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No.3104 Pág. 3 – EDITORIALES – EL FULGOR DE LAS ENCÍCLICA EN LA TRANSMISIÓN DEL PODER

El título de uno de los documentos centrales del Concilio «LA IGLESIA EN EL MUNDO ACTUAL», no sólo es un título sino realidad palpitante que debe llenar de optimismo a los católicos. La Iglesia está presente en el mundo actual y es deber de todos los que la formamos ser dignos representantes de su fe dinámica y social.
Sentimos presente y viva a la iglesia cuando, el lunes de esta semana, oíamos en la encíclica, «Pacem in terris» de Juan XXIII para ilustrar el respeto de los derechos humanos que aseguraba el exmandatario haber sido inspiración de su gobierNo.
Y más luminosa y actual, si cabe, nos pareció la presencia de la doctrina católica en la estructura del discurso programático del nuevo Presidente. Ya habíamos notado la sintonía del Coronel Sánchez con la encíclica «Populorum Progressio» cuando en punta de éste habló del comercio internacional de El Salvador; pero en este aspecto y en otros puntos salientes de su programa gubernamental notamos, el lunes pasado, aunque no lo hubiera dicho expresamente, que la visión del desarrollo de los pueblos ofrecida por Pablo VI ha prestado valiosos elementos a su meditación para planificar el gobierno de nuestra querida Patria.
La religión católica- «a la que pertenecemos la mayoría de salvadoreños», como diría el Coronel Rivera, -debe alegrarse con esa presencia de su ideología en uno de los momentos más solemnes de la vida nacional. Pero no con una alegría estéril o de complacencia teórica. El poseer una doctrina capaz de lucir sus principios en los momentos trascendentales de la historia humana, comporta un serio compromiso: VIVIR NUESTRA FE.

La colaboración que el nuevo Presidente ha pedido a todos los ciudadanos, nadie está en mejores condiciones de prestarla tan decisiva como el católico que quiera dar testimonio auténtico y activo de sus maravillosas doctrinas y de su potencia vital. Precisamente coincidía la transmisión del poder cuando se inauguraba el AÑO DE LA FE. Y ya sabemos que fe no solo es creer en lo que dice Dios, sino actuar como El quiere. Y Dios no puede querer una sociedad como la que actualmente se estructura en El Salvador sobre injusticias, vicio e ignorancias. Quien cree en Dios debe dar a su fe un sentido dinámico y una proyección social.
Que este «signo de nuestros tiempos» despierte un santo orgullo en nuestro catolicismo».
Si dos presidentes de nuestra Patria iluminan su ideología política con los fulgores de nuestras encíclica en circunstancias tan trascendentales, hermanemos, en nuestro corazón, en nuestra cabeza y en nuestros brazos, una fe que nos una con Dios y con la Iglesia y un Patriotismo que nos haga los mejores servidores del bien común de El Salvador.

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