El sacerdote es el ministro oficial de la Iglesia; puente tendido entre dios y los fieles.
Cuando oficia en el templo sagrado es la vivencia misma de Jesucristo.
Otro Cristo, es la frase lapidaria del pueblo cristiano que lo comprende-
Cuando celebra la Santa Misa actúa como el Salvador, repitiendo el ceremonial divino de la última Cena, actualizando personalmente en el ara al Hijo de Dios; cuando bautiza adentrando en las filas del cristianismo a nuevos redimidos; cuando predica, haciendo palabra divina su palabra humana y traduciendo en vida el verbo del evangelio y cumpliendo el mandato de «id y enseñad a toda criatura». La influencia de ese hombre-evangelio en el mundo, no pasa desapercibida en la elite de los sabios y en los movimientos culturales y en el mismo orden moral de los ciudadanos, llegando a decir el impío Voltaire: «Quitad al cura de un pueblo y ese pueblo adorará a las bestias…»
Es por ello que los que quieren derrumbar todo el orden social e implantar el reino del terror y de la villanía en los conglomerados procuran obstaculizar la obra del sacerdote, que a pesar de no contar con toda la máquina de que dispone la maldad, sin embargo su fuerza espiritual, no basada en medios humanos sino extraordinariamente supernaturales, encauza toda la corriente de sus valores para hacer brillar en medio de un mundo tenebroso la luz de la verdad y de la justicia.
De allí que se le persiga al sacerdote ya solapadamente ya abiertamente, para atenuar toda la imponderable eficacia de su labor, que no tiende nunca al propio provecho sino al provecho exclusivo de la comunidad en donde actúa.
La conciencia católica quiere en una ocasión especial hacer constancia del quehacer del sacerdocio ya dentro ya fuera de sus sacristías, llevando el mensaje de Cristo a todos en general, tanto a pobres como a ricos, a ignorantes y eruditos, pero siempre fiel a las normas claras y precisas de su modo peculiar de actuar: por eso es que en este segundo Domingo de Agosto se ha fijado una fecha especial para agruparnos en torno de él y para manifestarle el aprecio que se merece como ministro oficial de Cristo y rendir la adhesión firme que lo acuerpe en sus árduas empresas apostólicas, que únicamente tienden al mejoramiento espiritual, material e intelectual de las comunidades que le están encomendadas, y de que, en vez de criticar y vilipendiar sus actuaciones, animarle y sostenerle, mediante el apoyo material y moral, para que no decaiga su ánimo cuando le abrumen sus actuaciones apostólicas.
Cuando ora el sacerdote, ora con él toda la Iglesia y cuando actúa en el Altar de los holocaustos es Cristo presente en el ara de la Cruz actualizado por un hombre entresacado del pueblo y «elegido entre muchos» para desempeñar en la tierra el ministerio de ser «vivientes» diseminados a lo largo del mundo hablando su palabra divina, ampliando el Reino de Dios y administrando el misterio de los sacramentos empujando a los débiles hacia el abrazo del Crucificado, el de los brazos eternamente abiertos.
CHAPARRASTIQUE felicita a todos los sacerdotes diocesanos, y a todos los sacerdotes salvadoreños…