La consigna de la masonería y del comunismo que está siendo llevada a cabo por sus serviles sabuesos, es alejar el influjo de la Iglesia de la vida del pueblo.
Su táctica es conocida; proclamar respeto, libertad…pero solo en cosas accidentales. En su vida sustancial, en su irradiación fundamental, todas las trabas a la pobre Iglesia. El episcopado, el Clero grandes honores grandes recepciones. Invitados a cantar Te Deum, a bendiciones, etc. Pero que no reclamen enseñanza religiosa para el pueblo, que no se le dé personería jurídica a la Iglesia, que se pongan trabas al matrimonio religioso.
Todo su argumento brillante que deslumbran los ignorantes es que el sacerdote no debe mantenerse en política sino que debe ocuparse de su iglesia y de su eucaristía.
Y sin embargo la misión del sacerdote fue delineada con trazos de infinito por Jesucristo: «id y enseñad a todas las gentes». Y a menos de ser traidor, el sacerdote no puede encerrare en la sacristía cuando el error y el engaño de las gentes arde con voracidad de incendio allá afuera en las leyes, en las instituciones, en el pueblo.
Acaba de ser blanco de la calumnia el sacerdote jesuita Walter Hogan por ponerse a la cabeza de una huelga de trabajadores de LAF (Líneas representantes sindicales. Los acusadores del P. Hogan dijeron que el puesto del sacerdote es solo el templo y si acaso la escuela pero nada más. Peor la sabia respuesta del Delegado Apostólico de Filipinas fue la tradicional respuesta que ha dado la Iglesia en sus veinte siglos: «Si en el problema hay un aspecto moral, entonces la iglesia ciertamente tiene que ver con él». Y el jesuita siguió al frente de la huelga.
Si el Cardenal Mindszenty, si Monseñor Stepinac y otros obispos y sacerdotes tras la cortina del hierro se hubieran limitado a su sacristía y no hubieran defendido contra los atropellos comunistas la libertad de enseñanza, la personería de la Iglesia, los derechos humanos, la libertad de sus pueblo…entonces no languidecería en las prisiones. Estarían entronizados en sitiales, pero serían unos sitiales sin honor.
No, el Sacerdote no hace política…pero «cuando la política toca al altar», como hoy en El Salvador, cuando descarada o hipócritamente la masonería por medio de sus sabuesos ataca los derechos de la Iglesia, entonces por deber de vocación, los obispos y los sacerdotes no pueden encerrarse en los templos, porque es fuera del templo donde arde el peligro de la Religión que por deber tiene que defender.
O.A.R.