciplina y en el amor. Porque sólo el amor y la unión de los cristianos podrá ganar ese inmenso mundo para Dios.